
Pidió “abrir el corazón a las señales del Espíritu, a los signos de
los tiempos” en cambio “la ideología es una obstinación. “La obstinación
es también orgullo, es soberbia. La testarudez, aquella testarudez, que
hace tanto mal: cerrados de corazón”.
“¿Pero tengo un corazón terco? Todo el mundo piensa. ¿Soy capaz de escuchar a otras personas? ¿Soy capaz de dialogar? Los obstinados no dialogan, no saben,
porque siempre se defienden con ideas, son ideólogos. ¡Y las ideologías
hacen mal al pueblo de Dios! ¡Mucho mal! Porque cierran la actividad
del Espíritu Santo”, exclamó el Papa.
Por ello, el Pontífice advirtió sobre el peligro de “deslizarse en un corazón perverso” de tener un corazón duro, un corazón cerrado “que no quiere crecer, que se mete a la defensiva, se cierra” y animó a interrogarnos cómo es nuestro corazón.
“Podemos preguntarnos: ¿Tengo el corazón duro? ¿Tengo el corazón cerrado? ¿Dejo crecer mi corazón? ¿Tengo miedo a que crezca? Y si crece siempre con las pruebas,
con las dificultades, si crece como crecemos todos nosotros de niños:
aprendemos a caminar cayendo, ¡del gatear al caminar cuántas veces hemos
caído! Se crece con las dificultades”, dijo.
En esta línea, el Papa alertó también sobre el riesgo de tener un
corazón perverso por la “seducción del pecado” y añadió que “con la seducción, o te conviertes y cambias de vida o tratas de llegar a un acuerdo” hasta empezar a tener “una doble vida cristiana”.
Al finalizar, el Santo Padre invocó al Espíritu Santo para “que nos ilumine para que ninguno tenga un corazón perverso: un corazón duro que te lleve a la pusilanimidad;
un corazón obstinado que te lleve a la rebeldía, a la ideología; un
corazón seducido, esclavo de la seducción, que te lleve a un
cristianismo de compromiso”.
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