
<<SENTÁNDOSE A LA MESA CON ELLOS>> (Lc 24, 30)
El ministerio de la santificación
Seguimos avanzando por el camino que nos ha trazado el Plan pastoral
diocesano 2017-2020, el primero después del Sínodo 2016-2017.
Acompañamos con la mirada y el corazón a Jesús que se pone a caminar con
los dos discípulos que regresan a Emaús decepcionados por el final que
ha sufrido su maestro. Durante el curso pasado, reparamos en la
explicación que les hace de todo lo sucedido. En el presente, nos vamos a
detener con él en la casa a la que ha entrado como invitado para pasar
la noche, acompañando con asombro su gesto de bendecir la mesa, al modo
en que lo hizo en la última Cena. En definitiva, durante el curso que comienza, en la renovación pastoral que nos propone el Sínodo, priorizaremos el ministerio de la santificación.
La reciente publicación de la Exhortación Gaudete et exultate por
parte del Papa Francisco nos ofrece también un marco idóneo para situar
el programa anual. En dicha publicación, el Papa nos invita a
revitalizar la llamada divina a la santidad y a promover su pastoral.
Por el Bautismo participamos de la vida divina y acogemos el don del
Espíritu Santo. Para vivir conforme a este don, hemos de cultivar la
espiritualidad a través de la escucha de la Palabra, del seguimiento de
Jesucristo y, como subrayamos especialmente este curso, por la
celebración de los sacramentos y el culto divino.
Por otra parte, la Iglesia nos está urgiendo una renovación
pastoral que ha de afectar a las estructuras, al estilo pastoral y
también a la vivencia espiritual de todos los diocesanos. Sin
cultivar adecuadamente la espiritualidad con una celebración sacramental
consciente, activa y fructuosa, sin apreciar en su justo valor y avivar
las raíces cristianas de la piedad popular y, en definitiva, sin
activar el espíritu de oración y crear espacios para ella en nuestras
comunidades, dicha renovación será inviable.
Una mirada a la realidad
Llegados a este punto, les invito a echar una mirada a la realidad
celebrativa, devocional y oracional de nuestras comunidades cristianas.
Ni que decir tiene que esta realidad es muy plural y diversa; veamos no
obstante algunos de sus puntos más débiles. Advertimos, en primer lugar,
un descenso preocupante del número de personas que participan en la
Eucaristía dominical, momento cumbre de la vida cristiana. En la carta
de presentación del Programa pastoral 2018-19, nuestro Arzobispo D.
Julián cita como posibles causas la primacía que concede la cultura
actual a la acción y al protagonismo humano apoyado en la técnica,
frente al sacramento que se nos ofrece como regalo. Al mismo tiempo,
apunta la subestima a la que se ha ido sometiendo el ministerio
santificador del sacerdote. Junto a estas causas externas, podemos
aludir también a la falta de comprensión del sentido de las
celebraciones, del lenguaje y de los signos sacramentales.
Refiriéndonos a celebraciones concretas, hemos de denunciar que los
bautismos se conviertan con frecuencia en celebraciones privadas, que
las primeras comuniones primen el protagonismo del niño o niña y los
regalos, que el matrimonio se convierta en un acto social, que la
penitencia y la unción de los enfermos pierdan su valor y su sentido por
no estar integradas en una pastoral adecuada, que las exequias ocupen
excesivo tiempo y preocupación en la vida de la parroquia. Por otra
parte, si fijamos la mirada en la piedad popular, descubrimos que está
sobrevalorada en muchos casos en que se ignoran sus límites:
sentimentalismo, desvinculación de la liturgia, falta de compromiso,
escasa formación religiosa, sentido materialista y mercantilista. En
otros momentos, sin embargo, se minusvalora ignorando sus
potencialidades: sentido de la trascendencia, alegría, sentido de
familia, participación de los seglares…
Criterios orientativos
Para iluminar esta situación y buscando ofrecer algún criterio
orientador, queremos subrayar, en primer lugar, el protagonismo divino
en la liturgia. En concreto, en la celebración de los
sacramentos, se actualiza el misterio salvador de Dios que actúa en
favor nuestro a través de la persona del ministro y de los signos
sacramentales principalmente. De acuerdo con este principio, no tiene sentido convertirlos en una celebración de la vida humana.
