Santos Cirilo y Metodio
Dos hermanos originarios de Tesalónica apóstoles de los eslavos del sur y padres de la literatura eslava
Dos hermanos originarios de Tesalónica apóstoles de los eslavos del sur y padres de la literatura eslava
Se venera a estos dos hermanos originarios de Tesalónica como
apóstoles de los eslavos del sur y padres de la literatura eslava.
Cirilo, el más joven de los dos, recibió en el bautismo el nombre de
Constantino y tomó el de Cirilo poco antes de su muerte, junto con el
hábito de monje. Fue enviado a Constantinopla muy joven. Allí hizo sus
estudios, bajo la dirección de León el Gramático y de Focio. Aunque era
más versado en las ciencias profanas que en la teología, fue ordenado
diácono. Probablemente, no recibió sino hasta más tarde el sacerdocio.
Sucedió a Focio en su sede, y la fama de su sabiduría le ganó el título
de «el filósofo». Durante algún tiempo se retiró a un monasterio, pero,
el año 861, el emperador Miguel III le envió en una embajada
religioso-política ante el gobernador de los kázaros, que habitaban la
región entre el Dniéper y el Volga. El santo desempeñó con éxito su
misión, aunque sin duda se ha exagerado mucho el número de los que
convirtió a la fe. Metodio, el hermano mayor de Cirilo, había sido
gobernador de una de las colonias eslavas en la provincia de Opsikion y,
después, había tomado el hábito de monje. Acompañó a su hermano en la
embajada ante el gobernador de los kázaros y, a su vuelta a Grecia, fue
elegido abad de un importante monasterio.
El año 862, llegó a Constantinopla un embajador de Rostislavo,
príncipe de Moravia, para obtener que el emperador enviase misioneros
capaces de evangelizar a los eslavos en su propio idioma. Rostislavo
deseaba, por otra parte, congraciarse con Bizancio para defenderse de
sus poderosos vecinos, los germanos. El emperador de Oriente vio en ello
la ocasión de contrarrestar la influencia del emperador de Occidente en
aquellas regiones, en las que ya se habían introducido los misioneros
germanos. La empresa sonreía, por lo demás, a Focio, patriarca de
Constantinopla, quien escogió para la tarea a san Cirilo y san Metodio,
cuya cultura y conocimiento del eslavo los hacían capaces de crear un
alfabeto escrito de la lengua del país. Probablemente, los sucesores de
san Cirilo inventaron, sirviéndose de las mayúsculas griegas, el
alfabeto «cirílico», del que se derivan los caracteres actuales del
ruso, del serbio y del búlgaro. Antiguamente se atribuía por error a san
Jerónimo la creación del alfabeto «glagolítico» en que están escritos
los libros litúrgicos eslavo-románicos de ciertas regiones católicas de
Yugoslavia; pero dicho alfabeto fue probablemente inventado por el mismo
san Cirilo, a quien, según la leyenda, Dios lo reveló directamente.
Como tantos otros aspectos de la historia de san Cirilo y san Metodio,
la cuestión de los alfabetos es muy oscura. La lengua sudeslava de san
Cirilo y san Metodio es, hasta la fecha, el idioma litúrgico de los
rusos, de los ucranios, de los serbios y de los búlgaros, tanto
católicos como ortodoxos.
Los dos hermanos partieron de Constantinopla con varios compañeros el
año 863. En la corte de Rostislavo fueron muy bien recibidos y
emprendieron inmediatamente la tarea. Pero la posición de los misioneros
era muy difícil. El empleo del idioma de la región en la predicación y
la liturgia los hacía muy populares entre los habitantes; pero el clero
germánico se oponía a ello, sostenido por el emperador Luis el
Germánico, quien obligó a Rostislavo a prestarle juramento de fidelidad.
Los misioneros bizantinos, que habían traducido al eslavo algunas
perícopas de la Escritura y los himnos litúrgicos, prosiguieron con
éxito la evangelización. Pero uno de los grandes obstáculos era la falta
de un obispo que ordenase nuevos sacerdotes, puesto que el prelado
germánico de Passau se negó a hacerlo. Entonces, san Cirilo decidió ir a
Constantinopla a pedir ayuda. Llegó a Venecia acompañado por su
hermano, pero había escogido el peor momento: Focio acababa de ser
excomulgado y la Santa Sede miraba con desconfianza a todo el Oriente.
Los misioneros fueron mal acogidos en Venecia, donde se les consideraba
como protegidos del emperador de Oriente y se criticaba el empleo que
hacían del eslavo en la liturgia. Según una de las fuentes, el papa san
Nicolás I los llamó a Roma. En todo caso, es cierto que los misioneros
fueron a la Ciudad Eterna, llevando las pretendidas reliquias de san
Clemente Papa, que san Cirilo había recobrado a su paso por Crimea. El
papa san Nicolás había muerto mientras tanto; pero Adriano II, su
sucesor, acogió calurosamente a los portadores de un regalo tan
precioso. Después de juzgar la causa de los misioneros, Adriano II
determinó conferir a Cirilo y Metodio el episcopado, aprobó la
ordenación sacerdotal de los eslavos convertidos, y alabó el empleo de
la lengua eslava en la liturgia. No parece que san Cirilo haya sido
realmente consagrado, ya que murió cuando se hallaba en Roma, el 14 de
febrero del 869. Según la versión italiana de la leyenda, después de la
muerte de san Cirilo, san Metodio dijo a Adriano II: «El último deseo de
nuestra madre, cuando dejamos la casa paterna para ir a evangelizar el
país en que hemos trabajado hasta ahora, con la gracia de Dios, fue que,
al morir uno de nosotros dos, el otro se encargase de transportar su
cadáver para darle sepultura en nuestro monasterio. Así pues, os ruego
que me ayudéis en esta empresa». El papa estaba dispuesto a ayudar a san
Metodio, pero sus consejeros le dijeron: «No conviene que dejemos salir
de la ciudad el cuerpo de un hombre tan distinguido, que enriqueció
nuestra ciudad con tan extraordinarias reliquias, que ganó al
cristianismo naciones tan remotas y que murió entre nosotros». El papa
concedió la razón a sus consejeros, y san Cirilo fue sepultado en la
iglesia de San Clemente, donde se habían depositado las reliquias que él
había llevado a Roma.
