Ariège
es un departamento francés que hace frontera con España y que pertenece
a la región de Occitania. Es un lugar muy bello pero poco poblado, y en
el que se inserta la Diócesis de Pamiers, la segunda más pequeña en habitantes y número de católicos de toda Francia.
Los desafíos de una diócesis rural son numerosos, con numerosos pueblos y escasamente habitados,
unido al hecho de la orografía, marcada por los Pirineos, lo que
complica el transporte entre un lugar y otro. Pero también aquí es
necesaria la Nueva Evangelización y la creatividad para hacer llegar el
Evangelio a su gente.
La "caravana de la misericordia"
Lo vio muy claro el sacerdote Antoine Reneaut, que a sus 40
años, se ha convertido en un cura itinerante por toda esta región.
Aunque la mayor peculiaridad es que viaja con una vieja caravana y se
instala varios días en cada pueblo que visita. Él la llama la “caravana de la misericordia” y es ya famosa en toda esta zona pirenaica.
“¡Salgan afuera, salgan!”. Esta llamada del Papa Francisco
penetró en el corazón de este joven sacerdote francés, que no paraba de
darle vueltas a cómo podía ponerla en práctica. Hasta que en 2015
decidió con el permiso y bendición de su obispo iniciar esta curiosa
misión, que además está resultando bastante exitosa.
Él no tenía ni idea de cómo funcionaba el mundo de las caravanas,
pero en cuanto pensó que sería la mejor manera de llevar a cabo esta
evangelización de pueblo en pueblo le llegó providencialmente una. Es vieja, pero cumple perfectamente con su parte de la misión.
Acompañado con matrimonios o familias
El padre Reneaut es además el delegado episcopal de Misiones, aunque
una parte importante de su tiempo lo dedica a la evangelización pueblo a
pueblo a través de su caravana. En una entrevista para Famille Chretienne, este religioso asegura que “ser sacerdote no significa para mí otra cosa que permitir que las personas se encuentren con Cristo y hablen con Él".
Al principio realizaba solo esta misión pero desde hace un tiempo suele ir acompañado por algún matrimonio o familia. Estas personas pertenecen a Anuncio, un movimiento creado en 2008 y centrado en la evangelización callejera y directa.
Juntos comparten la urgencia de llevar el mensaje de Cristo a todos
los rincones, tanto donde no es conocido como en donde la Iglesia tiene
dificultad de atender a sus fieles. Y esto es especialmente importante
en las áreas rurales. “Si no lo hacemos, ¿quién lo hará?”, se preguntan Emmanuel y Anne-Lise, uno de los matrimonios que habitualmente acompaña a este sacerdote. “Nuestra vida es la misión y no hay mayor alegría que anunciar juntos la misericordia de Dios”, agregan.
La crisis que le hizo ganar impulso evangelizador
El padre Antoine fue ordenado en 2006. Nació en una familia cristiana practicante, pero como pasa con muchos jóvenes se alejó de la Iglesia en la adolescencia hasta que descubrió fuertemente el amor de Dios ante el Santísimo durante una vigilia de oración.
Una vez ordenado sacerdote fue enviado como vicario a una parroquia
de Pamiers, el pueblo más habitado de la diócesis, y gracias a su
talento como guitarrista pronto se convirtió en un elemento clave en la pastoral juvenil de la diócesis.
Sin embargo, en un momento dado vivió una especie de crisis. “Me sentía –explica- como una especie de proveedor de servicios”, como un funcionario más que como un sacerdote.
"Una conversión pastoral"
En 2012 decidió con permiso del obispo tomarse un año sabático en
Quebec donde acudió a una escuela de evangelización. El padre Reneaut
afirma que “en el otro lado del Atlántico experimenté una conversión pastoral. Aprendí a aceptar mis debilidades y ser únicamente yo mismo”.
Así fue como se lanzó a esta evangelización llevando esta Puerta a la Misericordia pero con ruedas y transportable.
Una misión con una doble vertiente
Una vez que llega a cada pueblo donde antes ha sido invitado
previamente por su párroco, que en muchas ocasiones sólo puede ir
algunas veces al mes, aparca su caravana cerca de la iglesia. Allí saca un tenderete con imágenes religiosas y se pone al servicio de las necesidades espirituales, y a veces simplemente personales, de los que allí viven.
“Al principio, algunas personas se preguntaban si yo era un verdadero sacerdote”,
cuenta este sacerdote, que suele quedarse en cada lugar entre cinco y
siete días. Su misión allí tiene una doble vertiente: vivificar la fe y
la esperanza del puñado de cristianos que viven en el lugar, y hablar de
Dios a todos aquellos que no lo conocen”.
Durante todo este tiempo, el sacerdote se convierte en un vecino más durante las 24 horas
y permite que muchos se abran y acudan a él. Para unos supone una
pastoral de mantenimiento, pero para otros es un primer anuncio o un
nuevo anuncio tras vivir alejado de la fe durante mucho tiempo.
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