Las elevadas cifras de fallecidos que se ha cobrado la pandemia
subraya aún más si cabe la tarea casi “sagrada” del cuidado a los
mayores. Una de las congregaciones cuyo carisma en la Iglesia se enfoca
al “ejercicio de la caridad con los ancianos más vulnerables,
acogiéndolos en un ambiente de familia y atendiendo todas sus
necesidades: materiales, de afecto y espirituales” es la de la
Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Movidas por el desvelo hacia
sus usuarios, han reforzado al máximo las medidas sanitarias de
protección en su Residencia de Caldas.
“Hemos tenido muchísima suerte”, comenta la Madre Anatolia, superiora
de la Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de
Caldas de Reis. “En los primeros días del mes de marzo se constiparon
dos hermanas y ocho ancianos”. Así comenzó una odisea con bastante
cobertura mediática y miedo en el cuerpo. Una de las doctoras que
colabora con la Institución, les animó a pedir los test del coronavirus
de inmediato. Con 77 residentes, 7 religiosas y 30 personas de
plantilla, no podían arriesgarse. Era una mañana de domingo.
Esa misma tarde, el Servicio de Medicina Preventiva de Pontevedra
trajo ya las pruebas. Detectaron la gripe A; se procedió igualmente al
aislamiento de los enfermos. Quedaban dudas en la muestra tomada a una
anciana, que acabó dando positivo de covid-19. “Inmediatamente nos
pusimos a comprar el material sanitario”, relata la superiora. Gestiones
complejas en Vigo y Madrid; material inservible que hubo que devolver,
en algún caso… Una auténtica odisea.
Las visitas se cerraron desde el primer momento. Y así siguen. En
confinamiento. El ritmo normal de la casa continúa. La anciana se
recuperó bien, aunque le costó un poco el aislamiento riguroso de 15
días. “Los empleados también se portaron muy bien”. Las pruebas del
resto de internos, de las religiosas y del personal dieron todas
“negativo”.
Las familias de los mayores también lo pasaron muy mal al principio.
Ante el revuelo mediático suscitado por el caso de coronavirus, llamaban
con gran preocupación al centro. Se iban descartando el que su pariente
estuviese infectado, pero el temor a los contagios se convertía en
angustia. “Ahora, gracias a Dios, ya están todos más tranquilos”, añade
la religiosa.
“Los primeros días les costaba no poder salir. La casa está muy
céntrica y solían dar una vuelta por el pueblo. Ahora ya se han
adaptado”. El seguimiento llevado a cabo desde el Hospital pontevedrés
de Montecelo atestigua la tranquilidad reinante a estas alturas. Pero
aconsejan no bajar la guardia. Con ese mismo centro, las religiosas han
gestionado en envío de unas “Tablet”, con las que los ancianos y sus
familias pueden comunicarse de un modo divertido. Se hablan. Se ven. Un
detalle que aumenta la tranquilidad y la confianza dentro y fuera de la
Residencia.
pastoralsantiago.es
Foto: Miguel Castaño