"Don Marcelo" era Marcelo González Martín (www.cardenaldonmarcelo.es): obispo de Astorga en 1961, arzobispo de Barcelona en 1967 y arzobispo de Toledo, Primado de España, desde 1971 y hasta 1995. Dejó huella, toda una escuela de discípulos que lo recuerdan.
Se cumple un siglo desde su nacimiento en 1918. La revista "Fons Vitae", de la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (www.hhnssc.org), ha entrevistado a quien fue su secretario durante 43 años, Santiago Calvo Valencia, en su archivo, una pequeña estancia, situada en el claustro superior de la Catedral Primada de Toledo.  ReL la redifunde por su gran interés.

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Entrevista a Don Santiago Calvo, secretario particular del cardenal Don Marcelo González Martín

Las paredes están enmarcadas con cuadros del que fue el Cardenal Primado de España; D. Marcelo cura de Valladolid, obispo de Astorga, ante la moreneta de Montserrat, con los Papas Pablo VI, Juan Pablo II, con el Cardenal Ratzinger, con el Rey y la Reina de España… D. Santiago se encuentra ante su ordenador. Lleva años transcribiendo las homilías, conversaciones personales y recuerdos de D. Marcelo. Con su afabilidad acostumbrada y con una sonrisa encantadora nos acoge. Sin más dilaciones emprendemos este diálogo cordial sobre la figura del Cardenal Marcelo González Martín, en este año en el que celebramos el centenario de su nacimiento.


 
Santiago Calvo, que fue secretario de Don Marcelo durante 43 años, cuenta sus recuerdos a la revista "Fons Vitae"


- Abrimos nuestro diálogo preguntándole a D. Santiago por algunos datos de su biografía y su encuentro con D. Marcelo que le llevó a ser su secretario personal
Nací en Cuenca de Campos (Valladolid, me ordené el Domingo de Pascua de 1961 y durante el verano recibí una carta de D. Marcelo para que pudiera ser su secretario. D. Marcelo era entonces Obispo de Astorga. Tenía 43 años. Yo tenía 23 años. Me decía que quería no un acompañante sino un colaborador. Me dio mucha libertad para decidirme.

»Ese verano estuve un mes en una parroquia de Medina de Rioseco a suplir a un sacerdote y, aunque había dos Párrocos y un Coadjutor, me dejaron solo. Fue un buen comienzo… tuve que administrar la Santa Unción a un gitano… y tuve que hacer un “bautizo de socorro” … me bañaba en la piscina de unos religiosos y cogí el tifus. En Medina de Rioseco se corrió que me iba con D. Marcelo y recuerdo que me encontré con un sacerdote que me dijo: “ya sé que te vas con el obispo de moda de España”. Yo fui por 6 meses… pero el hecho es que desde aquel 5 de septiembre de 1961 hasta el 25 de agosto de 2004 que falleció estuve siempre con Don Marcelo.


Don Marcelo se despide de Astorga en 1967 antes de ir a Barcelona... la gran revolución cultural de mayo del 68 estaba a punto de llegar

»Al año siguiente de comenzar como secretario personal suyo, se convocó el Concilio y me llevó con él a Roma las cuatro etapas del Concilio. Allí ayudaba en la secretaria del Concilio a hacer resúmenes de las intervenciones que iba a haber en el Concilio, que se enviaban cada día al Papa.
En las dos últimas etapas estuve dentro del Aula Conciliar en todas las sesiones del Concilio, repartiendo las votaciones… y hasta llegué a votar algunas veces, porque había algunos arzobispos que, cuando tenían que salir del aula por algún motivo, me encargaba que votara en su nombre “placet”.

»El día que se firmó la Constitución Lumen Gentium en el sector que yo atendía pedí a los obispos que me firmaran la Constitución y los 75 obispos que había me lo firmaron. Entre ellos estaba el obispo de Vitorio Veneto, Monseñor Albino Luciani, futuro Juan Pablo I.


