Siendo muy joven, pidió ser admitido en la comunidad de los padres
jesuitas. En los estudios del seminario brilló por su gran inteligencia y
por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio, y luego de
su ordenación, recibió del rey y de muy altas personalidades la
petición de quedarse en Portugal.
Sin embargo, el santo, deseando imitar a san Francisco Javier, pidió y
obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16 compañeros
emprendió el larguísimo viaje por mar.
Desde 1673 hasta 1693, por veinte años, estuvo misionando
incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se
dedicó a las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la India. Logró ganarse la simpatía de todas las clases sociales, y obtuvo notables éxitos espirituales en toda clase de personas.
Los sacerdotes paganos de estas tierras eran muy fanáticos y atacaban
sin piedad a san Juan y a sus cristianos; muchas veces lo echaron a la
cárcel y le hicieron padecer feroces torturas.
El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país.
El
gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía
miedo de ordenar semejante crimen. Pero al fin, movido por los fanáticos
enemigos del cristianismo, mandó que le cortaran la cabeza.
Oración
Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como
concediste a san Juan Brittos ser fiel imitador de la pasión de Cristo,
así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su
martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Artículo publicado originalmente por evangeliodeldia.org
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