“La pastoral vocacional debe brotar de todo corazón enamorado de su propia vocación”
Foto: Miguel Castaño
El viernes 16 de diciembre se anunció oficialmente el nombramiento de D. Leonardo Lemos Montanet como Obispo de Ourense. El sábado 11 de febrero tendrá lugar su Ordenación episcopal y  toma de posesión de la Diócesis auriense. Mientras llega el tan esperado momento su vida transcurre con toda normalidad, ocupándose de sus tareas habituales en el seminario Menor, en el Instituto Teológico Compostelano, en la Catedral y en la Parroquia de S. Fernando. Le hemos pedido que responda a unas preguntas para nuestro boletín Presbiterio.
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Pregunta: D. Leonardo, ¿cuándo le comunicaron que había sido elegido nuevo Obispo de la Diócesis de Ourense? ¿Y qué es lo primero que pensó?
Respuesta: En la tarde del día 29 de noviembre estaba dando una clase de Fenomenología de la Religión en el Instituto Superior de Ciencias Religiosa, sonó mi móvil – me había olvidado de apagarlo – y una voz, en italiano se puso en contacto conmigo. De inmediato pensé que me estaban gastando una broma. ¡Era el Sr. Nuncio! Con un gran sentido del humor insistió en que - ¡da vero! -  era el Nuncio de Su Santidad en España y quería hablar conmigo. Concertamos la entrevista, que fue al día siguiente por la tarde.
Después de aquella llamada procuré mantener la compostura y regresé al aula para finalizar la lección. No fue fácil.
Al día siguiente, ya en Nunciatura, cuando el Sr. Nuncio me entregó la carta en la que el Santo Padre me nombraba obispo de Ourense, mi reacción debió de ser un tanto especial porque Mons. Renzo Fratini, me trató con mucha cordialidad y afecto, me animó y me manifestó que no tuviese miedo, que había muchas personas rezando por mí y que le diese gracias al Señor por la confianza que el Santo Padre había puesto en mí para confiarme ese ministerio.
Los días posteriores a aquel encuentro fueron especialmente difíciles. Silencio y oración, ni siquiera pude manifestar mi desconcierto a mi confesor. Durante esos días lo que más me ayudó para mantener el ritmo de mi trabajo cotidiano fue recurrir a la Virgen por medio de jaculatorias y pedirle –con pequeñas oraciones de suplica- que me ayudase a querer la voluntad del Señor sobre mi vida, porque me sentía indigno de ese ministerio que estaba muy lejos de cualquiera de los proyectos humanos que en aquel momento pasaban por mi mente.


P:
En sus primeras declaraciones, tras hacerse público su nombramiento, Vd. se dirigió a los sacerdotes de la Diócesis de Ourense diciendo: “es mi deseo que mi casa sea Casa de la Iglesia, abierta a todos y a cada uno de vosotros para compartir vuestras preocupaciones y alegrías”. ¿Qué espera Vd. de los sacerdotes del Presbiterio de Ourense?
R: Aquellas palabras, casi sin pesarlas, salieron de forma inmediata de lo más íntimo de mi corazón. Volvería a repetirlas. De los sacerdotes del Presbiterio de Ourense, al que ya afectivamente pertenezco, espero su oración y ayuda. Estoy seguro que cuento con ello. En este mes y medio me lo hicieron saber de muchas maneras. Incluso los seminaristas. Contando con la gracia de Dios, ellos tienen que ayudarme a ser un buen pastor para que pueda servirles como la Iglesia quiere que les sirva.