Don Marcelo en el Concilio Vaticano II, en el centro de la foto


¿Cuáles son los recuerdos de D. Marcelo en los inicios de su labor como secretario, qué impresión le causó este hombre que estaba llamado a ser el Primado de España?
- A D. Marcelo lo conocí en una circunstancia “curiosa”. Yo acababa de cumplir 10 años… y el viernes santo mi padre me dijo que se estaba retransmitiendo por radio el sermón de las Siete Palabras de Cristo en la cruz, desde Valladolid y fuimos a escucharlo a casa de unos tíos míos, porque nos habían dicho que ese año las predicaba un canónigo joven que predicaba muy bien.

»Al año siguiente fui al Seminario, me examinó de ingreso y me suspendió. Acababan de nombrarle prefecto de estudios y en el primer tribunal que presidió me examinó y me suspendió. Luego fue profesor mío de filosofía de la Historia. Recuerdo que nos explicaba la revolución francesa y la influencia de la misma en la historia de España. El segundo año nos explicó la vida de la universidad, con ocasión de un centenario de Menéndez Pelayo, y las ideas del siglo XIX y, el tercer año, comentando un libro de Hillaire Belloc  “La crisis de nuestra civilización”, continuó explicándonos la influencia de la revolución francesa en el siglo XX. Era interesantísimo.

- ¿Sobre la misión de D. Marcelo en Astorga, algún recuerdo que le gustaría destacar de la labor realizada en esta, su primera diócesis?
- Para Astorga el nuncio Antoniutti le dio dos principales encomiendas; terminar el Seminario Menor de la Bañeza, porque en el Seminario de Astorga no cabían los seminaristas, y terminar las obras del palacio del obispo diseñado por Gaudí, en Astorga. Después de verlos, a los quince días volvió a visitar al nuncio y le dijo que en octubre (esto ocurría el mes de marzo) los seminaristas irían a la Bañeza, pero respecto al palacio de Gaudí no pensaba ir a vivir en él, porque juzgaba que no era justo que el obispo viviera en ese lugar de ostentación cuando había muchos sacerdotes que estaban viviendo en casas indecentes. Le indicó al nuncio que eso sería un anti testimonio y que además era incomodísimo para vivir. Al poco tiempo instalaron en el palacio un museo precioso que sigue abierto al público.

»Pronto se dedicó a reunir a los sacerdotes, trabajó porque se hicieran colegios, para fomentar las vocaciones en colegios seminario y luego fueran al Seminario Menor de la Bañeza, que llegó a reunir 600 seminaristas menores.



Don Marcelo, arzobispo de Barcelona, con la Virgen de Montserrat

- Llega el nombramiento de Barcelona… son años difíciles. Cuéntenos como fue este nombramiento, la reacción de D. Marcelo….
- El nuncio Riberi conoció cómo estaba trabajando en Astorga. En una visita que hizo a la diócesis el año 1964, acompañado por Monseñor Benelli le “echaron el ojo” y desde ese momento no le “dejaron en paz”. A los pocos meses tuvo lugar el Congreso Eucarístico de León. El nuncio le visitó de nuevo en Astorga y, al despedirse, le dijo: “Usted hágase la idea de que va a estar aquí poco tiempo, tiene que ir a una diócesis más grande”. D. Marcelo, se sonrió y le dijo que no se ocupara de él, que, como Nuncio de Su Santidad, tenía otras cosas más importantes que hacer…

»Recuerdo lo que sucedió el día de su nombramiento…Íbamos de viaje, y, estando en Valladolid, le llamó por teléfono el Nuncio y le dijo que volviera a Madrid con urgencia y se hospedara en la Nunciatura. Yo me aloje en la mutual del clero. A las 10 de la mañana, del día siguiente, salió de la nunciatura con cara de “difunto”. ¡Como si lo estuviera viendo ahora, con su bufanda, sus gafas oscuras! Estaba muy serio. Nos dimos los buenos días y se subió al coche. A mitad de camino entre Valladolid y Madrid le dijo al chofer que aparcara. Me hizo salir del coche. Me dijo: “Ya no puedo más… no he dormido en toda la noche…. Te voy a comunicar una cosa, que no puedes decir a nadie; el Nuncio me ha llamado porque me quieren nombrar arzobispo coadjutor de Barcelona para hacerme dentro de unos meses arzobispo residencial. Yo en Roma ya le había dicho que no al nuncio y me había dicho que lo habían conseguido echar atrás… y él me había dicho que pronto tendría que salir de Astorga y que iría a Valencia. Así lo había acordado, según me dijo, con el Gobierno. Me alegré- me dijo D. Marcelo- porque sabía de las dificultades que tendría en Barcelona. Pero ahora- continúo D. Marcelo- me ha dicho que es el Papa quien le ha reiterado que yo tenía que ir a Barcelona. El nuncio me dijo que el Papa le ha llamado personalmente para que le comunique que yo tengo que ir a Barcelona”.



