Ideas dignas de la Feria de París, del concurso Lépine de inventos y de todos los premios de innovación… ¡Estas invenciones de sacerdotes y canónigos han revolucionado nuestra visión del universo!
Los anteojos
Roger Bacon (1214-1292), es considerado como el lingüista más grande
de su tiempo y también se le llama “doctor admirable” por su erudición.
Nació en Inglaterra en Dorsetshire, estudió arte en Oxford, luego en
París y terminó por unirse a los franciscanos. Inventó entre idas y
venidas la bomba de aire, la cámara oscura y la pólvora. Filósofo, sabio
y alquimista, es uno de los fundadores de la óptica, el inventor de los
primeros anteojos contra la presbicia y describió con precisión el
funcionamiento del ojo.
Luis Figuier, en su obra Vida de los sabios ilustres, dijo
de él: “Este monje, desconocido y horriblemente perseguido durante su
vida, es la figura científica más grande de la Edad Media. Es el genio
más vasto y más completo que produjo Europa en este largo periodo”.
¡Es la Tierra la que gira en torno al Sol!
Nicolás Copérnico (1473-1543) fue un monje y astrónomo reconocido
como el primer pensador moderno en haber considerado que la Tierra gira
alrededor del Sol, y no al contrario. Después de sus estudios de arte en
la Universidad de Cracovia, descubre la medicina, las matemáticas y,
sobre todo, la astronomía en la Universidad de Bolonia (Italia). Su
teoría astronómica del “heliocentrismo” revolucionó los conceptos
antiguos y medievales del universo. La Iglesia católica aceptó
definitivamente la idea en 1830.
El padre del champán
Pierre Pérignon (1638-1715) fue un monje benedictino, cillerero del
monasterio de Hautvillers, cerca de Épernay, en la región francesa de
Champaña-Ardenas. Apodado honorablemente como “Dom Périgon”, habría
descubierto el método controlado para hacer vino espumoso de Champaña en
botella, también llamado “método champenoise”. Sobre todo desempeñó un
papel fundamental en el desarrollo del arte del ensamblaje.
La radiestesia
El abad Alexis Bouly (1865-1958) descubrió un talento de zahorí, un
don que consiste en detectar las capas de aguas subterráneas y en
evaluar su profundidad e importancia. Inventa entonces la palabra
‘radiestesia’, compuesta del latín radius, ‘varilla’, y del sufijo –estesia (derivado del griego aesthesis, ‘sensación’).
Después de la Primera Guerra Mundial, el ministerio de la Guerra
recurrió a sus servicios para detectar los obuses no explosionados en el
campo de batalla de Champaña, de Aisne y Artois, lo cual le valió la
condecoración de la Legión de Honor en 1950 por los servicios prestados a
la nación.
Del ‘blanc-cass’ al kir
Félix Adrien Kir, (1876-1968) fue elegido alcalde de Dijon en 1945,
que combinó con su cargo de canónigo. Desde hacía décadas, los alcaldes
tenían la costumbre de servir a sus invitados vino blanco aderezado con
crema de casis (una grosella negra). Pues este buen canónigo fue su
mayor representante comercial, dada la multitud de recepciones y
hermanamientos entre localidades que realizó durante sus mandatos.
Así que no fue el inventor de verdad, pero convirtió esta bebida sin
nombre en un cóctel famoso más allá de las fronteras de Francia y,
además, le puso su apellido. La receta es rigurosa: 1/3 de crema de
casis y 2/3 de vino blanco aligoté.
De la ‘mandarinette’ a la clementina
Vital Rodier (1839-1904) pasó a llamarse fray Marie-Clément cuando
entró en los Hermanos de la Anunciación, antes de partir como misionero a
Argelia, donde se convertió más tarde en padre espiritano. Responsable
de un vivero de unas veinte hectáreas cerca de Orán, hizo un
descubrimiento sorprendente al cruzar un mandarinero con un naranjo
amargo.
Entre los rosales y las cepas cítricas, don Clément creó (o descubrió
por polinización) un híbrido que al principio fue bautizado como ‘mandarinette’,
una especie de mandarina sin semillas y de color más brillante. Por
este descubrimiento y su posterior desarrollo, obtuvo la medalla de oro
de la sociedad de agricultores de Argelia y, veinte años después de su
muerte, esta misma sociedad dio al fruto el nombre de “clementina”.
El Big Bang
Georges Lemaître, (1894-1966) fue un canónigo, astrónomo y físico
belga. Su “teoría del átomo primigenio”, que describe un universo que
comenzaría con una singularidad inicial que podría explicar el origen
del universo, constituye el fundamento de la teoría del Big Bang. En
1960, Juan XXIII le nombró presidente de la Pontificia Academia de las
Ciencias.
La cocina solar más grande del siglo XIX
El padre Manuel Gomes (1868-1933), apodado Padre Himalaya, construyó
en 1900, después de varios experimentos, su propia cocina solar: la más
grande de la época, con más de 7 metros de diámetro, por lo que obtenía
por primera vez una temperatura de 1500 grados, permitiendo incluso la
fusión del hierro. Su objetivo era obtener nitrógeno para fertilizantes
químicos para agricultura, algo que desde mucho era una preocupación de
la industria.
La cafetera
Jean Baptiste de Belloy (1709-1808) fue obispo de Marsella, arzobispo
de París y cardenal. Hacia el 1800, inventó el sistema de la
percolación del café, que hasta entonces se tomaba por infusión. Este
invento dio lugar al nacimiento de la cafetera.
La cámara lenta
August Musger (1868-1929) fue un sacerdote y físico austriaco. Sobre
todo es famoso por haber inventado el ralentí o cámara lenta, que crea
un efecto especial en la captura de la imagen que permite un ligero
retraso, útil para el cine y la televisión.
El ‘tékaphone’
El padre Pierre Kaelin (1913-1995) fue un maestro, director de coro, compositor e inventor francés. En 1947 creó el ‘tékaphone’,
que presentó en Lausana (Suiza) y en Nueva York. Este aparato, que
permite recuperar y sincronizar el sonido registrado, es el ancestro del
contestador automático. Perfeccionó también los sistemas de voto con
botones. Se dice del padre Kaelin que tenía una idea por cada paso que
daba… y que si tenía una tarde libre, la aprovechaba para fundar un
coro.
El transpositor para órgano y piano
El abad Clergeau (fechas de nacimiento y muerte desconocidas) vendía
pequeños órganos y armonios. Él es el inventor de transpositor para
órgano y piano. Según el manual, “el efecto de este mecanismo sobre el
órgano o sobre el piano es el de transportar el lugar del organista o
pianista, es decir, que, interpretando una pieza en el tono que está
escrito, el organista puede aumentarla o disminuirla en medio tono, un
tono, un tono y medio, dos tonos, tres tonos, etc.”.
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