"Quiero expresar mi profundo
dolor y perplejidad al leer algunos artículos en los que se critica
duramente a los sacerdotes que no han abierto los templos durante las dos semanas de duro confinamiento. Esos comentarios no ayudan a vivir la comunión. Los sacerdotes han querido respetar las normas para evitar que se extienda el coronavirus",
afirma el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y
presidente de los obispos españoles, en un artículo publicado en La Vanguardia y otros medios, el pasado lunes.
En España cada diócesis tomó una decisión distinta, aunque todas
dispensaron a los fieles de la obligación de acudir a misa dominical.
La mayoría hace ya más de un mes que decretó que no se celebraría el
culto público, aunque manteniendo las puertas abiertas (o entornadas)
para recibir a quien acudiese, por lo que muchas misas se han celebrado
con 4 o 5 feligreses. Algunas, más estrictas, decidieron que además se
cerrarían los templos, volcando en Internet y el teléfono todo su
servicio. Otras, muy pocas, intentaron mantener el culto público
prometiendo que sería "con estrictas medidas" de prevención y
distanciamiento.
En todas las diócesis, con el templo más o menos cerrado, los sacerdotes católicos han seguido ofreciendo el sacrificio eucarístico cada día.
La edad media de los sacerdotes en España es de 65 años, lo que les
convierte en población de riesgo, y Jorge López Teulón, sacerdote de la
diócesis de Toledo, que rastrea noticias sobre clérigos fallecidos
durante la pandemia, registra en su blog ya 111 fallecimientos (entre sacerdotes y religiosos y religiosas).
Omella detalla en su texto que "desde el primer momento, los sacerdotes y diáconos se han prestado voluntarios
para ir a hospitales, tanatorios y residencias. Sin embargo, no siempre
han podido llevar a cabo este servicio de asistencia espiritual in situ, porque las autoridades sanitarias no nos permitían acceder a estos centros al no contar con suficientes equipos de protección individual (EPI). Afortunadamente, esta situación va poco a poco cambiando y nuestros sacerdotes empiezan a contar con EPI".
Recuerda también que son las familias de los enfermos los que deben notificar al hospital que solicitan la visita del capellán.
En lo que respecta a la diócesis de Barcelona, anuncia que "iniciaremos una nueva etapa de progresiva apertura", asesorándose sobre las medidas a tomar con la asociación de Médicos Cristianos de Cataluña.
(Hay que recordar que no existe una asociación española de médicos
cristianos, algo que en Portugal, por ejemplo, existe desde hace más de
un siglo).
Publicamos a continuación el texto completo del cardenal Omella.
Hombres de carne y hueso
por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona
Esta semana, todavía en plena adaptación al nuevo panorama que ha
provocado la pandemia del coronavirus, observamos como nuestras rutinas
se han alterado en todos los ámbitos de nuestra vida.
El decreto de confinamiento total y las recomendaciones del Gobierno
también han modificado enormemente el día a día de la Iglesia. Las decisiones que hemos tomado han obedecido únicamente a contribuir a que los efectos nefastos del coronavirus se atajaran.
Algunos templos han sido cerrados para evitar contagios, aunque la
actividad y servicio espiritual no ha cesado gracias a las nuevas
tecnologías y, sobre todo, gracias a nuestros sacerdotes que no han dejado de remar en medio de esta convulsa tempestad.
Por ello, quiero agradecer públicamente la ingente labor y entrega generosa de nuestros sacerdotes y diáconos,
que están llevando esta nueva situación con diligencia, una situación
nada fácil de gestionar. En este momento, tengo muy presentes a nuestros
hermanos sacerdotes que han fallecido y a los que aún siguen ingresados
o en cuarentena.
