Reflexionar es fundamental para las personas, jóvenes y
adultas. El confinamiento domiciliario resulta una ocasión propicia para
detenerse, observar con calma y descubrir la lucidez. Todo un ejercicio
de espera, aprender que todo necesita su tiempo para madurar hasta el
momento en que pueda ser compartido. Reflexionar ahorra muchos
sufrimientos, mejora la toma de decisiones y filtra nuestros
pensamientos y emociones, depurando la crítica sobre lo ajeno y lo
propio también, produce una sabia amistad con la prudencia y la verdad,
nos hermana con la honestidad y la paciencia, higieniza el pensamiento y
libera de lo irracional para dar paso a la sencillez del vivir,
construyendo una especial sabiduría sobre nosotros mismos. Cuando se
hace habitual compañera de camino, abre las puertas de la empatía,
haciéndonos capaces de ponernos en la piel del otro. Lo apuntaba muy
sabiamente J.K. Lavater: “Si quieres ser sabio, aprende a interrogar
razonablemente, reflexionar frecuentemente, escuchar atentamente,
responder serenamente y callar cuando no tengas nada que decir”.
Padre Roberto
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