  Don Marcelo con el Beato Pablo VI

»Luego D. Marcelo me dijo que había respondido que sí, ante la presión que el nuncio le había hecho de parte del Papa, pero que luego le volvió a reiterar que al menos se lo dejara pensar esa noche. El nuncio le dijo que ya no había vuelta atrás porque una vez que había dicho que sí el secretario había mandado un telegrama cifrado al Papa para confirmar la aceptación.

»A los días siguientes comenzaron las protestas en Barcelona y las llamadas a Don Marcelo y a la Nunciatura contra el nombramiento, telegramas… En los días posteriores en una visita del Papa Pablo VI a una parroquia vio varias pancartas que ponían “Volem bisbes catalans”. El Papa mostró su interés por saber la razón de todo aquello, y la preocupación llegó a Nunciatura. El Nuncio se lo hizo saber a D. Marcelo y ahí D. Marcelo le dijo que una vez que, después de todas las objeciones que expuso antes de aceptar, había dicho que sí al Santo Padre, ahora no había vuelta atrás y se debía mantener el principio de autoridad.

»El 22 de febrero de 1966 se hizo público el nombramiento de Arzobispo Coadjutor e hizo la entrada solemne el 19 de mayo, Fiesta de la Ascensión, con un acto en la catedral.
El 7 de enero de 1967 se hizo público el nombramiento de Arzobispo Residencial y al día siguiente, domingo de la Sagrada Familia, fue a celebrar su primera misa como arzobispo de Barcelona, en la cripta del Templo de la Sagrada Familia.

- En Barcelona se encontró con muchas dificultades. ¿Tuvo D. Marcelo la tentación de renunciar?
- En una visita que hizo a Pablo VI, ante las dificultades y las presiones que estaba teniendo, le insistió al Papa que debía dejarlo. En aquel momento estaba sin obispo la Diócesis de Tarazona y le pidió que le enviara a Tarazona. El Papa se le echó a llorar y mostrándole su pectoral le dijo que su Cruz pesaba más, que él estaba sufriendo más… y le indicó que no podía renunciar, que había seguir con la Cruz… repitiéndole: “Paciencia y Doctrina”.

»También, en una ocasión D. Marcelo estuvo con el Nuncio y le presentó su deseo de renunciar a la Diócesis, dispuesto incluso dejar el ejercicio del episcopado si era necesario. El Nuncio le dijo que no podía ser y que, si no había otra solución, acaso podrían buscarle un lugar en alguna Congregación Romana… D. Marcelo dijo rotundamente que de ninguna manera iría a una Congregación porque, al no dominar el italiano,  “no podría predicar y él no podía vivir sin predicar”. Le apuntó: “si no predico es como si me he muerto”.



Don Marcelo mira desde el mirador de Montjuich en Barcelona, como tantos antes y después que él

- ¿Qué recuerdos se llevaría D. Marcelo de su paso por la Ciudad Condal?
- Era un gran admirador de Barcelona y de toda Cataluña, de su historia y de sus instituciones. En unas declaraciones que hizo a Catalunya Cristiana, en una ocasión que fue a Barcelona, dijo que no tenía más que buenos recuerdos, que seguía admirando a Barcelona y que los catalanes tenían una vitalidad inmensa y que lo que tenían que hacer era desarrollar esas capacidades que Dios les ha dado.

»Siempre que hablaba de Barcelona, todo eran elogios; hablaba de la tenacidad, del trabajo, del entusiasmo que ponían…. Una vez le dije yo: ¿y todo sólo son elogios? Ya ¿no se acuerda de las manifestaciones que le hicieron, de las cartas que le escribieron, de los curas que se le encerraban en las Iglesias…? D. Marcelo me respondió con toda naturalidad: 'bueno, aquello ya pasó, lo importante es reconocer la realidad, mirar hacia adelante y recordar las cosas buenas y pensar en lo todo lo bueno que hay'.