Del mismo modo agradezco los calurosos mensajes de ánimo y de apoyo
de muchos ciudadanos a la labor de estos hombres de carne y hueso, que
inmerecidamente hemos recibido el don del ministerio sagrado para
trabajar al servicio humano y espiritual de las personas. Agradezco a
todos los ciudadanos su solidaridad con los más vulnerables y su
esfuerzo por respetar las normas para evitar la propagación del virus.
Sin embargo, también quiero expresar mi profundo dolor y perplejidad al leer algunos artículos en los que se critica duramente a los sacerdotes
que no han abierto los templos durante las dos semanas de duro
confinamiento. Esos comentarios no ayudan a vivir la comunión. Los
sacerdotes han querido respetar las normas para evitar que se extienda
el coronavirus.
Conviene puntualizar que la diócesis de Barcelona en ningún momento
ha decretado el cierre de los templos. En cambio, sí que se acordó prohibir las celebraciones litúrgicas públicas y, por ello, se dispensó a los fieles de la obligatoriedad del precepto dominical.
Quiero destacar que esta misma medida ha sido tomada por la Iglesia en todos los países
afectados por esta pandemia. Cuando el confinamiento se hizo más
estricto se recomendó, pero no se impuso, el cierre de las iglesias, si
en las mismas no se podían garantizar las medidas higiénicas exigidas
por las autoridades sanitarias. De hecho, algunos templos cerraron y
otros siguieron abiertos.
Desde el primer momento, los sacerdotes y diáconos se han prestado
voluntarios para ir a hospitales, tanatorios y residencias. Sin embargo,
no siempre han podido llevar a cabo este servicio de asistencia
espiritual in situ, porque las autoridades sanitarias no nos
permitían acceder a estos centros al no contar con suficientes equipos
de protección individual (EPI). Afortunadamente, esta situación va
poco a poco cambiando y nuestros sacerdotes empiezan a contar con EPI.
Recuerdo a las personas ingresadas y a sus familiares que para acceder
al servicio de atención espiritual en el centro sanitario, según el
protocolo de las autoridades, han de hacer dicha petición al personal
sanitario del centro.
A pesar de ello, la labor social y espiritual realizada por los sacerdotes no ha cesado. Se están atendiendo muchos comedores parroquiales,
se han activado múltiples iniciativas para ofrecer las celebraciones
litúrgicas a través de los medios de comunicación y de las redes
sociales, se han puesto en marcha teléfonos, correos electrónicos, etcétera, a disposición de quienes necesitasen atención espiritual, escucha
o hacer cualquier tipo de consulta… Incluso se han llevado a cabo
ejercicios espirituales y horas santas online. Desde la distancia, ha
sido posible acompañar a las personas confinadas en sus hogares, los
cuales se han convertido en pequeñas iglesias domésticas.
Tras estas dos semanas de total confinamiento, iniciaremos una nueva etapa de progresiva apertura. Se irá valorando la conveniencia de dejar abiertos los templos –donde sea posible– para que quien lo desee pueda entrar a rezar, hablar con un sacerdote o recibir el sacramento de la confesión, siempre con la máxima prudencia,
siguiendo los criterios de las autoridades sanitarias y escuchando lo
que nos indican los técnicos y expertos que nos asesoran.
A este respecto, me gustaría añadir que se ha creado una comisión ad
hoc, con la participación de Metges Cristians de Catalunya, con el fin
de asesorar a nuestra diócesis en este lento camino hacia la normalidad.
Una vez más agradezco a todo el personal sanitario su valioso
trabajo. No quiero olvidarme de agradecer también la importante
actividad de empresas y trabajadores de otros sectores que hacen
posible, con su trabajo diario, que podamos cubrir las necesidades
básicas y vivir estos días con cierta normalidad, a pesar de todo.
Queridos hermanos y hermanas, gracias por vuestro amor y cuidado a
los sacerdotes, hombres frágiles de carne y huesos que llevan a Dios.
Todas las homilías del cardenal Omella durante el confinamiento se pueden consultar aquí en la web del arzobispado de Barcelona
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