El Papa Francisco sabe que el encuentro con la Iglesia Ortodoxa Rumana es de gran importancia a nivel ecuménico
y también para tejer alianzas sanas en Europa, precisamente cuando los
ortodoxos mismos se encuentran divididos . La Iglesia Ortodoxa Rumana
tiene en Rumanía, Moldavia y la diáspora entre 17 y 20 millones de seguidores, con unas 15.000 parroquias y otros tantos sacerdotes. Es la segunda mayor iglesia ortodoxa autocéfala en Europa, sólo por detrás de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
De las iglesias que están dentro de la Unión Europea, es una de las más vivas. Un 80 por ciento de los rumanos se declaran ortodoxos en un país donde el 96% de la población declara creer en Dios y un 53% declara que hace donativos regularmente a su iglesia.
Además, en los últimos años esta Iglesia ha aprendido a coordinarse con
otras, y con asociaciones provida y profamilia, para defender los
valores cristianos en el país y en Europa.
Después de comer este viernes, hacia las tres de la tarde el Papa Francisco se reunió con el Patriarca Daniel y con los obispos ortodoxos que dirigen la iglesia en estructura sinodal.
En su discurso, el Papa también ha expresado que los lazos de fe que
les unen se remontan a los Apóstoles y, en particular, “al vínculo que
unía Pedro a Andrés”: “Ellos nos recuerdan que hay una fraternidad de la sangre que nos precede,
y que, como una silenciosa corriente vivificante nunca ha dejado de
irrigar y sostener nuestro caminar a lo largo de los siglos” ha
asegurado el Papa ante los Obispos.
Hablando de las persecuciones a los cristianos, el Papa ha subrayado
que en Rumania, al igual que en tantos otros lugares actuales, han
experimentado la Pascua de muerte y resurrección: “muchos hijos e hijas de este país, de diferentes Iglesias y comunidades cristianas, han sufrido el viernes de la persecución,
han atravesado el sábado del silencio, han vivido el domingo del
renacimiento”. "Es una herencia común que nos llama a no distanciarnos
del hermano”, ha añadido.
Francisco recordó que San Juan Pablo II, hace 20 años, fue el primer Papa que visitaba un país de clara mayoría ortodoxa:
“Contribuyó no sólo al resurgir de las relaciones entre ortodoxos y
católicos en Rumania, sino también al diálogo entre católicos y
ortodoxos en general”.
El Papa ha propuesto una memoria especial: “No la memoria de los males sufridos e infligidos, de juicios y prejuicios, que nos encierran en un círculo vicioso y conducen a actitudes estériles sino la memoria de las raíces.
Los primeros siglos en los que el Evangelio, anunciado con parresia y
espíritu de profecía, encontró e iluminó a nuevos pueblos y culturas;
los primeros siglos de los mártires, los Padres y confesores de la fe,
de la santidad vivida y testimoniada cotidianamente por tantas personas
sencillas que comparten el mismo Cielo”.
Después, ha animado a católicos y ortodoxos a escuchar juntos a Dios, cuando "una globalización uniformadora
ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la
ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una
sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito,
lleva a actitudes de aislamiento y odio”. También es tiempo de
“seducciones de una cultura del odio e individualista”, quizá no tan
ideológica como en la dictadura comunista, pero “más persuasiva e igual de materialista”.
El Padrenuestro, en la catedral ortodoxa
Después de este encuentro, el Pontífice y los obispos ortodoxos acudieron a rezar juntos el Padrenuestro en la gran Catedral Nueva de la Iglesia Ortodoxa en Bucarest. Allí, el Papa Francisco analizó las distintas partes del Padrenuestro en formato de oración.
"Que el pan que pedimos, con su larga historia, que
va desde la siembra hasta la espiga, de la cosecha hasta la mesa, nos
inspire el deseo de ser pacientes cultivadores de comunión, que no se
cansan de hacer germinar semillas de unidad, de dejar crecer el bien, de trabajar siempre al lado del hermano:
sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la
convivencia de las diferencias reconciliadas”, exhortó allí el heredero
de Pedro.
“Queremos elevar, los unos junto a los otros, desde el corazón de
este país, la oración del Padrenuestro. En ella – precisó el Pontífice –
está contenida nuestra identidad de hijos y, hoy de manera particular,
de hermanos que rezan uno al lado del otro. La oración del Padrenuestro
contiene la certeza de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos: «No
los dejaré huérfanos», y nos brinda la confianza para recibir y acoger
el don del hermano”.
Cada vez que decimos “Padre nuestro”, señaló el Pontífice, reiteramos que la palabra Padre no puede ir sin decir nuestro.
Unidos en la oración de Jesús, nos unimos también en su experiencia de
amor y de intercesión que nos lleva a decir: Padre mío y Padre vuestro,
Dios mío y Dios vuestro. Es la invitación a que lo “mío” se transforme
en nuestro y lo nuestro se haga oración. Ayúdanos, Padre, a tomar en
serio la vida del hermano, a hacer nuestra su historia. Ayúdanos a no
juzgar al hermano por sus acciones y sus límites, sino a acogerlo sobre
todo como hijo tuyo. Ayúdanos a vencer la tentación de sentirnos como
hijos mayores, que a fuerza de estar en el centro se olvidan del don que
es el otro.
En su reflexión, el Papa Francisco invitó a pedir a Dios Padre," que está en el cielo, un cielo que abraza a todos y en el que haces salir el sol sobre buenos y malos, justos e injustos,
te pedimos aquella concordia que en la tierra no hemos sabido
custodiar. Te la pedimos por intercesión de tantos hermanos y hermanas
en la fe que viven juntos en tu Cielo, después de haber creído, amado y
sufrido mucho, incluso en nuestros días, por el simple hecho de ser
cristianos".
Después, comentando el "hágase tu voluntad", Francisco afirmó: «La voluntad de Dios es que todos se salven. Necesitamos, Padre, ampliar nuestros horizontes para no reducir a nuestros límites tu misericordiosa voluntad de salvación,
que quiere abrazar a todos. Ayúdanos, Padre, enviándonos como en
Pentecostés al Espíritu Santo, autor de la valentía y del gozo, para que
nos aliente a anunciar la alegre noticia del evangelio más allá de los
límites de nuestra pertenencia, lenguas, culturas y naciones".
En su oración, el Papa comentó que "el Padrenuestro no es una oración
que tranquiliza, sino un grito ante las carestías de amor de nuestro
tiempo, ante el individualismo y la indiferencia que profanan tu nombre,
Padre. Ayúdanos a tener hambre de darnos".
Pidió también valor "porque al mismo tiempo nos comprometemos a
perdonar a los que nos han ofendido. Debemos, por tanto, encontrar la
fuerza para perdonar de corazón al hermano como tú, Padre, perdonas
nuestros pecados, para dejar atrás el pasado y abrazar juntos el
presente. Ayúdanos, Padre, a no ceder al miedo, a no ver la apertura como un peligro;
a tener la fuerza para perdonarnos y caminar, el valor de no
contentarnos con una vida tranquila, y a buscar siempre, con
transparencia y sinceridad, el rostro del hermano".
Y sobre la tentación del mal, dijo: "cuando el mal, agazapado ante la
puerta del corazón, nos induzca a encerrarnos en nosotros mismos; cuando
la tentación de aislarnos se haga más fuerte, ocultando la sustancia
del pecado, que es alejamiento de ti y de nuestro prójimo,
ayúdanos nuevamente, Padre. Anímanos a encontrar en el hermano el apoyo
que tú pusiste a nuestro lado para caminar hacia ti, y tener el valor de
decir juntos: “Padre nuestro”.
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