- Llega a Toledo el día de San Ildefonso de 1972 ¿cuáles fueron las primeras acciones del gobierno del Arzobispo Primado en la archidiócesis de Toledo?
- En aquellos años la archidiócesis de Toledo estaba un poco revuelta, empezando por el Seminario. Él quiso empezar con calma. La primera vez que fue al Seminario a dar el retiro a los sacerdotes, el rector le esperaba a la puerta y le dijo que los seminaristas estaban reunidos en Asamblea, y querían que pasara para hacerle unas preguntas. D. Marcelo le dijo al Rector que la respuesta que les daba era que fueran inmediatamente a estudiar a sus habitaciones y que, cuando terminara él de dirigir el retiro a los sacerdotes, si no estaba cada uno en su habitación, esa misma tarde les expulsaba a todos, si era preciso, y se cerraba el seminario. Cuando terminó el retiro de los sacerdotes, los seminaristas estaban cada uno en su habitación. A partir del día siguiente, empezó a llamar todos, uno por uno, para escucharlos y decirles lo que tenían que hacer, si querían seguir en el seminario.

»Parte de los consejeros del Consejo Presbiteral presentaron su dimisión. El Delegado de Caritas presentó también su dimisión. Pero la mayoría de los sacerdotes respondieron, desde el primer momento, y colaboraron con fidelidad y eficacia.  Fueron pequeños problemas, fruto de la época que se vivía, que se fueron encauzando.



Creado cardenal en 1973

- Si hay una huella imborrable que D. Marcelo dejará para la Historia de la Iglesia en España es su labor de promoción de las vocaciones sacerdotales en la archidiócesis de Toledo principalmente, en medio de un “descalabro” vocacional en muchos lugares de nuestra geografía eclesial. Que le llevó a D. Marcelo a darle al Seminario esa perspectiva tan particular que lo convirtió en un referente eclesial. 
- Las características del Seminario que él quería estaban determinadas por la aplicación de lo que había dicho el Concilio y por las directrices de la Congregación para los Seminarios. La experiencia de Astorga y Barcelona le llevó también a tomar en Toledo unas directrices muy concretas en su orientación del Seminario. Les dijo a profesores y seminaristas que para estar en el Seminario había que aceptar las Directrices de la Iglesia y del Magisterio.

»Insistía que al Seminario se venía a formarse espiritual y doctrinalmente y para ello consideraba que se habían de poner todos los medios, con el fin que los formadores y profesores preparasen a los alumnos íntegramente: humana, intelectual, espiritual y apostólicamente. D. Marcelo se esmeró en buscar profesores, también de fuera y enseguida empezó a enviar sacerdotes y seminaristas a diversas universidades, sobre todo a Roma, para que adquirieran la mejor formación. Para él la clave de la puesta en marcha de aquel “Seminario nuevo y libre” era la interpretación recta y la aplicación del Concilio y lo que iban habían dicho y seguían diciendo los Papas.


   
Recibiendo a San Juan Pablo II en Toledo en 1982


- Usted acompañó a D. Marcelo a los cónclaves en los que fueron elegidos Papas Juan Pablo I y Juan Pablo II. ¿Cómo vivió D. Marcelo estos momentos? ¿Recuerda alguna anécdota?
-Un dato curioso, en el primer cónclave en el que salió elegido Juan Pablo I, se pensaba que iba a durar meses… y se resolvió en veinticuatro horas. Al día siguiente de salir la fumata blanca fui a buscar a D. Marcelo. Nos encontramos primero por el Cardenal Bafile, prefecto para la Congregación de los Santos… cuando le dije que era secretario de D. Marcelo, exclamó: ¡Gran Cardenal!  luego pasó un obispo asiático… también nos ponderó a D. Marcelo… más adelante encontramos un norteamericano y lo mismo… Todos nos repetían: D. Marcelo que grande, que bueno…

»Iba yo con D. Ángel Rubio y le dije: “aquí ha pasado algo”. Después de llegar adonde estaba D. Marcelo, recogimos las cosas. El no dijo nada. Luego llegó el segundo conclave… y al cabo de unos meses, leyendo los periódicos en Madrid, en uno de ellos ponía: “Pudo ser Papa” y al lado una foto de D. Marcelo. Se lo enseñé y a D. Marcelo le salió uno de los de repentes espontáneos, que a veces tenía: “No se pueden guardar secretos, aquí hay alguien que lo ha violado”. No dijo más, ni sé lo que verdaderamente pasó … pero ese fue el comentario espontáneo de D. Marcelo.

