Uno de los acontecimientos que nos introduce poco a poco en el umbral del Triduo Pascual es la misa crismal que el obispo preside acompañado de su clero y del pueblo de Dios. Inicialmente era una celebración prevista para el Jueves Santo por la mañana, poniendo fin al tiempo litúrgico de la Cuaresma, sin embargo, es costumbre anticiparla al martes o miércoles santo en función de las necesidades pastorales. Esta celebración tiene dos importantes peculiaridades en su liturgia:
1. El obispo, consagra el "Santo Crisma" (de ahí el nombre de "Misa Crismal") y bendice el óleo de los catecúmenos y de los enfermos que después cada párroco llevará a sus comunidades para poder celebrar los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Unción de enfermos.
2. También tienen lugar la renovación de las promesas sacerdotales (por ello el cambio de día, para facilitar la participación del mayor número de sacerdotes posibles).
O Redemptor sume carmen temet concinentium
Audi Judex mortuorum, una spes mortalium,
audi voces proferentur donum pacis praevium
Arbor foeta alma luce hoc sacrandum protulit,
fert hoc prona praesens turba Salvatori saeculi
Stans ad aram imo supplex infulatus pontifex
debitum persolvit omne consecrato Chrismate.
Consecrare tu dignare, Rex perennis Patriae,
hoc olivum signum vivum, jura contra daemonum.
Oh Redentor, recibe el canto de quienes te aclamamos.
Escucha, Juez de los muertos, única esperanza de los mortales,
escucha las voces de los que llevan el regalo que antecede a la paz.
Un árbol nacido con amable luz llevó este fruto que va a ser consagrado,
y que la gustosa multitud presente ofrece al Salvador del mundo.
De pie ante el altar, suplicando profundamente,
el pontífice adornado repara todas las deudas con el aceite consagrado.
Dígnate Tú, excelso Rey de la tierra, consagrar este olivo,
signo viviente, contra los poderes de los demonios.
© Fotografías: Miguel Castaño