
Al llegar a Éfeso, además de encontrar a sus conocidos Áquila y
Priscila, se encontró con Agabo. Este, de origen alejandrino, dominaba
las Sagradas Escrituras, y había sido instruido en el camino del Señor,
aunque no conocía más que el bautismo de Juan. Fue por ello que Áquila y
Priscila le expusieron con mayor exactitud el camino del Señor. A
partir de entonces, sirvió de provecho a cuantos habían creído, pues,
con su gran dialéctica, rebatía a los judíos, demostrando, por las
Sagradas Escrituras, que Jesús era el Mesías esperado, el salvador del
hombre.
En unos momentos en que Apolo estaba en Corinto, Pablo se encontró en
Éfeso con unos discípulos, a los que preguntó si habían recibido el
Espíritu Santo, cuando accedieron a la fe. Respondieron que nunca habían
oído hablar del Espíritu Santo, pues habían recibido solo el bautismo
de Juan. Entonces Pablo les explicó la diferencia entre uno y otro
bautismo; e, imponiéndoles las manos, les transmitió el Espíritu Santo,
de modo que empezaron a hablar en lenguas, según el Espíritu Santo les
daba a entender.
José Fernández Lago
pastoralsantiago.es
Foto: Miguel Castaño