Necesitamos también destacar la dimensión comunitaria de toda celebración.
Jesucristo no celebró solo la Cena pascual; además, nos ha mostrado su
deseo de que celebremos la fe en comunidad. Por lo tanto, toda
celebración ha de ser participada por todos, cada uno según su propio
carisma y ministerio. Precisamente, una buena celebración ha de poner en
ejercicio los distintos ministerios de acólito, lector, salmista, etc. A
ello podrá ayudar la constitución de un equipo de liturgia. En
definitiva, ninguna acción litúrgica es una acción privada y, por tanto, carecen de sentido los bautismos o las bodas celebradas en forma exclusiva para la familia y sus invitados.
Un tercer principio que hemos de apuntar es el de la centralidad de la parroquia.
Ella es de ordinario el lugar donde nacemos a la fe y la alimentamos.
Por ello, y atendiendo a la indicación que nos hace el Concilio Vaticano
II, hemos de “fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el
clero la vida litúrgica parroquial” (SC 42). Uniendo este propósito a
una adecuada formación, evitaremos que los sacramentos se reduzcan a
celebraciones sociales y costumbristas y que se produzca un vagabundeo
de los fieles buscando rebajas en cualquier parroquia.
Una adecuada formación
De todo lo afirmado, se deduce que la formación cristiana en general y litúrgica en particular es necesaria
para que estos principios sean tenidos en cuenta en toda celebración de
la fe. La formación en este campo es un deber tanto para los ministros
ordenados, como para los equipos de liturgia, como para el resto de
fieles. Para sacar el mejor fruto de las celebraciones, es
imprescindible conocer su sentido, vivir los ritos e identificarse con
el misterio que se celebra. Además, los ministros sagrados, han
de estar disponibles y atentos para comunicar a los hermanos los
tesoros de la gracia de Dios. Como dice el Papa emérito Benedicto XVI
dirigiéndose a los sacerdotes: “Es importante… promover una catequesis
adecuada para ayudar a los fieles a comprender el valor de los
sacramentos, pero asimismo es necesario, siguiendo el ejemplo del santo
cura de Ars, ser generosos, estar disponibles y atentos para comunicar a
los hermanos los tesoros de gracia que Dios ha puesto en nuestras
manos, y de los cuales no somos <<dueños>>, sino custodios y
administradores” (Audiencia, 5.V.2010).
Impulso a la Pastoral familiar
A lo largo del presente año, una comisión nombrada al efecto, ha
diseñado y preparado los materiales de apoyo para tres proyectos
renovados: los Encuentros prematrimoniales en orden a una preparación
inmediata, el Itinerario de novios para una preparación remota y a
fondo, y el Acompañamiento a matrimonios jóvenes durante los primeros
años de su vida familiar. Todos estos proyectos buscan ahondar en la
comunión y en la evangelización a partir de la realidad concreta de cada
pareja y de cada persona.
Segundo curso de la EDAP
Durante el presente curso sigue adelante otro gran proyecto iniciado
el curso pasado: la Escuela diocesana de Agentes de Pastoral; y lo hará
siguiendo básicamente la misma estructura del anterior. En este caso,
además de buscar la revitalización de nuestra condición de discípulos,
trataremos de ofrecer herramientas que nos ayuden a la hora del servicio
pastoral en varios campos: la liturgia, la catequesis, la pastoral
familiar, la pastoral de la salud, el voluntariado de Cáritas y los
Medios de Comunicación Social. Se ofrecerá también un curso
complementario para aquellas personas que no recorran ninguno de estos
itinerarios.
+ Jesús, Obispo Auxiliar de Santiago
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