«La oración no es un gasto de tiempo: es ante todo una inversión»
Vocación. […] Todos nosotros estamos aquí no por un capricho del azar, sino porque hemos sido llamados por Dios a la vida, a la fe y, también, al sacerdocio. No somos curas por casualidad, somos curas por vocación. […] Demos gracias a Dios por el don de la vocación, aunque quizá en muchas ocasiones no hayamos respondido con confianza, generosidad y fidelidad. A pesar de nuestras incoherencias, la vocación es un gran regalo, en primer lugar, para nosotros mismos. Es un gran regalo saber que Dios nos ama y cuenta con nosotros. La vocación da sentido y orienta nuestra vida. […] Abran sus oídos y su corazón al Señor y no se dejen robar la alegría de la vocación.
Misión. Es la segunda palabra. Les acabo de decir que la vocación es un gran regalo para nosotros mismos. Pero no sólo para nosotros mismos. La vocación es un regalo para sus comunidades parroquiales, para sus diócesis, para la Iglesia, para el mundo, en definitiva. […] Aunque quizá muchos de nosotros, sobre todo los más mayores, podamos tener la sensación de que nuestro ministerio no es valorado como antaño, lo cierto es que Dios sigue utilizando a sus hijos y, especialmente, a los sacerdotes, para que muchas personas sientan su consuelo, acojan su luz, disfruten de su amor. Les invito a hacer un pequeño ejercicio de memoria: cuando les ha tocado despedirse de una parroquia para emprender otra misión, ¿no se han acercado a ustedes personas sencillas, que se han atrevido a salir de su anonimato, para agradecerles un gesto o una palabra de cariño? A veces nosotros ni nos acordamos de esa palabra o de ese gesto, pero para esa mujer o ese hombre fueron un regalo de Dios. […] La fuerza de Cristo actúa en cada uno de ustedes poderosamente. No lo duden. Por eso, no se dejen robar la alegría de la entrega en la misión concreta que Dios y su Iglesia les han confiado, aunque en muchas ocasiones la lucha sea larga y la fatiga grande.
Finalmente, oración. A veces los sacerdotes olvidamos, en la práctica, que sólo Dios puede saciar nuestra hambre de felicidad, nuestra sed de plenitud. […] No descuidemos la oración, teniendo en cuenta que orar no es hacer algo, sino estar con Alguien, con el Amor de los amores, con ese Dios que nos rescata una y otra vez de la soledad, el pecado, el miedo, con ese Dios que disfruta de nuestra amistad: Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo (Is 62, 5). La oración nos permite percibir las llamadas de Dios y desde ella somos enviados a la misión.
Además, en términos económicos, podemos decir que la oración no es un gasto de tiempo o un precio que he de pagar; la oración es ante todo una inversión, que tiene su repercusión clara en nuestra vida personal y en nuestra entrega sacerdotal.
Por tanto, no se dejen robar la alegría del encuentro con el Señor». (CARDENAL BENIAMINO STELLA, De la Homilía en la Misa con el Clero de las Diócesis de Galicia, XXVª Semana de Formación Permanente dos Cregos de Galicia, 11-9-2017).
Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela
-Octubre 2017-
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-Octubre 2017-
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