
Aunque es cierto que el modo de vivir el tiempo en la vida adulta,
depende en gran parte de la filosofía de vida de cada uno y en el modo
de percibir su temporalidad. Están los que pasan el tiempo sentados
tranquilamente esperando que otros vengan a romper su rutina con
novedades, como también los que llenan su presente con recuerdos de su
pasado que les lleva a admirarse de lo ya acontecido. Pero también hay
adultos y ancianos que viven en el presente, centrados en el día a día,
viviendo el “ahora” de la mejor manera posible.
Los griegos usaban dos palabras para referirse al tiempo, que nos
revelan dos dimensiones de nuestra vivencia humana del tiempo. Por un
lado está el kronos, entendido como tiempo
cronológico, medible. Es el tiempo del reloj y la agenda, y es idéntico
para todos. Pero también existe el kairós o
tiempo oportuno, refiere al tiempo vivencial a una vivencia especial de
un lapso de tiempo. No tenemos la misma experiencia del tiempo. Si
estamos esperando algo, cinco minutos nos parecen horas, y si estamos
disfrutando lo que hacemos, las horas nos parecen minutos. Como
expresara Borges: “¡Qué importa el tiempo sucesivo, si en él hubo una
plenitud, un éxtasis, una tarde”.
Muchos jóvenes tienden a confundir el aprovechamiento del
tiempo con sumar vivencias y por ello, el afán de acumular experiencias
de toda índole. Pero también su orientación al futuro les hace vivir el presente con gran intensidad.
Los adultos que trabajan viven su tiempo fuertemente estructurado y
organizado a partir de los horarios del trabajo. Su vivencia del tiempo
suele dividirse entre tiempo de trabajo y tiempo libre, como si el
tiempo se determinase desde fuera. En cambio el que no marca ninguna
estructura o ritmo a sus días, suele vivirlos con un gran aburrimiento y
sentimiento de vacío.
Por eso, sin importar la edad, es importante encontrar un ritmo a cada día, que permita llenarlo de sentido. Definitivamente la
experiencia del tiempo no depende únicamente de la etapa de la vida en
la que nos encontremos, sino especialmente de nuestro modo de entender y
vivir la vida.
¿Cómo vives tu tiempo?
Los cambios culturales también inciden decisivamente en nuestro modo
de vivir la temporalidad. De hecho, la vivencia actual del tiempo es muy
diferente de lo que se vivía hasta hace no muchos años. En una cultura
que valora la productividad, configurada por las nuevas tecnologías, no
es extraño que se nos arrastre a poner el valor en lo instantáneo y lo
inmediato. Nadie espera demasiado y la ansiedad es ya una pandemia
global. Hay pocas cosas estables y sólidas, los proyectos no son
duraderos, lo común es que todo sea provisorio y cambiante.
La mentalidad productiva nos lleva a ver en el tiempo libre un
problema a resolver: ¿qué hacemos con el tiempo de ocio? ¿hay que
agendarse el gimnasio, el cine, o las salidas con amigos? Mientras
que los antiguos griegos veían el ocio como fuente de sabiduría y
creatividad, hoy es algo que debe ser productivo de alguna manera.
El mandato cultural de aprovechar “al máximo” la vida, como forma
“positiva” de vivir, lleva a excesos y desgastes insospechados. Se
valora lo que procede con mayor rapidez y nos da resultados inmediatos,
pero no debemos someternos a estos criterios externos. Seamos
niños, jóvenes, adultos o ancianos, necesitamos siempre tiempo para
pensar, para reflexionar, para esperar, para disfrutar, para crecer,
etc. Aun en la vida profesional, cuando sentimos que si vamos
más lento podemos perder oportunidades, es preciso aprender a compensar
esta velocidad con la gratuidad del tiempo en familia y con los amigos.
Muchas veces llevamos al hogar todo el estrés del trabajo y los que
nos esperan, no suelen entender la “locura” con la que aparecemos, ni
les cae en gracia nuestro mal humor que no tiene nada que ver con ellos.
Quienes nos esperan anhelan nuestra presencia y que les dediquemos
nuestro tiempo, sin presiones ni apuros. El tiempo inútil es el
tiempo más preciado. Aprender a “no hacer nada” y simplemente “estar”
con los otros, por amor, es todo un aprendizaje.
Miguel Pastorino
Aleteia