«Asumamos nuestra fragilidad en Cristo como una orueba a nuestra Fe»
Tres pensamientos fundamentales deben guiarnos en estos tiempos difíciles: la debilidad de la Iglesia y del ministerio presbiteral es un hecho de fe, una prueba de nuestra fe y una alegría en la fe.
Un hecho de fe: “Y si no, fijaos en nuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios y lo débil lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso…” (1Cor 1,26-29). En el prefacio de los mártires leemos: “Has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio”. El Reino que es Cristo, recicla mejor que los hombres en la misma creación y en las mismas personas: Escoge lo que no cuenta, lo débil, para dar en los hombres su propio testimonio.
Prueba de nuestra fe: es inexorable para nuestra peregrinación en la fe y en ministerio presbiteral. Amar esta Iglesia, amar este ministerio sin ser tentados de catarismo es la propuesta del Buen Pastor para sus siervos pobres los presbíteros. Asumamos nuestra fragilidad y nuestra debilidad social en Cristo como una prueba a nuestra fe. El objetivo del ministerio sacerdotal es convertir los enemigos en hermanos: […] “Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed dale de beber; actuando así amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien” (Rom 12,20-21).
Alegría en nuestra fe: “Que el Dios de la esperanza os colme de alegría y de paz viviendo vuestra fe, para que desbordéis de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo” (Rom 15,13). No se trata sólo de llenar de alegría el acto de creer a pesar de los pesares, sino de llenarse de alegría porque es débil la Iglesia, el ministerio, el pastor, el pastoreo. Esta honda profesión de fe nace cuando la Iglesia y los cristianos son llevados a situaciones límites y a los márgenes de la ciudad habitada: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mi la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,9-10). “Dichosos los sufridos porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,4)»». (MONS. JULIÁN BARRIO, del Retiro a los sacerdotes al inicio del tiempo de Cuaresma 2019).
Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela
-Marzo 2019-
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