P: Vd. también quiso dedicar unas palabras a los sacerdotes ancianos y enfermos, confiando su ministerio episcopal a sus “oraciones y dolores”. Hay sacerdotes que al jubilarse piensan que ya no son útiles para la Iglesia. ¿Qué les diría vd.?
R: El ministerio sacerdotal es un regalo que el Señor concede a la Iglesia en alguno de sus hijos, ¡no nos lo merecemos! ¡es un don de Dios! Una vez que hemos sido llamados, se ha realizado en nosotros una transformación ontológica de tal calado que, ni en vacaciones, ni en la jubilación… dejamos de ser sacerdotes. Nos falta la suficiente visión sobrenatural para comprender este prodigio del amor de Dios a la humanidad. Por otra parte, el sacerdote anciano o enfermo ejerce dentro del Presbiterio Diocesano un servicio cargado de una gran riqueza porque a su ministerio le añade la fecundidad del dolor y de la pobreza radical que uno experimenta cuando nota que le faltan las fuerzas; en ese momento se es más “otro Cristo” porque hay una mayor identificación con el Crucificado. Tenemos que ayudar a nuestros sacerdotes ancianos y enfermos para que descubran, si no lo han hecho, que su ministerio es hoy más fecundo, apostólicamente, que cuando andaban de parroquia en parroquia, con prisas, atendiendo las infinitas tareas de la labor pastoral.


Foto: Miguel Castaño
P: Su ministerio sacerdotal ha estado muy ligado a los Seminarios Menor y Mayor de Santiago, como formador y profesor. ¿Cuál es la importancia del Seminario dentro de una Diócesis?
R: Hace algunos años escuché una definición del Seminario como “matriz del Presbiterio Diocesano”. Sinceramente creo que es una bella metáfora. Necesitamos cuidar mucho estas instituciones diocesanas, quizá hoy más que antes, porque la educación y la formación integral de los niños y de los jóvenes han experimentado un grave deterioro. Si ese receptáculo materno, que mencionaba antes,  está enfermo o deteriorado ¡no habrá vida! De igual modo acontece con el Seminario. Es necesario cuidarlo, mantenerlo vivo y esta nos sólo es tarea del Obispo y de los Formadores, sino de todos los sacerdotes y laicos comprometidos. Quien se desentienda de esta realidad, tarde o temprano se volverá estéril aunque se mueva mucho y vaya de un lugar para otro haciendo “cosas”. La pastoral vocacional es algo que debe brotar de todo corazón enamorado de su propia vocación. Se podría afirmar que el termómetro más efectivo de nuestra vida sacerdotal está en la vibración apostólica que ponemos a la hora de rezar, buscar, descubrir y acompañar las vocaciones al ministerio ordenado.

P: ¿Por qué ha escogido como lema episcopal “Omnia in Caritate”?
R: ¡El “Caritate” es con mayúscula! No es tanto la virtud teologal de la caridad, cuanto la misma realidad de Dios que es Amor – Caridad -, de ahí que el cristiano debe realizar todo en Dios, con Dios y por Dios. Esa es la clave del éxito apostólico.


P: ¿Cuáles son los mejores recuerdos que se lleva de esta Archidiócesis de Santiago?
R: ¡Son incontables! Pero si me apura, tendría que decirle que el recuerdo más grato, sacerdotalmente hablando, ha sido la labor callada realizada en el confesonario, tanto en la parroquia de San Fernando como en la Catedral Compostelana. El haber asistido a momentos de auténticas conversiones personales. Es lo más gratificante que nos podemos imaginar, que el Señor se sirva de nuestra pobreza para hacer llegar la gracia de su perdón a tantos hermanos   y   hermanas   que   andan    a   la búsqueda del rostro de Dios y éste se hacer ternura infinita en el Sacramento de la Alegría. Me gustaría poder dedicar algo de mi tiempo, a lo largo de la semana, a confesar en la catedral de Ourense. Me esforzaré por lograrlo.
Muchas gracias, D. Leonardo, por dedicar una parte de su tiempo a responder estas preguntas. Gracias por su testimonio sacerdotal y por su trabajo infatigable en nuestra Archidiócesis. Que el Señor bendiga su ministerio episcopal en la Diócesis de Ourense.

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