Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la
exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más
clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la
homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: "La Iglesia en su
conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para
rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la
amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en
plenitud".
Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por
las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo
tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común.
De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con
frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido
cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y
a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos
sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a
muchas personas.
PORTA FIDEI/Año de la
Fe/Benedicto XVI
Foto: Miguel
Castaño