“¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”.
Me encanta este momento del evangelio. En él creo que se ve bien el
sentido del humor del Señor, que muestra también en otros momentos de su
vida. Imaginemos la escena por un momento: Jesús, que acaba de pasar
por toda la Pasión, el gran protagonista, les pregunta a estos
discípulos desanimados de qué están hablando, y cuando ellos contestan: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?”, Jesús les dice: “¿Qué?”. Como
si no lo supiera, ¿verdad? Claro que lo sabe, pero nosotros necesitamos
sacar lo que llevamos dentro y abrirnos a la vida nueva que nos quiere
regalar. Cristo ha resucitado, ¡despertemos!
Kairy Márquez, interpretado con José Ibáñez – Despertar https://youtu.be/6WepjNvfYnA
Nos escribe Chus Villarroel: «A
mí se me han muerto de Coronavirus tres compañeros muy cercanos. Ya los
veo a la luz de la Pascua. Sin embargo, sus cadáveres siguen trenzando
su danza macabra del hospital a la morgue, de la morgue a la funeraria y
de esta al cementerio. Después de días, no sabemos cuándo terminará
este baile espectral que nos hace daño y nos haría todavía más si no
estuviéramos seguros de que su espíritu ya pertenece a la nueva
creación, a la espera de que su cuerpo resucite también. En otros
momentos, pedimos a Dios que nos aumente la fe para decir con pasión
como la Magdalena: Rabbuní.
Jesús se apareció a ella la primera y de una manera especial,
saltándose todos los protocolos y jerarquías. Lo políticamente correcto
es que Jesús se hubiera aparecido a Pedro y a los apóstoles; pero se
saltó lo correcto para dar rienda a su corazón. ¿Qué le ofrecía la
Magdalena? Su cariño, un agradecimiento humano y la pena por una muerte
tan trágica. ¿Basta este cariño para distinguir al Resucitado del
hortelano? ¿Vale para algo esa psicología? Sí, ese ardiente deseo de
Cristo le valió a la Magdalena. Ahora bien, sólo con eso nunca hubiera
llegado a superar al hortelano. Se necesita un toque de gracia, un toque
de luz, para entrar en el nivel del conocimiento espiritual. Cuando no
tenemos ese toque del Espíritu Santo, nos quedamos en las razones
humanas, en las casualidades humanas, en la historia puramente
humana. El Espíritu, como después al apóstol Tomás, le hizo ver algo
inenarrable, algo divino que ella expresó con la palabra Rabbuní. Santo Tomás lo hizo con la oración más bella de toda la Biblia: “Señor mío y Dios mío”.
Es el mismo grito en los dos, expresando de distinta forma un mismo
contenido. Jesús le dijo: “No me toques, no me puedes tocar, porque yo
ya estoy en otra dimensión”. Palabras consoladoras porque indicaban que
en la nueva dimensión también habrá palabra, cariño y amistad. Qué
bonito pensar que en la nueva dimensión también habrá identidad y
sabremos quién es cada cual.»
Montse de Javier · Comunidade Caná
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