Corría el año de 1792. No se habían cumplido siquiera veinte años desde la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, y la recién nacida nación contaba ya con su primer obispo católico: el jesuita John Carroll, quien habría sido nombrado prefecto de los Estados Unidos apenas la iglesia católica comenzaba –muy discretamente- a tomar raíces en el noreste del país, y quien en 1789 pasó a ser el obispo de la primera diócesis católica estadounidense: la diócesis de Baltimore, en Maryland, que abarcaba prácticamente todo el territorio de las antiguas colonias inglesas. Luego, sería nombrado también administrador apostólico de Florida y Lousiana.
El Papa Pío IX formalizaría definitivamente el patronazgo de la Inmaculada sobre los Estados Unidos el 7 de febrero de 1847. Pío X iniciaría, en 1913, la construcción del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C., dando incluso una contribución monetaria personal (simbólica) de $400, y Pío XI donó un mosaico, al mismo Santuario, con la imagen de la Inmaculada, en el año de 1923
El Papa Pío IX formalizaría definitivamente el patronazgo de la Inmaculada sobre los Estados Unidos el 7 de febrero de 1847. Pío X iniciaría, en 1913, la construcción del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C., dando incluso una contribución monetaria personal (simbólica) de $400, y Pío XI donó un mosaico, al mismo Santuario, con la imagen de la Inmaculada, en el año de 1923

No parece casual que el obispo de Maryland (la “Tierra de María”, si lo tradujésemos al castellano), quien fue además –como buen jesuita- el fundador de la universidad de Georgetown haya decidido poner al naciente país bajo la protección de la Virgen María, consagrando la nación a la Inmaculada Concepción, e iniciando además la construcción de la primera catedral de los Estados Unidos, la Catedral de la Asunción de María, que fue diseñada por el arquitecto Benjamin Henry Latrobe, el mismo que diseñase el Capitolio estadounidense, considerado el padre de la arquitectura del país. El obispo Carroll, quien murió en 1815, no vivió lo suficiente para ver terminada la catedral, que se habría comenzado a construir en el año de 1806.

Corría el año de 1792. No se habían cumplido siquiera veinte años desde la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, y la recién nacida nación contaba ya con su primer obispo católico: el jesuita John Carroll, quien habría sido nombrado prefecto de los Estados Unidos apenas la iglesia católica comenzaba –muy discretamente- a tomar raíces en el noreste del país, y quien en 1789 pasó a ser el obispo de la primera diócesis católica estadounidense.

Corría el año de 1792. No se habían cumplido siquiera veinte años desde la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, y la recién nacida nación contaba ya con su primer obispo católico: el jesuita John Carroll, quien habría sido nombrado prefecto de los Estados Unidos apenas la iglesia católica comenzaba –muy discretamente- a tomar raíces en el noreste del país, y quien en 1789 pasó a ser el obispo de la primera diócesis católica estadounidense

Años después de la muerte de Carroll, en 1847, el séptimo concilio de provinciales de Baltimore reiteró el gesto con el que el obispo Carroll había iniciado su episcopado, declarando a la Virgen María, con el título de “sin pecado concebida”, como la patrona principal de aquella tierra. De allí en adelante, tres Papas se encargarían de edificar un santuario para la patrona de la nación: el Papa Pío IX formalizaría definitivamente el patronazgo de la Inmaculada sobre los Estados Unidos el 7 de febrero de 1847. Pío X iniciaría, en 1913, la construcción del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, D.C., dando incluso una contribución monetaria personal (simbólica) de $400, y Pío XI donó un mosaico, al mismo Santuario, con la imagen de la Inmaculada, en el año de 1923.
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