- Recuerdo durante mis años de Seminario el cariño y el fervor con el que el Cardenal hablaba del Papa Juan Pablo II. Cuéntenos como era la relación de D. Marcelo con el Santo Padre.
- Con el Papa Juan Pablo II se entendió de maravilla. Lo conocía de antes de ser Papa. En 1974 le escuchó una intervención que tuvo en el sínodo y, al acabar la sesión, habló con el Cardenal Wyszynski, Primado de Polonia, y le felicitó por la intervención del Cardenal Wojtyla. A los pocos días el joven Cardenal Polaco dio una conferencia en la casa que tiene el Opus Dei en Roma, en el EUR, y al finalizar  estuvieron hablando un rato largo un rato; fue la primera vez que hablaron. En el primer acto de obediencia, después de ser elegido Papa [Wojtyla] al acercarse, le dijo a D. Marcelo: “¡Toledo!… ¡el Alcassar! En mi país pedíamos para que liberaran el “Alcassar”. Es significativo este hecho porque en su visita a Toledo estaba muy interesado en ver el Alcázar, que no pudo visitar.

»Inolvidable en este sentido fue la visita del Papa a Toledo. Por voluntad explícita el Papa quiso visitar el Seminario para así apoyar la obra que el Cardenal estaba haciendo al servicio de la promoción y la formación de las vocaciones sacerdotales. Después de una reunión con los seminaristas en la capilla, almorzó en el seminario.

- D. Marcelo era un hombre que amaba profundamente a España y muy consciente de su papel como Primado. Estamos viviendo momentos difíciles y convulsos en España con motivo de la crisis en Cataluña. Los que conocimos a D. Marcelo nos preguntamos muchas veces ¿Qué diría D. Marcelo ante una situación como la actual? ¿Qué remedios apuntaría para salir de la actual crisis espiritual y moral en España y en Europa?
- Él se declaraba siempre español y castellano. Castellano de amplios horizontes, mirando a todo el mundo, con visión admiradora de la historia de España. A Cataluña la quería y admiraba de un modo especial y siempre la elogiaba, aunque a veces se lamentaba de la división y enfrentamientos que había entre unos y otros, que impedían aprovechar las grandes posibilidades que tenía.

»Respecto a lo que diría D. Marcelo ante la situación actual hay que referirse a la pastoral que escribió sobre la Constitución. En ella señalaba que, admitiendo los grandes valores de la Constitución, que todos alababan, señaló cinco puntos en relación con el texto que se iba a someter a votación.

»Primero: en un país de mayoría católica no aparece el nombre de Dios.

»Segundo: prescinde de los valores permanentes y de ley natural.

»Tercero: no protege debidamente la familia y facilita que venga enseguida la ley del divorcio.

» Cuarto: no protege de forma suficiente la vida humana y abre la puerta al aborto.

» Quinto: no garantiza debidamente la libertad de enseñanza, que hará depender del criterio del gobierno, que podrá ejercer un control excesivo.

