Continuando su catequesis de los miércoles sobre los Hechos de los
Apóstoles, el Papa comentó en la audiencia general de la Plaza de San
Pedro el capítulo 5, en el que se lee la frase de San Pedro al sanedrín,
tras ser encarcelados y milagrosamente liberados: "Hay que obedecer a
Dios antes que a los hombres".
¿Qué significa esa afirmación? “Yo obedezco a Dios antes que a los hombres es la gran respuesta cristiana", dijo Francisco, y significa "escuchar a Dios sin reservas, sin dilaciones, sin cálculos;
adherirse a Él para ser capaces de una alianza con Él y con aquellos
con quienes nos encontramos en nuestro camino”. Es toda "una clave de
vida cristiana".
Por eso, informa Vatican News,
el mensaje del Papa invitó a pedirle al Espíritu Santo la fuerza de no
asustarnos frente a quien nos manda a callar, nos calumnia e incluso
atenta contra nuestra vida; pedirle que nos fortalezca interiormente
para estar seguros de la presencia amorosa y consoladora del Señor a nuestro lado. Es la clave de la vitalidad de la primera comunidad eclesial: "En el capítulo 5 de los Hechos
la Iglesia naciente se muestra como un 'hospital de campaña' que acoge a
los más débiles, es decir, a los enfermos. Su sufrimiento atrae a los
Apóstoles, que no poseen 'ni plata ni oro', sino que son fuertes en el
nombre de Jesús. A sus ojos, como a los ojos de los cristianos de todos
los tiempos, los enfermos son destinatarios privilegiados del feliz
anuncio del Reino, son hermanos en los que Cristo está presente de modo
especial, para dejarse buscar y encontrar por todos nosotros. Los enfermos son privilegiados para la Iglesia, para el corazón sacerdotal, para todos los fieles. No son descartables: al contrario. Hay que cuidarles, acudir a ellos. Son objeto de la preocupación cristiana".
El Papa indicó que entre los apóstoles emerge Pedro, quien tiene preeminencia en el grupo apostólico por la primacía y la misión recibida del Resucitado:
él pasa entre los enfermos, haciendo "lo mismo" que Jesús, "asumiendo
en sí las enfermedades y dolencias”. Pero Pedro, advierte el Pontífce,
“permite que otro se manifieste", es decir, permite que "el Cristo vivo y
operante" se manifieste a través de él. Esto porque el testigo, de
hecho, “es aquel que manifiesta a Cristo, tanto con las palabras como
con la presencia corpórea, lo que le permite relacionarse y ser una extensión del Verbo hecho carne en la historia”.
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