¿Cómo elegir la posición correcta? ¿Cómo saber lo que de verdad me conviene? ¿No me equivocaré y erraré el camino?
No sé bien cómo manejar la incertidumbre en mi propia vida.
Cómo hacer para no temer ante el futuro incierto, cuando no consigo
tener certezas. Me da miedo enfrentarme a lo que no controlo. No ser
dueño de los tiempos. Ni del resultado de mis apuestas en la vida.
Me asusta ver que la paz o la guerra no dependen del deseo de mi
corazón. No quiero dejar que me lleve la rabia al vislumbrar caminos que
no deseo. Ni que el miedo me impida avanzar cuando todo parece difícil e
incierto.
No quiero que el fin justifique los medios que empleo para
alcanzarlo. Aunque el fin sea bueno a veces los medios puede que no sean
tan buenos. No quiero ofuscarme por poseer lo que deseo. No quiero que
los sueños e ideales que escucho y se apoderan de mí lleguen a manejar
mi alma. No quiero confundirme y pensar que lo que logro hacer es todo
lo que se puede hacer y nada más.
No sé bien qué hacer cuando las posiciones opuestas se enfrentan sin
un aparente camino de salida. Todo es oscuro a mi alrededor. Y a la vez
hay mucha luz, mucha esperanza.
Es verdad que no sé qué ocurrirá mañana. Ni los días siguientes. No
sé bien cuál es el deseo de Dios para mi vida. No conozco su deseo más
íntimo. Lo pronuncia dentro de mí pero yo no lo oigo. Tal vez el ruido
del mundo me perturba.
Siguiendo los pasos de S. Ignacio leía: Buscar la voluntad de
Dios. Una propuesta inmensa y difícil al tiempo. ¿Nunca te lo has
preguntado? ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Nunca te lo ha planteado alguien,
llenándote de incertidumbre? En la vida te conviene buscar la voluntad
de Dios.
Buscar el querer de Dios cuando todo se llena de dudas y miedos.
Buscar su voluntad cuando yo pretendo seguir sólo mis deseos. Buscar su
voluntad cuando no controlo mis pasos en medio de la noche.
¿Cómo elegir la posición correcta? ¿Cómo saber lo que de verdad me conviene? ¿No me equivocaré y erraré el camino? ¿Y si fracaso en mis opciones de vida y pierdo amigos, seres queridos, incluso la vida entera?
A veces sólo pretendo asegurarme el futuro. Temo tanto la muerte. Me
da tanto miedo perder lo que amo. Lo único que debería preocuparme es
vivir de verdad cada momento. Amar sin poner barreras. Soñar con lo más
alto, con lo bueno, con lo noble, con lo bello.
Pero en este mundo inquieto y lleno cambios, me turbo. Y no sé bien
cómo hacer para elegir la posición correcta, el bando adecuado, el lugar
pacífico. Unos me dicen que siga un camino. Otros me señalan el
contrario. En los dos hay algo de verdad. En los dos algo es atractivo. En los dos hay también mentiras. No sé cómo optar por mi camino.
Reza un proverbio hindú: Dondequiera que el hombre pone su pie, pisa cien senderos.
¿Y si no sé descubrir mi camino entre tantos posibles? ¿Cómo hacer para
no errar mis pasos, para no dejar heridos con mis opciones de vida,
para no hacer más daño? ¡Hay tantas cosas inciertas en este camino que
recorro!
¿Cómo saber lo que Dios me pide? ¿Cómo saber dónde quiere que entregue mis fuerzas? ¿Cómo saber cuándo camino tomado de su mano?
Jesús pasó por la tierra liberando los corazones. Acogió a unos y a otros. Le pusieron tantas veces en la misma encrucijada: En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Buscaron encasillarle en una postura, en un grupo. Quisieron hacerle
enemigo de los contrarios. Quisieron que decidiera del lado de quién
estaba. Su posición. ¿Había venido Jesús para todos o sólo para algunos?
Jesús no se dejó engañar. No cayó en el juego de los hombres. No se alineó con unos dejando de lado a otros. Eso siempre me impresiona.
Podía haber optado por los poderosos del mundo para imponer su reino.
Podía haber elegido a los más sabios y conocedores de la ley para
allanar su camino. Podía haberse protegido. Pero no lo hizo.
No cayó en el juego de los engaños. Buscaban su ruina. Él vino a
salvar a todos. A los buenos y a los malos. A los puros y a los impuros.
A los de un lado y a los del otro. A los que nadie quería y a los que
todos amaban. Jesús se hizo carne de todos. Alma de un mundo herido. Y
quiso amar a los que tantos rechazaban.
Su corazón inmenso me muestra un camino a seguir. Jesús fue un hombre libre que amó a todos hasta el extremo de la cruz. Su libertad estuvo en el amor, no en el odio.
No defendió con odio su postura. No recurrió a la violencia para hacer
vencer sus puntos de vista. El que usa la violencia pierde la razón.
Tagore decía: La verdad no está de parte de quien grita más.
Él guardó silencio. Otros gritaban. Jesús me ha mostrado cómo tengo que
vivir yo. Quiere que yo ame hasta la muerte. Quiere que entregue mi
corazón y al mismo tiempo viva libre para darme.
Quiere que lo deje todo por seguir siempre sus pasos: Jesús les
invita a dejar la casa donde viven, la familia y las tierras
pertenecientes al grupo familiar. No es fácil. La casa es todo: refugio
afectivo, lugar de trabajo, símbolo de la posición social. Romper con la
casa es una ofensa grave para la familia y una deshonra para todos.
Pero sobre todo significa lanzarse a una inseguridad total.
Jesús me invita a vivir en la incertidumbre de los caminos sin buscar
seguridades. Me invita a no aliarme con los poderosos, a no esconderme
entre los que protegen mis pasos. Me quiere libre, sin ataduras, sin cadenas. Así quiero vivir yo.
Carlos Padilla
Aleteia