»En su borrador escribió un sexto punto que luego retiró del escrito definitivo. Sobre este punto decía lo siguiente: No se aclara la palabra “nacionalidades”. Se puede entender de una manera correcta, que reconoce la unidad de España, en su diversidad; en cambio, va dar pie a que algunos (y pensaba en bastantes catalanes que él había conocido) lo van a interpretar en un sentido que quiera romper la unidad de España.  Señalaba que se debía explicar bien, antes de la votación, qué se quería decir con la palabra “nacionalidades”, porque si se votaba con la ambigüedad que tiene la palabra, podrían venir después enfrentamientos entre españoles. Y esto – decía D. Marcelo- hay que evitarlo. Finalmente retiró este punto sexto de la Carta Pastoral, porque pensó que se interpretaría como si él quisiera ir contra Cataluña y él siempre decía: “No tengo nada contra Cataluña”. Pero comentó entre los que estábamos cerca: “Veréis cómo esta palabra, tan ambigua va a traer cola y disgustos…”

»D. Marcelo con este escrito no iba contra la Constitución, pero quiso que se aclarara lo que la Conferencia Episcopal había señalado – y no había explicado-  cuáles eran las “ambigüedades, omisiones y frases inexactas” de la Constitución. Para D. Marcelo si esto no se hacía, muchos fieles se sentirían obligados a votar que NO.  D. Marcelo no dijo que NO a la Constitución, sino que había que aclarar esos aspectos para poder votar afirmativamente en conciencia.


 
 Don Marcelo en 1987 con unos seminaristas de Toledo

- D. Marcelo era conocido por la fuerza y el fervor con el que predicaba el evangelio. ¿De dónde brotaba ese don de la palabra? ¿Cómo era el día a día orante de este hombre de Dios?
- D. Marcelo cultivó desde niño el lenguaje y la forma de expresarse. Antes de ir al Seminario practicaba haciendo sermones a sus amigos y a veces, se encerraba y predicaba a solas en el cuarto de las vasijas de la leche que su madre tenía para guardar la leche que vendía. Tuvo tres tías monjas, que le preguntaban por qué quería ser cura y dijo: “Yo quiero ser cura para predicar, como el párroco de mi pueblo”.

»Siendo sacerdote y predicando él mismo se hacía la autocrítica, con atención a lo que tenía que corregir. Después, en los años que he convivido con él, he visto cómo antes de predicar… cuando tenía alguna actuación algo más importante, se pasaba largos ratos en la capilla, dándole vueltas a lo que luego predicaría.

- Acompañó a D. Marcelo hasta los últimos años de su vida. ¿Cómo fue el final de la peregrinación en la tierra del Cardenal ¿Qué recuerdos quedan más grabados en su corazón de D. Marcelo?
- A finales de junio, para defenderse del calor de Toledo, quiso ir al Pueblo, Fuentes de Nava, en la provincia de Palencia. Se notaba que la salud se iba debilitando. Le iba fallando la memoria, aunque estuvo razonando hasta dos días antes de morir. Llegó un momento que casi no podía hablar. Estuve con él hasta el 6 de agosto.

»Tuve que venirme a Toledo, porque empezaba el Octavario de la Patrona, la Virgen del Sagrario. Le llamaba todos los días por teléfono y su sobrina me indicó que estaba peor. Concelebraba poniéndose la estola y leía con mucho énfasis el evangelio, dando al final de la Misa su bendición. El 20 volví a verle y estar con él. El día 23, al anochecer, me avisaron que se había puesto muy grave. Llegué ya de noche, aún me conoció, le di la Santa Unción y al atardecer del día 25 de agosto de 2004 falleció.

»D. Marcelo era un hombre sincero. Muy amante de Jesucristo y de la Iglesia, como prolongación de la obra de Cristo. Trabajador incansable por el bien de la Iglesia y del bien de todos. Tenía un corazón inmenso para amar y sacrificarse por todos, en especial por los más pobres.  Buscaba siempre el ejemplo de Jesucristo, con el deseo de llevar la gracia de Dios a través de todos los medios humanos y sobrenaturales.

»Le daba mucha importancia a la formación de los sacerdotes y de los seglares, fomentando siempre la unión, la colaboración y la caridad. Hablando de cómo debíamos vivir el sacerdocio y cómo debíamos predicar, decía muchas veces que había que hacerlo sin desafiar a nadie, pero sin acobardarse ante nadie, porque “tenemos una doctrina que debemos presentar dignamente desde cualquier pueblo humilde hasta cualquier reunión de la ONU, ante los políticos del mundo”.
Más sobre Don Marcelo en www.cardenaldonmarcelo.es
(Publicado originariamente en el número de diciembre de 2017 de la revista "Fons Vitae", de la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón,  www.hhnssc.org)
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