A la hora del Ángelus del segundo domingo después de Navidad, el Papa Francisco recordó que la liturgia nos presenta el Prólogo del Evangelio de San Juan, quien sin esconder el carácter dramático de la Encarnación al proclamar que el Verbo, es decir, la Palabra creadora de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros, contrapone, a este don del amor de Dios, la falta de acogida por parte de los hombres.

De ahí su afirmación de que “la Palabra es la luz, y sin embargo los hombres han preferido las tinieblas”.

Es el misterio del mal que acecha también nuestra vida, y que requiere de nuestra parte “vigilancia y atención” precisamente para que no prevalezca, dijo el Papa Bergoglio, quien destacó asimismo que “la vocación y alegría de todo bautizado es indicar y donar a Jesús a los demás”.

Y explicó que para hacerlo “debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como Señor de nuestra vida”.

El Pontífice invitó al abandono filial , y con nuevo impulso, en las manos de María de quien contemplamos en estos días en el pesebre su dulce imagen de Madre de Jesús y Madre nuestra.

Por eso recordó que nuestra actitud hacia ella debe ser la del Apóstol Juan, que la recibió en su casa.
Aleteia
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