Vicario general y capellán de la Cultural, es el primer sacerdote diocesano leonés nombrado obispo en los últimos 59 años. Defiende que los «pastores» de la Iglesia sean «servidores y no amos» y la formación de los fieles laicos ante la disminución de las vocaciones.


-Cómo ha recibido la noticia de su nombramiento?
—La sorpresa no ha sido hoy sino en noviembre cuando el Nuncio me entregó la propuesta de mi nombramiento. Hasta hoy (por ayer) se ha llevado con sigilo. He respondido con gratitud, pero con inquietud porque la tarea que me espera es muy importante y no es fácil y sé que soy limitado, como todo ser humano. Me siento reconfortado por la confianza del papa . Estoy ilusionado por el reto que supone ir a la Archidiócesis de Santiago, con raíces en la trayectoria de los peregrinos.

El papa propone una renovación dentro de la Iglesia. ¿Ha pensado en usted porque tiene ese perfil?
—Si nos dejamos, el espíritu de Dios es el que configura nuestra figura como pastores, cercanos a la gente, servidores y no amos, de personas compasivas y no duras ni intransigentes. No sé si el papa ha visto eso en mí.

¿Qué retos se plantea?
—La apertura a la sociedad y la cultura actual son fundamentales. Jesús nos pidió que fuéramos la luz y la sal de la tierra y no podemos estar metidos en el salero por utilizar la misma comparación. Pero también tenemos que ser conscientes de que el Evangelio no se puede modificar. Lo que sí podemos es interpretar el Evangelio y adaptarlo a las circunstancias. El papa habla de purificar. A cualquier peregrino, a lo largo del Camino, se le pega el polvo en sus botas, a la Iglesia también y el papa recuerda que hay costumbres que se han ido cogiendo y no son prioritarias.

¿Qué no es prioritario?
—Algunas costumbres (duda). Podría poner ejemplos pero eso va a depender de la voluntad del arzobispo de Santiago porque yo no conozco la diócesis de Santiago.

¿Y en la Iglesia?
—Hay muchas cosas que pueden ser importantes pero no esenciales y prefiero no decirlas.

¿Pero sí lleva a Santiago esa idea de apertura?
—Si, por supuesto que sí. En el momento actual hay muchas urgencias. No podemos poner como prioritario un rito particular sino el acercamiento a las personas que tienen duras, que están sufriendo, a los que están en paro. El contacto con Dios y la oración es el fuego que caldea el corazón para poder hacer lo otro. Hay personas que buscan algo en el Camino de Santiago y si no hay alguien que les pueda ayudar y acompañar en esa búsqueda se sentirán perdidos.

¿Tiene ideas para aumentar esa presencia espiritual en el Camino de Santiago?
—Es un reto pastoral. El arzobispo no me ha dicho aún lo que vamos a hacer pero ya sabemos que hay albergues parroquiales donde se trata de vivir un espíritu de fe y oración.

¿Piensa fomentar los albergues pastorales?
—Sería importante, pero no conozco la situación de Galicia

¿Qué opina del sacerdocio de las mujeres?
—Ese debate no está sobre la mesa. Nuestro reto es que las mujeres tengan más participación en los obispados y en los consejos pastorales.

¿Cuáles son los temas que están sobre la mesa?
—La formación de los fieles laicos. Sería necesario que hubiese muchos seglares presentes en las instituciones, en la prensa, en la política, en la economía. Ellos pueden empapar esas realidades del Evangelio. El seglar tiene que ser parte activa. Los sacerdotes tenemos que renovarnos y adaptarnos a las circunstancias.

¿Cómo se puede compatibilizar eso con la ausencia de vocaciones?
—Ese es otro reto. Seremos menos pero tenemos que ser la luz. El cambio de estructura tiene que ir precedido de un cambio personal de sacerdotes, obispos, diáconos, todos. Dejar todo lo mundano y servir.

¿Fue usted sacerdote de vocación?
—Si, desde los once años que entré en el Seminario. Antes la familia y el pueblo entero arropaba al sacerdote. Ahora la imagen del sacerdote está devaluada. Esa es una de las razones por las que no hay vocaciones.

¿Como ve el futuro?
—Crecer en corresponsabilidad con los laicos. En la Diócesis de León tememos una treintena de seglares que los domingos hacen celebraciones en ausencia del presbíteros, que tendrán que centrarse en hacer lo que otras personas no pueden como la consagración o la confesión.

Usted estudió Filosofía ¿qué opina de que desaparezca esa asignatura en el Bachiller?
—Yo nunca la quitaría. Ayuda a pensar. Hace falta que la gente piense. Somos perfectos consumidores que estamos muy bien amaestrados para hacer lo que el capital quiere.
Carmen Tapia - Diario de León

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