"Muchas cosas se requieren para cumplir con la obligación del oficio de cura de almas; porque, si miramos a la dignidad sacerdotal que le es aneja, conviene tener ferviente y eficaz oración, y también santidad, según arriba se ha dicho; lo cual ha de ser con tanta más ventaja en el cura cuanta mayor y más particular obligación tiene de dar buen ejemplo a sus parroquianos y de interceder por ellos ante el divino acatamiento de Dios con afecto de padre y madre para con sus hijos, pues se llama padre de sus parroquianos. Y si se mira cuán diversas son las ocupaciones que pide su oficio, se verá cuán a la mano y convertido en naturaleza le conviene tener uso de la santa oración, porque no es cosa fácil tener oración y devoción entre muchas ocupaciones, aunque sean buenas. Y de la misma causa viene ser menester que su santidad sea muy firme, porque hay en su oficio tantas ocasiones de perderla, como la razón y la experiencia lo dan a entender y San Juan Crisóstomo lo pondera; y San Agustín se maravilla mucho de los que en este oficio tienen en pie la virtud".
 S. Juan de Ávila, Tratado sobre el sacerdocio, 36

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