Es evidente la frialdad de algunos grandes templos de la cristiandad, especialmente en las ciudades más importantes. Para el común de la gente son espacios únicamente destinados a las ceremonias religiosas, a las visitas de grupos turísticos o a la piedad de muy pocos fieles que acuden “en solitario” a rezar y participar en las misas.
¿Esto tendrá que ser siempre así?, se le pregunta al Deán de la catedral metropolitana de Caracas, monseñor Adán Ramírez Ortiz.
“¡No necesariamente tiene que ser así!”, atajó rápidamente al redactor.
¿Esto tendrá que ser siempre así?, se le pregunta al Deán de la catedral metropolitana de Caracas, monseñor Adán Ramírez Ortiz.
“¡No necesariamente tiene que ser así!”, atajó rápidamente al redactor.
“Tampoco los sacerdotes tenemos que esperar que a los templos lleguen los feligreses, debemos ir a su encuentro, a sus espacios naturales e invitarlos a encontrarse con Cristo y reconocerse ellos mismos como ese templo vivo donde habita Dios”, añadió.
De manera convencida aduce que “las catedrales también tienen sus periferias, y deben ser ‘iglesias en salida’, según lo predica el Santo Padre Francisco”.
Iglesia de puertas abiertas
Desde que asumió la Catedral de Caracas el 6 de septiembre de 2015, se puso como reto no sólo trabajar para que este templo sea el lugar que custodia el arte y la cultura que gira en torno a la principal iglesia del catolicismo en Venezuela, sino también que sea el centro de pastoral en pleno corazón de la convulsionada ciudad de Caracas.
La estrategia pastoral de Ramírez Ortíz, poco a poco va rindiendo sus frutos.
“Ciertamente se ha incrementado la asistencia de los fieles a la Catedral, gracias a que fueron abiertas de par en par las puertas para que los caraqueños entren a ella, y se encuentren con Dios y con parte de la historia de la ciudad”, comentó.
Misericordia de Dios en la calle
Pero su trabajo va más allá del espacio que ocupa la imponente catedral, es “un callejero de la fe”, como él mismo se describe, y su anterior trabajo en la Basílica Santa Teresa, es un claro testimonio de ello. “La clave de la evangelización está en acercarnos a la gente y compartir con ellos; escucharlos y aprender de ellos”, explicó.
Entre los grupos sociales con los que ha contactado desde la catedral metropolitana de Caracas está el de ancianos, a quienes les lleva con frecuencia un mensaje de aliento.
Precisamente, este domingo 27 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, junto a un grupo de jóvenes que le apoyan, el Deán compartió con muchos de estos hombres y mujeres agrupados en el club de los abuelos que funciona en la plaza “El Venezolano”.
“Los abuelos y ancianos son la reserva moral de la sociedad que hay que cuidar”, dijo el sacerdote. Luego detalló que lo invitaron para que les diera un mensaje de Navidad y bendijera los alimentos que comparten diariamente en estos espacios.
“Es una labor sencilla, pero necesaria, para que la gente sienta la cercanía de la Iglesia y de sus sacerdotes, especialmente en este Año de la Misericordia”, comentó.
De esta manera los asientos vacíos de la catedral se han comenzado llenar, y los feligreses poco a poco y con alegría, asumen tareas propias de la evangelización de estos tiempos. “Si no voy a la calle el templo sigue vacío”, concluyó el Deán.
De manera convencida aduce que “las catedrales también tienen sus periferias, y deben ser ‘iglesias en salida’, según lo predica el Santo Padre Francisco”.
Iglesia de puertas abiertas
Desde que asumió la Catedral de Caracas el 6 de septiembre de 2015, se puso como reto no sólo trabajar para que este templo sea el lugar que custodia el arte y la cultura que gira en torno a la principal iglesia del catolicismo en Venezuela, sino también que sea el centro de pastoral en pleno corazón de la convulsionada ciudad de Caracas.
La estrategia pastoral de Ramírez Ortíz, poco a poco va rindiendo sus frutos.
“Ciertamente se ha incrementado la asistencia de los fieles a la Catedral, gracias a que fueron abiertas de par en par las puertas para que los caraqueños entren a ella, y se encuentren con Dios y con parte de la historia de la ciudad”, comentó.
Misericordia de Dios en la calle
Pero su trabajo va más allá del espacio que ocupa la imponente catedral, es “un callejero de la fe”, como él mismo se describe, y su anterior trabajo en la Basílica Santa Teresa, es un claro testimonio de ello. “La clave de la evangelización está en acercarnos a la gente y compartir con ellos; escucharlos y aprender de ellos”, explicó.
Entre los grupos sociales con los que ha contactado desde la catedral metropolitana de Caracas está el de ancianos, a quienes les lleva con frecuencia un mensaje de aliento.
Precisamente, este domingo 27 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, junto a un grupo de jóvenes que le apoyan, el Deán compartió con muchos de estos hombres y mujeres agrupados en el club de los abuelos que funciona en la plaza “El Venezolano”.
“Los abuelos y ancianos son la reserva moral de la sociedad que hay que cuidar”, dijo el sacerdote. Luego detalló que lo invitaron para que les diera un mensaje de Navidad y bendijera los alimentos que comparten diariamente en estos espacios.
“Es una labor sencilla, pero necesaria, para que la gente sienta la cercanía de la Iglesia y de sus sacerdotes, especialmente en este Año de la Misericordia”, comentó.
De esta manera los asientos vacíos de la catedral se han comenzado llenar, y los feligreses poco a poco y con alegría, asumen tareas propias de la evangelización de estos tiempos. “Si no voy a la calle el templo sigue vacío”, concluyó el Deán.
Aleteia