

- El documento es de muy fácil lectura y comprensión. ¿Podría hablarnos de las claves más importantes?
- Además de una introducción, el documento está dividido en siete
partes. En la introducción establecemos cuál es la finalidad de este
trabajo: Ante el debate que últimamente se ha reavivado acerca de la
vida humana, la eutanasia y el suicidio asistido, queremos una mirada
esperanzada sobre el final de esta vida. Pretendemos ayudar con
sencillez a buscar el sentido del sufrimiento, acompañar y reconfortar
al enfermo, llenar de esperanza el momento de la muerte, acoger y
sostener a su familia y seres queridos e iluminar la tarea de los
profesionales de la salud. Por eso lo hemos titulado “sembradores de esperanza”.
- ¿Cuál es la peor patología espiritual de nuestra sociedad?
- Pienso que uno de los grandes males de nuestra sociedad occidental
actual es la soledad. El Papa Francisco ha hablado muchas veces del
individualismo exacerbado de nuestra sociedad y la necesidad de promover
una cultura del encuentro. Esto se da de modo particular en el mundo de
la enfermedad. En el imaginario colectivo del enfermo no aparece el
problema de la soledad. No en el sentido de ausencia de personas: las
hay, entrando y saliendo de la habitación del enfermo y haciendo cosas,
así como la presencia y la atención de la familia. Es algo que podríamos
llamar más bien “soledad vital”: el enfermo debe hacer frente a la
crisis interior que le está produciendo su enfermedad sin tener alguien
en quien apoyarse para ese proceso anímico, que hemos llamado la
búsqueda de sentido.
» Con los medios actuales, curamos ya bastantes veces, y podemos
aliviar siempre. Pero esa eficacia técnica nos ha hecho olvidar la
última parte, consolar. Esa palabra se refiere en primer lugar la
compañía que aporta calor humano a la situación de enfermedad, y hace
más llevadero el sufrimiento.
» El acompañamiento fundamental lo proporciona ante todo la propia familia y el entorno de amistades del paciente.
También el personal sanitario está llamado a prestar esta compañía.
Este es un aspecto en el que aún tenemos que mejorar. Este
acompañamiento, así como la asistencia espiritual cuando el paciente lo
requiere, pueden ayudarle a afrontar la crisis que supone la situación
de enfermedad y resituarse ante este desafío, madurando como persona y
profundizando en el sentido de la propia vida.
- ¿Qué cree que puede haber detrás de las campañas a favor de la eutanasia?
- La cuestión de la eutanasia no es principalmente un asunto de orden médico o religioso, aunque evidentemente entra de lleno en estos ámbitos. Es primariamente una cuestión antropológica e ideológica.
En el fondo nos encontramos ante una determinada concepción del ser
humano y sus implicaciones familiares y sociales y un concepto de
libertad concebida como voluntad absoluta desvinculada de la verdad
sobre el bien. Se manifiesta la dificultad de encontrar un sentido al
sufrimiento y el modo de encajarlo en el recorrido vital de las
personas, y las consecuencias que estos planteamientos tienen sobre el
modo de entender las relaciones sociales, la responsabilidad política y
su repercusión en el ámbito sanitario.
- En realidad, ¿de qué hablamos cuando hablamos de eutanasia?
- En el debate público sobre la eutanasia, la terminología se ha
vuelto en ocasiones compleja, de modo que se ha llegado a oscurecer el
tema sobre el que se discute. Por este motivo, hay que clarificar el
significado de las palabras y expresiones.
» Según la definición de la Organización Mundial de la Salud y de la
Sociedad Española de Cuidados Paliativos, la eutanasia es la provocación
intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad
avanzada o terminal, a petición expresa de esta, y en un entorno médico.
La eutanasia se considera como un modo de homicidio, que se da
normalmente por compasión y en el contexto de una enfermedad.
» La Encíclica Evangelium vitae
de san Juan Pablo II define la eutanasia como “la acción u omisión que
por su naturaleza e intencionadamente causa la muerte con el fin de
eliminar el dolor. La eutanasia se sitúa en el nivel de las intenciones o
de los métodos empleados” (n. 65).
» Al decir “intencionadamente” se quiere afirmar que no existe
eutanasia si no hay voluntad de provocar la muerte. Que un paciente
fallezca como consecuencia de una intervención médica arriesgada no es
eutanasia, si ninguno de quienes intervinieron en ella pretendía que el
enfermo muriera.
- Si hablamos de economía... ¿sale más barata la eutanasia que el cuidado integral?
- El cuidado integral del enfermo conlleva la dedicación personal de
sus familiares y amigos, la entrega esmerada de los profesionales de la
salud y del ámbito sanitario, la atención de personas, voluntariado,
instituciones. No solo es una cuestión de recursos sanitarios,
materiales, económicos. Es la entrega de la propia vida en el cuidado y
promoción de los que sufren. Pero es algo que merece la pena y que nos hace crecer como personas y como sociedad.
» Cada ser humano descubre de algún modo a qué está llamado en su
vida (con todas las posibles variaciones y situaciones psicológicas que
acompañen ese descubrimiento). Como afirma el Papa Francisco: “Quiero
recordar cuál es la gran pregunta: Muchas veces, en la vida, perdemos
tiempo preguntándonos: ‘Pero, ¿quién soy yo?’. Y tú puedes preguntarte
quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate:
‘¿Para quién soy yo?’. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas
también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones,
dones y carismas que no son para ti, sino para otros” (Christus vivit, 286).
» Si se acepta este sentido de una vida para los demás, se afrontan
con esperanza las molestias y cansancios que comporta esta entrega
vital.
- ¿Qué es una muerte digna?
