"Insisto en algo que os he dicho muchas veces: llevad siempre en el bolsillo o en el bolso un pequeño Evangelio para leerlo. Es un encuentro con Jesús, con la Palabra de Jesús".

Francisco ha insistido en esto varias veces desde la ventana donde reza el Ángelus, y volvió a hacerlo este domingo al comentar el pasaje que se leyó en las iglesias de todo el mundo, en el que Jesucristo llama a sus discípulos a una "vigilancia continua": "Velad también vosotros, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre" (Lc 12, 32-48).

Hay que vigilar "para percibir el paso de Dios por la propia vida, porque Dios pasa continuamente en la vida", dijo el Papa: "Se trata de no echar raíces en habitaciones cómodas y seguras, sino de abandonarse, de estar abiertos con sencillez y confianza al paso de Dios por nuestra vida, a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta".

Cuando, además, Jesús dice que tengamos "encendidas las lámparas", nos invita "a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas 'noches' de la vida... La lámpara de la fe exige ser alimentada continuamente mediante un encuentro con Jesús de corazón a corazón en la oración y en la escucha de su Palabra". De ahí la necesidad de acudir con frecuencia al bolsillo al bolso para leerla.

"Nadie puede retirarse de forma intimista en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás", añadió Francisco: "Es una fantasía creer que uno pueda iluminarse interiormente por sí mismo. No, es una fantasía. La fe auténtica abre el corazón al prójimo y alienta la comunión concreta con los hermanos, sobre todo con los que viven en la necesidad".

Otro aspecto de la vigilancia "es estar preparados para el encuentro último y definitivo con el Señor. Todos llegaremos a ese día del encuentro. Cada uno de nosotros tiene una fecha para el encuentro definitivo... La vida es un camino hacia la eternidad y por tanto somos llamados a hacer que fructifiquen todos los talentos que tenemos".

"En esa perspectiva", continuó el Papa, "cada instante se convierte en precioso, por lo que hay que vivir y obrar en esta tierra con la nostalgia del cielo: los pies sobre la tierra, caminar sobre la tierra, trabajar sobre la tierra, hacer el bien sobre la tierra... y con el corazón nostálgico del cielo".
"No podemos comprender verdaderamente en qué consiste esa alegría suprema", concluyó, pero en cierto modo consiste en que "Dios se pondrá a nuestro servicio", como ya hace Jesús ahora, porque "nos mira y reza al Padre por nosotros": "Que el pensamiento del encuentro final con el Padre, rico en misericordia, nos llene de esperanza y nos estimule en el compromiso constante por nuestra santificación y por construir un mundo más justo y fraterno".
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