"Los sacerdotes no somos meros profesionales sino instrumentos vivos de Cristo cabeza y pastor"

A punto de recibir la ordenación episcopal, D. Jesús Fernández González ha tenido la gentileza de conceder una entrevista a nuestro Boletín para el Clero, “Presbiterio”.

Pregunta: D. Jesús, ¿qué es lo primero que se le pasó por la cabeza cuando le comunicaron que había sido elegido Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela?
Respuesta: Por la cabeza me pasaron con rapidez muchas ideas y muchos sentimientos: sorpresa, inquietud, súplica a Dios, gratitud al Papa Francisco y a la Iglesia por su confianza en mí, ilusión por servir a una Iglesia tan emblemática como la de Santiago de Compostela…

P: ¿Cuál será su lema episcopal?
R:  Finalmente me he decidido por una expresión recogida por S. Lucas en la que Jesús, retomando una frase del profeta Isaías, se presenta en la sinagoga de Nazaret ante sus conciudadanos como el enviado a “evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18).

P: ¿Había tratado anteriormente a nuestro Arzobispo?
R: No. Solamente lo conocía de referencias y le había saludado en alguna ocasión, pero sin entablar una conversación en profundidad con él.

P: Su ministerio sacerdotal ha estado muy ligado a la formación sacerdotal, en los Seminarios Menor y Mayor, ejerciendo diversos cargos: rector, formador, profesor, director espiritual. ¿Cuál cree que es la importancia del Seminario dentro de una Diócesis?
R: Una comunidad sin sacerdote carece de la referencia sacramental de Cristo Cabeza y Pastor. El sacerdocio es esencial a la Iglesia. Por otra parte, al ser el Seminario el ámbito fundamental donde los llamados por Dios al ministerio pastoral se configuran con Jesucristo, su papel dentro de la Diócesis es fundamental e insustituible. En consecuencia, el Seminario debe ser la niña de los ojos de todos los diocesanos, particularmente de los sacerdotes. Siendo así, crecerá el número de vocaciones y la formación sacerdotal mejorará al estar arropada por toda la comunidad diocesana. Y, de rebote, la propia vitalidad espiritual y pastoral de la Diócesis se verá reforzada.

P: Vd. conoce bien la realidad del Clero, pues ha ejercido los cargos de Vicario episcopal de pastoral, Vicario para el Clero y Vicario General. ¿Qué aspectos de nuestra vida y ministerio deberíamos cuidar más los sacerdotes?
R: No conozco suficientemente al clero gallego, aunque supongo que su situación no será muy diferente de la del clero leonés. Me parece que tanto nuestra vida como nuestro ministerio se desenvuelven en un clima difícil. El espíritu del mundo  se  esfuerza  en  ganarnos  para sus  causas – acumular cosas, prestigio, placer – que no se compadecen con las de Dios. El Santo Padre nos recuerda con frecuencia que hemos de huir de la mundanización que nos hace estériles y nos sume en la tristeza y la desesperanza. Por otra parte está el problema de la disminución del número de presbíteros que, al menos en mi diócesis de origen, es muy fuerte. Esta disminución multiplica la carga de trabajo y la diversifica planteándonos tentaciones como la superficialidad, la dispersión, la rutina, la dificultad para gestionar convenientemente el tiempo, el alejamiento progresivo de los fieles, sobre todo de las aldeas más pequeñas…

P: Pero, ante todas esas dificultades ¿qué hemos de hacer los sacerdotes?
R: Creo que la primera respuesta ha de ser la renovación espiritual: tenemos que dejarnos configurar por el Espíritu de Dios que nos ha sellado el día de la ordenación presbiteral. En definitiva, se trata de ser lo que somos: instrumentos vivos de Cristo Cabeza y Pastor, no meros profesionales. Luego vendrán los matices: hoy parece necesario cultivar una espiritualidad de la santidad, de la fidelidad frente a la búsqueda del éxito, del discernimiento que nos capacita para descubrir la presencia de Dios hasta en los momentos conflictivos, de la confianza, de la alegría, del  acompañamiento  personal,  de  la  misericordia. Finalmente,   en  esta  renovación  de  la  espiritualidad,  no   puede   faltar  la búsqueda   de  la  comunión, una comunión que define a la Iglesia y que es también una nota esencial del Presbiterio diocesano en torno a su Pastor. Al lado de la renovación espiritual ha de situarse la renovación pastoral. Estamos llamados a realizar una pastoral más misionera, a salir a las periferias existenciales, a caminar cerca de los desalentados y de los desorientados, a usar de misericordia con los heridos de la vida, ofreciéndoles la luz del Evangelio, el aceite curativo de los sacramentos y el calor de una Iglesia acogedora y madre.

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