Nos los recordó el Papa Francisco este mediodía antes del rezo de la oración mariana, refiriéndose a la corrección fraterna. Ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para escuchar sus palabras y recibir su bendición, el Obispo de Roma subrayó que ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Jesús, sin embargo – agregó – nos ha dicho que no debemos juzgar. Francisco puntualizó que la corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana, es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos los unos a los otros.
Texto de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo, tomado del capítulo 18 de Mateo, presenta el tema de la corrección fraterna en la comunidad de los creyentes: o sea cómo debo corregir a otro cristiano cuando hace algo que no está bien. Jesús nos enseña que si mi hermano cristiano comete una culpa contra mí, me ofende, yo debo usar la caridad hacia él, antes que todo, hablarle personalmente, explicándole que aquello que ha dicho o hecho no es bueno ¿Y si el hermano no me escucha? Jesús sugiere una intervención progresiva: primero, vuelve a hablarle con otras dos o tres personas, para que sea más consciente del error que ha cometido; si, no obstante esto, no acoge la exhortación, es necesario decirlo a la comunidad; y si tampoco escucha a la comunidad, es necesario hacerle percibir la fractura y el distanciamiento que él mismo ha provocado, haciendo venir a menos la comunión con los hermanos en la fe.
Las etapas de este itinerario indican el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda. Es ante todo necesario evitar el clamor de la habladuría y el cotilleo de la comunidad – ésta es la primera cosa, evitar esto-. “Ve y corrígelo en privado” (v. 15). La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad, atención hacia quien ha cometido una culpa, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano. Porque, ustedes saben, ¡también las palabras matan! Cuando hablo mal. Cuando hago una crítica injusta, cuando con mi lengua ‘saco el cuero’ a un hermano, esto es matar la reputación del otro. También las palabras matan. Estemos atentos a esto. Al mismo tiempo esta discreción tiene la finalidad de no mortificar inútilmente al pecador. Es a la luz de esta exigencia que se comprende también la serie sucesiva de intervenciones, que prevé la participación de algunos testimonios y luego incluso de la comunidad. El objetivo es aquel de ayudar a la persona a darse cuenta de aquello que ha hecho, y que con su culpa ha ofendido no solamente a uno, sino a todos. Pero también ayudarnos a librarnos de la ira o del resentimiento, que sólo nos hacen mal: aquella amargura del corazón que trae la ira y el resentimiento y que nos llevan a insultar y a agredir. Es muy feo ver salir de la boca de un cristiano un insulto o una agresión. Es feo ¿Entendido? ¡Nada de insultos! Insultar no es cristiano ¿Entendido? Insultar no es cristiano.
En realidad, ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Todos. Jesús, de hecho, nos ha dicho no juzgar. La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana. Es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos los unos a los otros. Corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma consciencia que me hace reconocer el error del otro, me hace acordar que yo me equivocado primero y que me equivoco tantas veces.
Por esto, al inicio de la Misa, estamos siempre invitados a reconocer ante el Señor que somos pecadores, expresando con las palabras y con los gestos el sincero arrepentimiento del corazón. Y decimos ‘¡ten piedad de mí, Señor, que soy pecador! Confieso, a Dios omnipotente, mis pecados’. O nosotros decimos: ‘Señor ten piedad de éste que está junto a mí o de ésta, que son pecadores’. ¡No! ‘¡Ten piedad de mí!’ Todos somos pecadores y necesitados del perdón del Señor. Es el Espíritu Santo el que habla a nuestro espíritu y nos hace reconocer nuestras culpas a la luz de la palabra de Jesús. Y es el mismo Jesús que nos invita a todos, santos y pecadores, a su mesa recogiéndonos de los cruces de los caminos, de las diversas situaciones de la vida (cfr Mt 22,9-10). Y entre las condiciones que acomunan a los participantes en la celebración eucarística, dos son fundamentales, dos condiciones para ir bien a Misa: todos somos pecadores y a todos Dios dona su misericordia. Son dos condiciones que abren las puertas de par en par para entrar bien a Misa. Debemos recordar esto siempre antes de ir hacia el hermano para la corrección fraterna.
Pidamos todo esto por intercesión de la Bienaventurada Virgen María, que mañana celebraremos en la conmemoración litúrgica de su Natividad.