Mons. Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo, participó en el Congreso “Reconciliación y Misericordia”, que tuvo lugar en Santiago de Compostela los días 7 y 8 de marzo.  Tras pronunciar la ponencia titulada “Creo en la remisión de los pecados…La dimensión teológica de la Penitencia”, Mons. Sanz respondió a algunas de nuestras preguntas: 

Pregunta: ¿Qué importancia tiene el Sacramento de la Penitencia dentro del Año de la Misericordia?  ¿Es un elemento central y no secundario en este Año Jubilar?
Respuesta: El Sacramento de la Penitencia no es periférico, sino que está en el corazón de nuestra realidad. Porque tenemos esta constatación, que la puede hacer cualquier hombre o mujer, sea quien sea, viva donde vida, crea en lo que crea: la constatación de que a veces nuestra vida es frágil, que no logramos llegar a un bien al que no sabemos dejar de aspirar, pero que sólo por nuestras propias fuerzas no lo alcanzamos.  Y se da esa especie de desfase que puede acabar en frustración: de sabernos en definitiva llamados a una verdad, a una bondad, a una belleza, a una convivencia…. La vulnerabilidad de la que estamos hechos nos impide en tantos momentos poder vivir esa armonía…

Esta constatación de nuestra humana condición se solventa precisamente por un Dios que tiene en cuenta mi condición humana. Yo pongo el ejemplo de esa parábola preciosa y conmovedora del Buen Samaritano. Yo puedo ser interna o externamente asaltado por tantos bandoleros, pero siempre Dios es ese Samaritano que no da la vuelta, que no mira para otro lado, sino que viene a mi encuentro, venda mi herida, pone bálsamo, me lleva a una posada y paga incluso la cuenta.  Es decir, Dios es concreto, porque también mis preguntas y mis heridas son concretas. Hablar de esto, por tanto, es hablar de algo central y nuclear en un año dedicado a la Misericordia.

¿Es importante, en la correcta praxis del Sacramento de la Penitencia, que se cuide la confesión personal y la absolución individual de los penitentes?¿Es necesario ese encuentro personal?

Ciertamente, porque esa oferta que Dios nos hace de venir a nuestro encuentro para “curar las heridas” – en el fondo para perdonar los pecados - no es una cuestión subjetiva que queda en el fuero más privado. Dios quiere siempre salvarnos de modo personal, pero no privado. Y por tanto la Iglesia establece – por mandato de Jesús- el cauce con el que este Sacramento debe ser celebrado.

No estamos haciendo aquí una terapia de grupo para relajarnos, no estamos acudiendo a una práctica exotérica… No, la Iglesia ha fijado en la larga historia cristiana las modalidades con la que el Sacramento de la Penitencia tiene que ser celebrado.

Salirnos de lo que la Iglesia nos dice al respecto, sería “abaratar” el Sacramento, o hacer un Sacramento que tiene “mi medida” pero ya no sería el cauce de la respuesta que Dios quiere ofrecer a mi situación pecadora. Por eso es muy importante entender la Confesión (el Sacramento de la Penitencia o Reconciliación) en su justa medida. Y esa medida no la pongo yo o una ideología: la pone la Iglesia, que es la que tiene el mandato de Jesús confiado a sus discípulos. El Colegio de los Apóstoles que representamos los Obispos tenemos el sagrado deber de brindar a los penitentes – y penitentes somos también nosotros - la manera justa de celebración, no una manera falseada, “abaratada”, o impropia e indebida.
Delegación para el Clero de Santiago de Compostela
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