«La labor del sacerdote es introducir al hombre en el misterio de Dios»
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«El sacerdote puede seguir siendo fuente de esperanza para los hombres. De esta esperanza que trajo Jesús. […] Hemos de tener claro como dice Santo Tomás de Aquino que el sacerdote es el hombre del bien común de la Iglesia, a quien está confiado proponer y cultivar la grandeza de la vida en comunión que nos ha regalado Dios.

No es nuestro yo, sino el Tú de Dios y el nosotros el epicentro de la vida del sacerdote. En esto está el futuro de cada sacerdote y a su vez el futuro de toda la Iglesia y de la sociedad. La labor del sacerdote es introducir al hombre en el misterio de Dios. El ministerio del sacerdote es ministerio de luz, pues ilumina la meta última de todos los caminos del hombre.


Nuestra enseñanza es un ministerio para que pueda resonar dentro de cada persona, en el Espíritu, la voz de Jesús. El Sermón de la Montaña y el Discurso de la Cena son los puntos centrales de la predicación de Jesús y han de ser los nuestros. La doctrina es necesaria para la misión de enseñar, y la vida de fe para que resulte eficaz nuestra enseñanza. Recta doctrina y recta vida son las dos claves.


El sacerdote está llamado a ser teólogo, sabiendo que el teólogo es el que habla sobre Dios o, mejor, que habla de la Palabra de Dios porque la escucha y la transmite. Enseñar a vivir al modo de Cristo no puede ser sino iluminar el modo plenamente humano de vivir. El sacerdote es experto en humanidad porque es experto en Jesús y su misión es consumar lo humano, purificarlo y conducirlo a lo divino con los Sacramentos y la predicación, con la función de santificar y enseñar. El sacerdote está llamado a dar a conocer algo que eleva al hombre, que le hace alcanzar aquello que más desea: la vida del hombre consiste en ver a Dios. […]


No debemos olvidar que somos colaboradores de Dios por la acción del Espíritu que actúa en nosotros, no por mérito nuestro sino en obediencia a la Palabra. Necesitamos tiempo para estudiar, orar y alimentar las predicaciones. Proclamar la verdad de Jesús, que es la verdad de su gran amor por el hombre, es una tarea especialmente importante para el sacerdote. Las convicciones de fe se aprenden sobre todo en el contacto personal con el Señor. La oración, la vida pastoral, el estudio, la profundización teológica: todo esto debe estar al servicio de este contacto personal con el Maestro. […]
 

El sacerdote engendra para la vida de Dios. En el Sacramento de la Reconciliación encontramos una gran expresión de la paternidad del sacerdote cuando perdona en nombre de Cristo. Ayudando a reconocer los pecados, el sacerdote abre el camino hacia la sanación y la esperanza, el verdadero camino a la libertad. La tarea más importante del sacerdote es apuntar a Dios, la fuente del amor, la razón de todo. El sentido de la historia nos da una formidable perspectiva, un antídoto contra el pesimismo. Cada sacerdote trabaja a la luz de la eternidad llamando a los creyentes y a todos los hombres a la vida eterna, a la fe en Dios y a la conversión moral». (MONS. JULIÁN BARRIO BARRIO, de la Plática a los Sacerdotes, Retiro espiritual de Cuaresma 2017)

Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela

-Marzo 2017

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