Un aspecto particular de la ”maternidad” de la Iglesia es la educación a través de la misericordia. Y este fue el argumento de la catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro en la que participaron, en este del 10 de septiembre, más de 30.000 personas.
 
Como buena madre y educadora, la Iglesia se fija en lo esencial y lo esencial según el Evangelio, es la misericordia como dice claramente Jesús a sus discípulos. ”Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. ”¿Puede haber un cristiano que no sea misericordioso? – se preguntó Francisco- No. Necesariamente el cristiano debe ser misericordioso porque ese es el centro del Evangelio. Por eso la Iglesia se comporta como Jesús: no da lecciones teóricas sobre el amor ni sobre la misericordia, ni difunde en el mundo un camino de filosofía o de sabiduría. Ciertamente el cristianismo es también todo esto, pero como consecuencia, de reflejo. La madre Iglesia enseña con el ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus gestos”.

Así, la madre Iglesia ”nos enseña a dar de comer y de beber a quien tiene hambre y sed, a vestir al que está desnudo…Y lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas…pero también con el de tantos padres y madres que enseñan a sus hijos que lo que a nosotros nos sobra es para aquel que carece de lo necesario. En las familias cristianas más sencillas siempre ha sido sagrada la regla de la hospitalidad: que no falta nunca un plato o una cama para el que lo necesita”. Y a los que dicen que no les sobra nada, Francisco ha puesto como ejemplo el de una familia de su diócesis anterior que dividió con un pobre que llamó a la puerta la mitad de lo que estaban comiendo. ”Aprender a compartir lo que tenemos, es importante”.

La madre Iglesia enseña a estar cerca de los que están enfermos y, si tantos y santas, han servido así a Jesús, muchas personas ponen hoy en práctica esta obra de misericordia en los hospitales o en sus casas cuidando a los enfermos.

La madre Iglesia también nos enseña a estar cerca de los que están en la cárcel. ”Pero Padre -dirán algunos- es peligroso. Son mala gente- Escuchadme bien: cada uno de nosotros podría hacer alguna vez lo mismo que hizo ese hombre o esa mujer que está en la cárcel. Todos podemos pecar y equivocarnos en la vida. No son peores que tu o que yo. La misericordia supera cualquier muro o barrera y lleva a buscar siempre el rostro del ser humano. Y la misericordia es la que cambia el corazón y la vida, la que puede regenerar a una persona y permitir que se reintegre de forma nueva en la sociedad”.

”La madre Iglesia nos enseña a estar cerca de los que están abandonados y mueren solos. Es lo que hizo la beata Madre Teresa en las calles de Calcuta; y es -reiteró el Pontífice- lo que han hecho y hacen tantos cristianos que no tienen miedo de estrechar la mano al que está para dejar este mundo. Y también aquí, la misericordia da la paz a quien se va y a quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es más grande que la muerte y que, permaneciendo en él, incluso está última separación es un ”hasta luego”.

”La Iglesia es madre -finalizó- enseñando a sus hijos las obras de misericordia porque ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido que esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a los que nos aman. No basta hacer el bien a quien nos lo hace. Para que el mundo cambie a mejor es necesario hacer el bien a quien no es capaz de devolverlo, como hizo el Padre con nosotros, dándonos a Jesús”. Porque ¿cuánto hemos pagado por nuestra redención? Nada. Todo gratis. Hacer el bien sin esperar nada a cambio. Así hizo el Padre y lo mismo tenemos que hacer nosotros”.Por eso ”demos gracias al Señor por habernos concedido la gracia de tener como madre a la Iglesia que nos enseña el camino de la misericordia, que es el camino de la vida”.
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