San Lázaro de Betania
Amigo de Jesús por cuya muerte el Salvador lloró y a quien resucitó
Conocemos a Lázaro por el Evangelio. Vive en Betania con sus hermanas Marta y María y son amigos de Jesús. La primera y principal fuente de información que tenemos de Lázaro es el Evangelio. Muerto tras una corta enfermedad, Jesús lo resucita ante el asombro de familiares y enterradores.
Amigo de Jesús por cuya muerte el Salvador lloró y a quien resucitó
Conocemos a Lázaro por el Evangelio. Vive en Betania con sus hermanas Marta y María y son amigos de Jesús. La primera y principal fuente de información que tenemos de Lázaro es el Evangelio. Muerto tras una corta enfermedad, Jesús lo resucita ante el asombro de familiares y enterradores.
Este Lázaro histórico es un ejemplo al que muchos nos gustaría
aspirar. Con Jesús entre sus amigos, acogiéndolo en su casa en al menos
tres ocasiones, Jesús le cuida y le quiere hasta el punto de resucitarlo.
Juan 11:1-44 explica: Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania,
pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor
con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era
el enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, aquel a quien tú
quieres, está enfermo”. Al oírlo Jesús, dijo: “Esta enfermedad no es de
muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella”.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que
estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se
encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: “Volvamos de nuevo a
Judea”.
Le dicen los discípulos: “Rabbí, con que hace poco los judíos querían
apedrearte, ¿y vuelves allí? Jesús respondió: “¿No son doce las horas
del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este
mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en
él”.
Dijo esto y añadió: “Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a
despertarle”. Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará”.
Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del
descanso del sueño.
Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro
por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos
donde él”. Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros
discípulos: “Vayamos también nosotros a morir con él”.
Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días
en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince
estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para
consolarlas por su hermano.
Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro,
mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: “Señor, si
hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé
que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá”.
Le dice Jesús: “Tu hermano resucitará”. Le respondió Marta: “Ya sé
que resucitará en la resurrección, el último día”. Jesús le respondió:
“Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo
el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?
Le dice ella: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios, el que iba a venir al mundo”. Dicho esto, fue a llamar a su
hermana María y le dijo al oído: “El Maestro está ahí y te llama”.
Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él.
Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar
donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se
levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro
para llorar allí.
Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le
dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”.
Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la
acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: “¿Dónde lo
habéis puesto?” Le responden: “Señor, ven y lo verás”.
Jesús se echó a llorar. Los judíos entonces decían: “Mirad cómo le
quería”. Pero algunos de ellos dijeron: “Este, que abrió los ojos del
ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?
Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
Dice Jesús: “Quitad la piedra”. Le responde Marta, la hermana del
muerto: “Señor, ya huele; es el cuarto día”. Le dice Jesús: “¿No te he
dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”
Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y
dijo: “Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú
siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que
crean que tú me has enviado”.
Dicho esto, gritó con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!” Y salió el
muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un
sudario. Jesús les dice: “Desatadlo y dejadle andar”.
Artículo publicado por Santopedia
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