JMJ en Panamá 2019. Misa con la consagración del altar de la Catedral Basílica de Santa María la Antigua con los Sacerdotes, los Consagrados y los Movimientos Laicales
El papa
Francisco consagró el altar de la primera catedral de tierra firme en la
Catedral Basílica Santa María La Antigua, en una ceremonia donde se
colocaron las reliquias de tres santos latinoamericanos: Santa Rosa de
Lima, San Arnulfo Romero, San Martín de Porres y de un santo polaco, San
Juan Pablo II.
Se trata de una “Catedral española, india y afroamericana se vuelve
así Catedral panameña, de los de ayer pero también de los de hoy que la
han hecho posible. Ya no pertenece solo al pasado, sino que es belleza
del presente”.
Durante la misa de hoy, 26 de enero 2019, después de la proclamación del evangelio, el Papa pronunció la homilía sobre la “tentación” del “cansancio de la esperanza” en el camino de los sacerdotes, consagrados y consagradas, miembros de movimientos laicales.
El Pontífice insistió que hoy la consagración del altar de la Catedral “es nuevamente regazo que impulsa a renovar y alimentar la esperanza, a descubrir cómo la belleza del ayer se vuelve base para construir la belleza del mañana”.
“Así actúa el Señor. Nada de cansancio de la esperanza, si la
peculiar fatiga del corazón del que lleva adelante todos los días lo que
le fue encomendado en la mirada del primer amor”.
“Hermanos, no nos dejemos robar la belleza que hemos heredado de
nuestros padres, que ella sea la raíz viva y fecunda que nos ayude a
seguir haciendo bella y profética la historia de salvación en estas
tierras”.
Destacó que el cansancio de Jesús es distinto. “El evangelio que hemos escuchado no duda en presentarnos a Jesús cansado de caminar” y dice a la Samaritana: “Dame de beber”» (Jn 4,6-7). “Necesitaba calmar y saciar la sed, refrescar sus pasos, recuperar fuerzas para continuar la misión”.
“El Señor se fatigó y en esa fatiga encuentran espacio tantos
cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras
comunidades y de todos los que están cansados y agobiados (cf. Mt 11,28)”.
Francisco aceptó que los sacerdotes y consagrados tienen sobre sus
espaldas una fatiga humana “desde largas horas de trabajo que dejan poco
tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta “tóxicas”
condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan
el corazón”.
Pero, advirtió de la tentación del cansancio de la esperanza que no
es la del Señor. Aseguró que se trataba de un cansancio paralizante. “Nace
de mirar para adelante y no saber cómo reaccionar ante la intensidad y
perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando”.
Desilusionados con la realidad, lamentó que surge una de las
peores herejías: “pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen
nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando”. Y entonces “sucede que lo que un día surgió para ser sal y luz del mundo termina ofreciendo su peor versión”.
Entonces, el cansancio bueno, nace del “dame de beber” que significa
“animarse a dejarse purificar y rescatar” e ir a las “raíces” de la fe.
“Dame de beber” significa reconocer que necesitamos que el Espíritu nos
transforme en hombres y mujeres memoriosos de un paso, del paso
salvífico de Dios”.
Instó a los religiosos, laicos consagrados y sacerdotes a vivir con “pasión de enamorados”. “La
esperanza cansada será sanada y gozará de esa «particular fatiga del
corazón» cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre
encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el
mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de
nuestros mayores”.
Así – constató – evitaremos “el riesgo de partir desde nosotros mismos y abandonaremos la cansadora auto- compasión para encontrar los ojos con los que Cristo hoy nos sigue buscando, llamando e invitando a la misión”.
Después, el Papa en persona ungió con sus manos el altar del Basílica.
El Papa ha colocado una rosa de plata en las manos de la estatua de la Virgen Santa María La Antigua
y rezó delante de ella por unos minutos. La imagen mariana original se
encuentra en la Catedral de Sevilla, y fue traída por los conquistadores
españoles en 1510.
Santa María la Antigua, patrona de la República de Panamá desde 2001,
se celebra cada año el 9 de septiembre. Panamá a partir de hoy es la
primera Catedral en América cuyo altar ha sido consagrado por un Sumo
Pontífice.
Al final de la celebración, luego de los saludos del arzobispo de
Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, y la bendición final, el Papa se
traslada en auto al Semanario Mayor San José de Panamá.
Anteriormente a la celebración y en el ingreso de la Catedral,
Francisco ha saludado a 200 jóvenes peregrinos franceses acompañados por
el Vicario de la arquidiócesis de París, monseñor Benoist de Sinety.
En 1608 comienzan las labores de construcción de la Catedral Basílica
Santa María La Antigua, monumento colonial, culminándose en 1716, pero
la consagración no se realiza hasta 1796. En 2014 por una petición de la
Conferencia Episcopal Panameña, la Congregación por el Culto Divino y
la “Disciplina de los Sacramentos” se confirió a la catedral al rango de
Basílica Menor.
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