Las cualidades del objeto de nuestra fe no necesitan ser
demostradas. Creer en uno mismo es necesario para ello y cuando creemos
en nosotros no necesitamos ninguna aprobación o desaprobación externa.
Cuando creemos en el otro, los otros, los demás como personas, tampoco
necesitamos que nadie o nada nos lo demuestre, tenemos la seguridad y la
confianza que es así, tal y como lo percibimos e incluso que puede
superar nuestras expectativas. No consiste en sentarse esperando que
llegue algo que deseamos y de lo que nos consideramos merecedores, sino
que despierta en el creyente la acción hacia todas las realidades
positivas de la historia donde Dios está afirmándose, acción hacia las
realidades negativas de la historia en las que se niega Dios para
transformarlas. Confiar es una tarea apasionante y llena de
descubrimientos, también cuando se logra algo o la realidad se torna muy
compleja o no se ve la meta. Pero sabemos que está ahí, que nos atrae y
que nos aporta felicidad y otros beneficios.
Padre Roberto
Foto: Miguel Castaño