Así es, nadie puede suplantarnos a la hora de vivir nuestra
propia vida. Cuando alguien está pasando un duelo y sentimos compasión o
cuando nos alegramos por el éxito de otra persona, no lo vivimos en su
lugar, no es posible. Para conseguir metas o para superar duelos, no
hay otro camino que el de movilizarse y afrontar la propia vida llena de
retos, obstáculos, problemas y logros también. Movilizarse es un
desafío continuado, que necesitamos desarrollar como fuerza de voluntad
para aprender, para saber, para crecer, para buscar y es, en ese empeño,
donde descubrimos también cómo los desafíos contribuyen al
crecimiento. Al desarrollar todas las fuerzas que hay en nosotros para
seguir avanzando, nos beneficiamos personalmente de ella y al
recuperarla vemos cómo se multiplica. Tener que quedarse en casa para
evitar la propagación de un virus es una experiencia que muchas personas
comienzan preparadas física y psicológicamente, mentalizadas, con
suministros; sin embargo, otros lo inician abatidos y tristes,
resignados o contrariados, con pocas fuerzas, “ateos prácticos”, pero
arrancan con una especie de atracción irresistible que ellos mismos
relatan, sin una motivación específica y, a través del silencio
gratuito, de la hospitalidad inesperada, del esfuerzo físico, de la
alegría espontánea, de los gestos vecinales solidarios… se movilizan y
van comprobando como la tierra es digna de ser habitada por el ser
humano y el ser humano puede ser habitado por Dios.
Padre Roberto
pastoralsantiago.es