Queridos diocesanos:
Hoy, día 25 de marzo, celebramos litúrgicamente la solemnidad de la
Anunciación del Señor. En este contexto la Iglesia en España celebra la
Jornada por la Vida. “El amor cuida la vida” es el lema para orientarnos en nuestra reflexión y compromiso cristiano.
La apuesta por la defensa de la vida se fundamenta en la dignidad
integral de la persona, preocupación mayor en medio de una cultura
post-humanista en la que el valor de la vida humana se va diluyendo. En
alguna ocasión nos hemos sentido interpelados cuando alguien se pregunta
si la vida de tal o cual persona, ante el sufrimiento que experimenta
por una enfermedad o un proceso de envejecimiento, “merece la pena ser
vivida”. Pues sí, toda vida merece la pena ser vivida desde la dimensión
del amor y del sentir religioso que no desaparecerá jamás porque no se
puede eliminar del corazón del hombre la promesa sobre el significado
de la propia vida.
“Nadie tiene amor más grande que el da la vida” (Jn 15,13). Hemos de
ser conscientes de que la vida está para darla y de que o la damos o se
nos disipa porque no la podemos almacenar. Jesús nos dijo que había
venido para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia (cf. Jn
10,10). Y él entregó su vida por nosotros. “Unidos en un único amor,
creer en el amor que Cristo nos tiene y al que nos llama implica una
«lógica nueva» que necesariamente hemos de asumir y enseñar”[1].
En esta Jornada tomamos conciencia de que hemos de avivar nuestra
sensibilidad y responsabilidad en el cuidado y en la defensa de la vida
humana, realidad “sagrada” de la que somos responsables, y “valor
innegociable”, en cualquier circunstancia o condición, que no se puede
considerar como una mercancía “con la que se comercia y se manipula al
propio gusto”. El papa Francisco menciona entre otros “horrores” de la
“cultura del descarte” el hecho de que muchos niños no lleguen nunca a
ver la luz, víctimas del aborto. El aborto no es un asunto sujeto a
supuestas reformas o modernizaciones, porque no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana[2].
Es más, “no se puede construir una sociedad democrática, libre, justa y
pacífica, si no se defienden y respetan los derechos de todos los seres
humanos fundamentados en su dignidad inalienable y, especialmente, el
derecho a la vida, que es el principal de todos”[3]. “El
Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidad de la
persona humana y el Evangelio de la vida son un único e indisoluble
Evangelio”[4].
Por esto, “solo es posible ver en verdad la vida humana desde la luz de
ese amor primero de Dios, donde encuentra su verdadero origen. Esto es
lo que hace proclamar a la Iglesia con fuerza: la vida es siempre un bien.
Ha nacido de ese amor primero y por eso pide ser acogida y reconocida
como digna de ser amada. No hay vidas humanas desechables o indignas que
puedan ser por eso mismo eliminadas sin más. Dios es el garante de su
vida… Reconocer la dignidad de una vida es empeñarse en conducirla a su
plenitud que está en vivir una alianza de amor”[5].
Agradecemos la dedicación de tantas personas que, tanto en
instituciones eclesiales como civiles, trabajan incansablemente,
apoyando y acompañando la realidad de la vida. Proteger y defender la
vida humana desde el instante de su concepción hasta la muerte natural
es tarea de todos. La vida humana aunque se vea afectada por la
vulnerabilidad siempre merece ser vivida. “Las personas discapacitadas
nos muestran la grandeza de su corazón y de su existencia. Son los
campeones de la vida por su coraje, un ejemplo para todos y un verdadero
testimonio de la grandeza de su existencia. Reflejan los valores más
genuinos del ser humano, que posee un valor infinito con independencia
de cualquier condicionamiento físico, psíquico, social o de cualquier
otra índole. Son personas grandes, capaces de darlo todo, capaces de
enriquecer a los demás y capaces de acoger a todos”[6]. La experiencia nos dice que cuidar la vida por amor es recibir amor. Bien lo saben sobre todo los padres.
Orar por la vida
Es necesario que cada comunidad cristiana, cada grupo o asociación,
cada familia, y cada creyente, rece al Dios Creador, defendiendo la vida
en unión con otras personas que sin ser creyentes consideran “el
derecho a la vida de todo ser humano como patrimonio común de la razón
humana”. Que el Señor por la intercesión maternal de María santísima,
nos conceda la gracia de que vaya creciendo el respeto por el carácter
sagrado de la vida y aumente cada vez más el número de quienes
contribuyen a favorecer en el mundo la cultura de la vida.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Arzobispo de Santiago de Compostela
[1] Mensaje de los Obispos de la Subcomisión de la Familia en la Jornada por la Vida 2019.
[2] Cf. FRANCISCO, Evangelii gaudium, 213-214.
[3] Nota de la CCXXXIII Comisión Permanente de la CEE, 2.
[4] JUAN PABLO II, Evangelium vitae, 2
[5] Mensaje de los Obispos de la Subcomisión de la Familia en la Jornada por la Vida 2019.
[6] Nota de los Obispos de la Subcomisión de la Familia en la Jornada por la Vida 2015. 4.
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