Ayer, en la Iglesia de San Martín Pinario, dos seminaristas de nuestro seminario Mayor de San Martín Pinario, recibieron los ministerios de acolitado y lectorado. Carlos Miramontes Seijas recibió el ministerio de lectorado y Simón Lemiña Cores, el del lectorado y el del acolitado.
¿Qué significan estos ministerios?
Aprendemos de la Sagrada Escritura que los apóstoles designaron a otros mediante un rito externo (la imposición de manos), confiriéndoles la gracia interior.Los ministerios instituidos son el lectorado y el acolitado. “Instituir” significa en latín establecer a alguien en un estado determinado o bien establecer algo iniciándolo oficialmente. El lector es instituido para la función que le es propia, leer la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica, y el acólito es instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote.
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Estos ministerios instituidos se reciben normalmente, como es el caso de los seminaristas Carlos y Simón, como preparación a las órdenes sagradas.
Acólitos Instituidos
La palabra acólito viene del griego “akolutein” que significa acompañar, seguir. El ministerio del acólito, es muy antiguo en la iglesia, fue parte de las órdenes menores. La función de estos acólitos en sentido propio, es la de ayudar al diácono y al sacerdote en el servicio del altar, preparar y purificar los vasos sagrados en ausencia del diácono, coordinar los otros ministerios, promoviendo la formación y la espiritualidad del equipo litúrgico y también fuera de la esfera litúrgica, cuidarse de las obras de caridad y beneficencia. Son ministerios extraordinarios de la distribución de la Eucaristía así como la exposición del Santísimo aunque no pueden a diferencia de los diáconos dar la bendición final.El lector
Este ministerio es uno de los más importantes, ya que con la proclamación de las lecturas, el lector ayuda a la comunidad a captar en los mejores condiciones posibles la palabra de Dios.
El lector es instituido por el Obispo o por el superior mayor de los institutos religiosos clericales. Al lector no sólo se le encomienda la proclamación de las lecturas de un modo oficial y estable, sino también el encargo de formar a los lectores no instituidos, etc.
Además de los lectores instituidos, que son exclusivamente varones, en las comunidades cristianas, ejercitan este ministerio de una manera más o menos estable, hombres y mujeres. A estos se les pide que estén aptos y diligentemente preparados. Este ministerio es demasiado serio para que se pueda improvisar.
El leccionario (OLM55) nos dice que el lector debe tener una preparación espiritual y técnica. La preparación espiritual debe ser ante todo bíblica, de modo que el grupo de lectores tenga una idea básica del lenguaje de la biblia y de sus géneros literarios. El lector debe entender lo que va a leer, saber qué clase de paisaje es (profético, poético, histórico), haber comprendido cuál es la palabra o la frase decisiva, cual es el mensaje central.
La preparación espiritual del lector requiere además un conocimiento litúrgico o sea una cierta percepción del sentido y estructura de la liturgia de la palabra. También debe tenerse en cuenta la preparación técnica: cuidar la voz, educarla, conocer las características del micrófono, leer del mismo leccionario.