- En el documento incluimos una serie de elementos que entendemos que
pertenecen al derecho a morir con dignidad. Entre estos elementos
señalamos: el derecho a no sufrir inútilmente; el derecho a que
se respete la libertad de conciencia; el derecho a conocer la verdad de
su situación; el derecho a participar en las decisiones acerca de las
intervenciones a que se le haya de someter; el derecho a mantener un
diálogo confiado con los médicos, familiares, amigos y personas de los
ambientes donde ha desarrollado su vida; el derecho a que sea respetada
su privacidad y la presencia y trato con sus familiares; el derecho a
dejar resueltos los asuntos que considera fundamentales para su vida; el
derecho a recibir asistencia espiritual.

- Uno de los derechos del enfermo es el de no sufrir de modo innecesario durante el proceso de su enfermedad. Pero la
experiencia nos muestra que el enfermo, especialmente el enfermo en
fase terminal, experimenta, además del dolor físico, un sufrimiento
psíquico o moral intenso, provocado por la colisión entre la proximidad
de la muerte y la esperanza de seguir viviendo que aún alienta en su
interior. La obligación del profesional sanitario es suprimir la
causa del dolor físico o, al menos, aliviar sus efectos y en la medida
de lo posible su sufrimiento psíquico colaborando con la familia.
» Frente al dolor físico, el profesional de la sanidad ofrece la
analgesia; frente a la angustia, ha de ofrecer consuelo y esperanza,
frente a la soledad ha de procurar que no falte el acompañamiento de los
seres queridos y la atención esmerada de los profesionales de la salud. Para
los creyentes, el cuidado de la dimensión espiritual y trascendente es
particularmente importante y por eso debe ser ofrecido también en las
instituciones sanitarias. La idea recurrente del dolor como problema
intratable que forzaría a la eutanasia no se ajusta a la realidad:
siempre existe la posibilidad de abordarlo, aunque en algunos casos sea
solo con el recurso extremo de la sedación paliativa.
- Cuando una persona está al final de su vida,
tras un proceso largo de enfermedad ¿es lícita la sedación? ¿Podría
explicarnos en qué consiste la sedación paliativa?
- La cercanía de la muerte no es razón suficiente para aplicar una
sedación paliativa. Su indicación tiene que ver con la aparición de
síntomas que son refractarios a un tratamiento efectivo y producen
sufrimiento en el enfermo. La práctica clínica revela que, en
situaciones de enfermedad incurable, avanzada e irreversible, con un
pronóstico de vida limitado o bien en situación de agonía, pueden
aparecer síntomas refractarios, que se resisten al tratamiento indicado
para controlarlo.
» Para esos casos y con el fin de aliviar su sufrimiento, se emplea
la sedación paliativa: aunque el problema no se pueda tratar en directo,
se puede hacer que el paciente disminuya su nivel de conciencia con
ayuda de medicamentos de modo que no perciba dolor, sufrimiento o
angustia intratables.
» Por tanto, la sedación paliativa es un tratamiento para
situaciones concretas y no generalizadas, en las que hay que saber
administrar la medicación de modo que sea suficiente para sedar, pero no
provoque intencionadamente la muerte. No es una actuación que deba
emprenderse siempre cuando la vida se aproxima a su fin, sino cuando sea
realmente necesario. La cuestión de la licitud del posible acortamiento
de la vida como efecto no deseado de la instauración de la analgesia ya
fue tratada por el Papa Pío XII en 1957, en un discurso al IX Congreso
Internacional de la Sociedad Italiana de Anestesiología, donde afirma
que es lícito recurrir a los analgésicos para el tratamiento del dolor
en los enfermos graves o en situación terminal si no hay otros medios y
si, dadas las circunstancias, ello no impide el cumplimiento de otros
deberes religiosos y morales, aunque de ello se pudiera derivar un
posible acortamiento de la vida del enfermo.
- En el documento se indica que durante la
enfermedad el paciente puede plantearse el sentido de la vida. Pero es
imprescindible el acompañamiento personalizado. ¿Están nuestra sociedad y
nuestra sanidad preparadas para esto?
- Limitaciones y problemas de todo tipo se dan siempre en la vida. Lo que varía es el modo en que las personas los asumen. Esa
diversidad tiene que ver con el planteamiento acerca del para qué de la
vida, el sentido que se le atribuye, muchas veces de modo no plenamente
consciente. El sufrimiento suele tener más relación con el sentido
de la vida que con la intensidad de los problemas de salud (dolor,
discapacidad, síntomas molestos, etc.). En el contexto de vivir
únicamente para disfrutar, las limitaciones son vistas como lo más
negativo e indeseable, contrario a la dignidad humana.
» Sin embargo, en visiones más reflexivas sobre la propia vida, es
muy distinto. Esta otra visión viene marcada por la pregunta sobre “para
qué estoy yo aquí”, o mejor, “para quién estoy yo aquí”. Como
resultado, cada ser humano descubre de algún modo a qué está llamado en
su vida.
» La enfermedad fuerza un parón en la actividad cotidiana y obliga a
reflexionar sobre la propia vida, a resituarse ante esta nueva situación
y a replantearse objetivos. Al atender a los enfermos, es fundamental
tener en cuenta esta faceta que acompaña al enfermar: es un momento de
crisis interior. El enfermo frecuentemente se plantea preguntas de fondo acerca de su vida y precisa ser sostenido y acompañado,
fundamentalmente por sus familiares y seres queridos para que aflore el
sentido profundo de lo que está viviendo y crezca como persona que se
enfrenta a una nueva situación de enfermedad. Se debe tener en cuenta
que, en el caso de enfermedades serias, no aparecen fácilmente
respuestas de sentido. El acompañamiento espiritual y el sentido
trascendente de la vida ayudan a que el enfermo encuentre referencias
fundamentales para abordar la enfermedad y la discapacidad.
ReligiónenLibertad