El Papa Francisco quiso recordar en la Audiencia General de este miércoles su reciente visita a Marruecos y el nuevo encuentro que ha tenido con el islam, tras su pasado viaje a Emiratos Árabes.

De este modo, el Santo Padre explicó que emprendió este viaje para dar otro paso “en el camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos musulmanes” así como el volver a tener presente el octavo centenario del encuentro entre san Francisco de Asísy el sultán al-Malik al-Kamil hace 800 años, así como también el viaje del Papa Juan Pablo II en 1985.

Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones y, junto con el Rey Mohammed VI, reiteramos que las religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover la paz, la justicia y el cuidado de la creación, nuestra casa común”, señaló el Papa, tal y como recoge Aciprensa.

La cuestión migratoria
El papa explicó a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro que en Marruecos quiso prestar gran atención a la “cuestión migratoria” tanto en su discurso a las autoridades como en el encuentro que tuvo con algunos de estos inmigrantes en la sede de Cáritas en Rabat.

“Algunos de ellos testimonian que la vida de quien emigra cambia y vuelve a ser humana cuando encuentra una comunidad que lo acoge como persona. Esto es fundamental”, explicó.

En diciembre de 2018 se ratificó en Marrakech –dijo el Papa- el “pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular” que fue un “paso importante hacia la asunción de responsabilidad de la comunidad internacional”. Por ello, agregó que “como Santa Sede hemos ofrecido nuestra contribución que se resume en cuatro verbos: acoger a los migrantes, proteger a los migrantes, promover a los migrantes e integrar a los migrantes”.

Según añadió Francisco, “no se trata de reducirse a realizar programas de asistencia social desde arriba”, sino de “hacer un viaje juntos a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, están abiertas a las diferencias y saben cómo valorarlos en nombre de la fraternidad humana”.

Durante su viaje, el domingo lo quiso dedicar a la pequeña minoría cristiana. Durante es jornada visitó el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las Hijas de la Caridad; después en la Catedral de Rabat tuvo un encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo Ecuménico de las Iglesias y concluyó con la Misa en la que participaron miles de personas de unas 60 naciones diferentes.

Una "singular epifanía"
“Lo que cuenta no es la cantidad, sino que la sal tenga sabor, que la luz brille y que la levadura tenga la fuerza de fermentar toda la masa. Y esto no viene de nosotros, sino de Dios, del Espíritu Santo que nos hace testigos de Cristo allí donde estamos, en un estilo de diálogo y de amistad, para vivir sobre todo entre nosotros cristianos”, explicó el Papa.

Refiriéndose a la Eucaristía final, el Santo Padre indicó que fue “una singular epifanía del pueblo de Dios en el corazón de un país islámico” en donde la parábola del Padre misericordioso del Evangelio de San Lucas “hizo brillar en medio a nosotros la belleza del diseño de Dios, el cual quiere que todos sus hijos formen parte de su alegría, de la fiesta del perdón y de la reconciliación”.

“No es casualidad que allí donde los musulmanes invocan cada día al Clemente y al Misericordioso, haya resonado la grande parábola de la misericordia del Padre. Es así: solo quien ha renacido y vive en el abrazo de este Padre, solo quienes se sienten hermanos, pueden ser en el mundo servidores de esperanza”, concluyó.
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