Siempre que nos reunimos para celebrar la Eucaristía, conmemoramos la
Cena del Señor y el memorial de su pasión, a la espera de su venida
gloriosa, al final de los tiempos. Pero celebrar la Santa Misa el Jueves
Santo es celebrar, por decirlo así, el aniversario de su Institución y
del comienzo de la Nueva Alianza, mediante la sangre de Jesús. Y, como
Jesús se propuso permanecer con nosotros en la Eucaristía hasta el final
de los tiempos, constituyó a sus apóstoles sacerdotes de la Nueva
Alianza, para que realizaran en memoria suya lo que él acababa de hacer.
Todo esto lo hizo Jesús como expresión de amor a los seres humanos. Por
ello en este día del Jueves Santo conmemoramos una triple celebración:
el día de la Eucaristía, el día del Sacerdocio y el día del Amor
Fraterno.
El «Amor fraterno» tiene este año unas connotaciones nuevas: En la
actual situación del Corona Virus, no podemos menos que considerar de
modo especial a cuantos están sufriendo con más intensidad esta pandemia
y a todos aquellos que se encargan de su atención de modo directo,
poniendo en peligro sus vidas para asistir convenientemente a sus
semejantes, demostrando de ese modo su solidaridad y misericordia con
los que sufren. De estos hemos de aprender el ejemplo que nos dan, como
expresión de su caridad en favor de nuestros hermanos.
Las lecturas de la misa de esta jornada muestran la cercanía de Dios
al pueblo creyente, con el que hace alianza y al que transmite su amor.
Jesús nos amó hasta el extremo, tal como recoge San Juan en su
Evangelio. Su cuerpo entregado, nos purifica de nuestras culpas; y su
sangre derramada, nos protege de todo mal.
Al final de la celebración litúrgica, Jesucristo, en el sacramento de
la Eucaristía, solía continuar sobre el altar, en lugar de ser llevado
al sagrario. Después de los cantos de rigor y de las oportunas
incensaciones, solía llevarse en procesión hasta el monumento. Sin
embargo este año, por lo insólito de las circunstancias que nos aquejan,
se reservará en el sagrario, donde permanecerá hasta el Viernes Santo,
día en que no hay Misa, pero sí comunión.
José Fernández Lago
pastoralsantiago.es