Este viernes el Papa Francisco ha querido explicar en su homilía en la Casa Santa Marta la diferencia existente entre la doctrina de la Iglesia y la ideología. De este modo, aseguró que “la doctrina una, los Concilios unen a la comunidad cristiana, mientras que la ideología divide”.
Según informa Aciprensa, el Santo Padre advirtió contra aquellos que transforman la doctrina en ideología y “se dedican a turbar a la comunidad cristiana con discursos que trastornan el alma”.
Según informa Aciprensa, el Santo Padre advirtió contra aquellos que transforman la doctrina en ideología y “se dedican a turbar a la comunidad cristiana con discursos que trastornan el alma”.
“Siempre hay gente que dice: ‘Eh, no. Eso que ha dicho ese es herético,
aquello no se puede decir, aquello no, la doctrina de la Iglesia es
esta…’. Son fanáticos de cosas que no están claras, como esos fanáticos
que sembraban la cizaña para dividir a la comunidad cristiana”.
Así definía el Papa el problema: “la doctrina de la Iglesia, aquella que viene del Evangelio, aquella que inspira el Espíritu Santo, se convierte en ideología. Ese es el gran error de esa gente”.
Además, Francisco aseguró que aquellos que transforman la doctrina en ideología “no son creyentes”. No es lo mismo “ser creyente que estar ideologizado”, indicó el Pontífice.
Para ejemplificar esta diferencia, Francisco reflexionó sobre el fragmento de los Hechos de los Apóstoles, leído en la Primera Lectura, para señalar que en las primeras comunidades cristianas “tenían celos y luchas de poder. Algunos astutos querían ganar y comprar poder”.
En el texto de los Hechos de los Apóstoles se habla de dos grupos de personas que participaban en fuertes discusiones: “El grupo de los apóstoles, que quería discutir el problema, y los otros que iban y creaban problemas, dividían, dividían a la Iglesia y decían que aquello que predicaban los apóstoles no era lo que Jesús había dicho, que no era la verdad”.
Ante esta hostilidad, la actitud de los apóstoles es hablar para llegar a un acuerdo, “pero no es un acuerdo político –matizó el Papa–, es la inspiración del Espíritu Santo la que les lleva a decir: nada de estas cosas, nada de exigencias. Solo piden esto: no comáis carne durante ese tiempo, la carne sacrificada a los ídolos porque eso significa hacer comunión con los ídolos, abstenerse de la sangre, de los animales estrangulados y de las uniones ilegítimas”.
La ideología de aquellos que sembraban discordia “cierra el corazón a las obras del Espíritu Santo”. Por el contrario, los apóstoles no estaban ideologizados, “tenían el corazón abierto a aquello que el Espíritu les indicaba”.
Por lo tanto, “siempre ha habido problemas. Somos humanos, somos pecadores”. Ese rasgo que caracteriza a todas las personas, el ser pecadores, “debe llevarnos a la humildad, a acercarnos al Señor como salvador de nuestros pecados”.
El Papa concluyó insistiendo en que “la Iglesia tiene su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los Obispos, de los Concilios”. Ese magisterio debe ir por el camino “que marcó Jesús en su predicación, y de la enseñanza del Espíritu Santo”. “La doctrina une, los Concilios unen a la comunidad cristiana, mientras que la ideología divide”.
Así definía el Papa el problema: “la doctrina de la Iglesia, aquella que viene del Evangelio, aquella que inspira el Espíritu Santo, se convierte en ideología. Ese es el gran error de esa gente”.
Además, Francisco aseguró que aquellos que transforman la doctrina en ideología “no son creyentes”. No es lo mismo “ser creyente que estar ideologizado”, indicó el Pontífice.
Para ejemplificar esta diferencia, Francisco reflexionó sobre el fragmento de los Hechos de los Apóstoles, leído en la Primera Lectura, para señalar que en las primeras comunidades cristianas “tenían celos y luchas de poder. Algunos astutos querían ganar y comprar poder”.
En el texto de los Hechos de los Apóstoles se habla de dos grupos de personas que participaban en fuertes discusiones: “El grupo de los apóstoles, que quería discutir el problema, y los otros que iban y creaban problemas, dividían, dividían a la Iglesia y decían que aquello que predicaban los apóstoles no era lo que Jesús había dicho, que no era la verdad”.
Ante esta hostilidad, la actitud de los apóstoles es hablar para llegar a un acuerdo, “pero no es un acuerdo político –matizó el Papa–, es la inspiración del Espíritu Santo la que les lleva a decir: nada de estas cosas, nada de exigencias. Solo piden esto: no comáis carne durante ese tiempo, la carne sacrificada a los ídolos porque eso significa hacer comunión con los ídolos, abstenerse de la sangre, de los animales estrangulados y de las uniones ilegítimas”.
La ideología de aquellos que sembraban discordia “cierra el corazón a las obras del Espíritu Santo”. Por el contrario, los apóstoles no estaban ideologizados, “tenían el corazón abierto a aquello que el Espíritu les indicaba”.
Por lo tanto, “siempre ha habido problemas. Somos humanos, somos pecadores”. Ese rasgo que caracteriza a todas las personas, el ser pecadores, “debe llevarnos a la humildad, a acercarnos al Señor como salvador de nuestros pecados”.
El Papa concluyó insistiendo en que “la Iglesia tiene su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los Obispos, de los Concilios”. Ese magisterio debe ir por el camino “que marcó Jesús en su predicación, y de la enseñanza del Espíritu Santo”. “La doctrina une, los Concilios unen a la comunidad cristiana, mientras que la ideología divide”.
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