
Francisco dijo que el mundo de la salud “vive una época marcada por
la crisis económica; y puede hacernos caer en el desaliento las
dificultades en el desarrollo de la ciencia médica y en el acceso a las
terapias y medicinas más adecuadas. Pero el cuidado de los hermanos abre nuestro corazón para acoger un don maravilloso. En este contexto les propongo tres palabras les propongo tres palabras para la reflexión: milagro, cuidado y confianza”.
El verdadero significado de hacer un milagro
Según recoge Vatican News, el Pontífice reflexionó sobre cómo hacer posible un milagro en el ámbito de la salud
cuando en verdad de debe asumir el balance del costo-beneficio sobre la
distribución de recursos que necesariamente están vinculadas más a
cuestiones médicas, legales, económicas, sociales y políticas, además de
éticas.
“Los responsables de las instituciones asistenciales me dirán, con
razón, que no se pueden hacer milagros”, dice el Santo Padre. “Un
milagro no es hacer lo imposible; el milagro es encontrar en el enfermo,
en el desamparado que tenemos delante, a un hermano. Estamos
llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el inmenso valor
de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. Esta conciencia —si
está profundamente arraigada en el substrato social— permitirá que se
creen las estructuras legislativas, económicas, médicas necesarias para
afrontar los problemas que vayan surgiendo”.
Velar por el cuidado de los enfermos.
La segunda palabra propuesta por Francisco fue el cuidado para con el
enfermo, donde no solamente es cuestión de que el enfermo consuma sus
alimentos, sino de motivarlos a seguir en la lucha de su
restablecimiento y haciéndolo sentir amados.
“La segunda palabra es cuidado. Curar a los enfermos no es
simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias
apropiadas. Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el
restablecimiento de la salud. El verbo latino “curare” quiere decir:
atender, preocuparse, cuidar, hacerse responsable del otro, del hermano.
De eso tendríamos que aprender mucho los “curas”, pues para eso nos
llama Dios. Los curas estamos para cuidar. Curar”, menciona el
Pontífice, quien se refirió al uso incorrecto de la eutanasia para
frenar el sufrimiento del enfermo: “Estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia.
Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y
participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal
percibe esta solicitud”.
Generar confianza en los pacientes
En la tercera y última palabra que el Santo Padre recomienda es la
confianza, pues de ahí depende el éxito para que el paciente logre
curarse.
“La tercera palabra es confianza, que podemos distinguir en varios ámbitos.
Ante todo, como ustedes saben, es la confianza del propio enfermo en sí
mismo, en la posibilidad de curarse, pues ahí estriba gran parte del
éxito de la terapia. No menos importante es para el trabajador poder
realizar su función en un entorno de serenidad, y ello no puede
separarse de saber que está haciendo lo correcto, lo humanamente
posible, en función de los recursos a disposición”, indica el Papa.
Ser portadores de esperanza de vida
Por último, el Santo Padre Francisco invita a seguir su trabajo incansable de humanidad asistencial, la cual requiere que los trabajadores de salud porten la esperanza tanto para el paciente como a sus familiares.
“Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando está en juego
la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o
enfermero se ha fundamentado siempre desde la responsabilidad y la
lealtad”- dice el Papa- “Debemos seguir luchando por mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad,
pues ninguna institución asistencial puede por sí sola sustituir el
corazón humano ni la compasión humana (cf. S. JUAN PABLO II, M.P.
Dolentium hominum, 11 febrero 1985; NCAS, 3). Por tanto, la relación con
el enfermo exige respeto a su autonomía y una fuerte carga de
disponibilidad, atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser
expresión de un compromiso asumido como servicio (cf. NCAS, 4),
finalizó.
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