¡No seamos incrédulos y duros de corazón! Tal vez no hayamos visto en persona a Jesús resucitado, pero no debemos olvidar que Él dijo que bienaventurados aquellos que creamos sin haber visto. Extendamos la mano y tocaremos a Cristo en el que tenemos al lado. Cristo no se entrega a medias. ¡Se entrega del todo! Creamos, confiemos, esperemos en Él.

Brenda RobledoEres real  https://youtu.be/sKzvQ9Mh_Dw

Nos escribe Chus Villarroel«Todos deseamos que este azote se acabe pronto. La promesa aquí se concentra en el hallazgo de una vacuna que nos libre definitivamente de este parásito. Mientras tal remedio no se encuentre estamos sometidos y hechos esclavos de un poder mortífero que es amenaza universal. Nadie sabe cómo salir de ello, nadie tiene el poder. Nuestra esperanza está en la ciencia pero hoy por hoy ésta, sufre una derrota humillante. El cristiano participa con todos los demás humanos en este deseo y en esta esperanza, y trabaja codo a codo con los demás. Es más, han sido hombres y mujeres cristianos los que han encontrado más vacunas y remedios contra otras epidemias pasadas. Si pones en el buscador de Google «científicos cristianos», te asombrarás de lo que te cuenta. Ahora bien, además de esto, el creyente interpreta al mundo y toda la historia desde una perspectiva de esperanza nueva. Es la esperanza que da la certeza de que toda la historia tiene sentido, que no hay flecos que se escapen, que Dios dirige la historia hacia un fin, y ese fin o plenitud es Jesucristo resucitado. Todo lo que ha sido creado tiende hacia ese fin, en ese fin está la promesa definitiva, es el Señor que nos aguarda.

Imaginamos el asombro de los ancianos y fariseos viendo a Pedro y a Juan, hombres sin instrucción ni letras, hablar con la valentía que lo hicieron y pronunciando palabras nunca oídas: ‘Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que este paralítico ha sido curado por la fuerza y en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por ese nombre y no por ningún otro se presenta este aquí sano delante de vosotros. Jesús es la piedra angular, que vosotros los constructores habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay en el cielo ni debajo del cielo otro nombre en el que nosotros debamos ser salvos, distinto del de nuestro Señor Jesucristo’. En este maravilloso kerigma se fundamenta la esperanza cristiana. Todas las generaciones desde hace dos mil años se han felicitado la Pascua el día de resurrección diciéndose los unos a los otros -y sintiéndolo en el corazón- que Jesús vive, es el Señor, ha resucitado. No se nos ha dado otro nombre; ni existe otro nombre alguno por el que seamos salvos.»
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