San Metodio se encargó de llevar adelante la empresa de
evangelización. Después de recibir la consagración episcopal, volvió a
su antigua misión, llevando consigo un documento en que la Santa Sede le
recomendaba como hombre de «doctrina y ortodoxia perfectas». Kosel,
príncipe de Panonia, pidió que se restableciese la antigua arquidiócesis
de Sirmiun (actualmente Mitrovic, en Serbia); san Metodio fue nombrado
arzobispo, y sus diócesis sufragáneas se extendían hasta las fronteras
de Bulgaria. A pesar del apoyo y la aprobación del Sumo Pontífice, el
clero germánico no cesó de poner obstáculos a la evangelización. Por
otra parte, la situación política de Moravia había cambiado, ya que
Svatopluk, sobrino de Rostislavo, se había aliado con Carlomán de
Baviera y había expulsado a su tío. El año 870, san Metodio compareció
ante un sínodo de obispos germánicos y fue encarcelado en una celda
húmeda. El papa Juan VIII no consiguió que le pusiesen en libertad sino
hasta dos años más tarde y juzgó prudente retirar el permiso de predicar
en eslavo (que era, según la llamaba el Pontífice, «una lengua
bárbara»). Sin embargo, Juan VIII tuvo cuidado de recordar a los
germanos que Panonia y todas las sedes del Ilírico dependían desde
antiguo de la Santa Sede.
San Metodio continuó la evangelización durante los años siguientes.
Pero Svatopluk se convirtió en enemigo suyo, porque el santo le echó en
cara la vida licenciosa que llevaba. Así pues, el arzobispo fue acusado
ante la Santa Sede, en 878, de seguir con las celebraciones litúrgicas
en la lengua eslava y de omitir, heréticamente, la mención del Hijo en
el Credo. (Advirtamos que en aquella época las palabras "y del Hijo"
(Filioque) no se habían introducido todavía en todas partes y,
ciertamente, no en Roma). Juan VIII convocó a Metodio a la Ciudad
Eterna. Metodio consiguió probar su ortodoxia y convencer al Pontífice
sobre la necesidad de emplear la lengua eslava. Aunque con ciertas
reservas, Juan VIII aprobó nuevamente el empleo de dicha lengua, «porque
Dios, que creó los tres principales idiomas -el hebreo, el griego y el
latín-, también había creado otros para su honor y gloria».
Desgraciadamente, accediendo a los deseos de Svatopluk, el Papa nombró
también para la sede de Nitra, que era sufragánea de Sirmiun, a un
sacerdote germánico llamado Wiching, que era enemigo acérrimo de san
Metodio. Ese prelado, que era muy poco escrupuloso, llegó a falsificar
documentos pontificios para perseguir a san Metodio. Después de la
muerte del santo, Wiching obtuvo la sede de Sirmiun, desterró a los
principales partidarios de su predecesor y anuló la mayor parte de su
obra.
Según la versión de Panonia, san Metodio terminó en los cuatro
últimos años de su vida la traducción de la Biblia al eslavo (excepto
los libros de los Macabeos) y tradujo también una colección de leyes
civiles y eclesiásticas bizantinas, llamada el «Nomokanon» (es decir:
compilación de leyes). Esto parece indicar que las circunstancias
impedían al santo consagrarse enteramente a los asuntos misionales y
episcopales, es decir, que estaba perdiendo la batalla contra la
tendencia germánica. San Metodio murió probablemente en Stare Mesto
(Velehrad, en la República Checa) el 6 de abril del 884, consumido por
el trabajo apostólico y la oposición de los que no estaban de acuerdo
con sus métodos de evangelización. La liturgia de sus funerales se
celebró en griego, en eslavo y en latín. «Las gentes acudieron con
antorchas encendidas. Todo el pueblo se hallaba presente: hombres y
mujeres, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y
huérfanos, ciudadanos y forasteros, sanos y enfermos. Porque Metodio se
había hecho todo a todos para ganar a todos para el cielo».
La fiesta de los santos Cirilo y Metodio, que se había celebrado
desde antiguo en la región donde trabajaron, fue extendida a toda la
Iglesia de Occidente por el Papa León XIII en 1880. Por tratarse de dos
orientales que trabajaron en estrecha colaboración con la Santa Sede, se
los considera como patronos especiales de la unidad de la Iglesia y de
las obras que se dedican a promover la unión con las Iglesias eslavas
disidentes. Los católicos checos, eslavos y croatas, así como los
servios y búlgaros ortodoxos, les profesan especial devoción. Los
nombres de los dos santos aparecen en la preparación de la misa
bizantina de rito eslavo. Juan Pablo II, con la carta apostólica «Egregiae virtutis»,
del 31 de diciembre de 1980, los proclamó -junto con san Benito de
Nursia- patronos de Europa, y presentó sus figuras de evangelizadores
por medio de la encíclica «Slavorum apostoli», de 1985.
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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