Primero: quien actúa sólo para Dios no se perturba en caso de fracaso, porque si Dios no lo quiere, él tampoco.

Segundo: se alegra con el bien que hacen los demás, como si lo hubiese hecho él mismo.

Tercero: sin preferencias para trabajos, acepta de buena voluntad lo que la obediencia le pide.

Cuarto: teniendo cumplido su deber, no espera alabanzas ni aprobaciones de los demás. Por eso no se pone triste o critica si lo desaprueban, alegrándose sólo contentando a Dios. Si acaso recibe algún elogio del mundo, no se envanece, sino que aleja la vanagloria, diciéndole: sigue tu camino, llegaste tarde porque mi trabajo ya está todo dado a Dios.

Por san Afonso María de Ligório, en el libro Práctica del amor a Jesucristo
Aleteia 
Secciones:

    Web oficial de San Juan de Ávila

    Sobre San Juan de Ávila