La crisis de la transmisión de la fe es un hecho cada vez más evidente. La impotencia de comunidades cristianas para transmitir la fe a las nuevas generaciones se ha vuelto un tema recurrente en los últimos años. ¿Dónde está el problema?
Obviamente ha cambiado el contexto sociocultural y religioso, la “cristiandad” ha desaparecido y los cristianos se encuentran en una cultura neopagana, que muchos tildan de “postcristiana”. Sin embargo en la historia del cristianismo y en sus mismos orígenes las dificultades socioculturales eran aún mayores, mientras la fe se extendía con una vitalidad inexplicable. Entonces el problema no está fuera de la comunidad cristiana, sino dentro.
Obviamente ha cambiado el contexto sociocultural y religioso, la “cristiandad” ha desaparecido y los cristianos se encuentran en una cultura neopagana, que muchos tildan de “postcristiana”. Sin embargo en la historia del cristianismo y en sus mismos orígenes las dificultades socioculturales eran aún mayores, mientras la fe se extendía con una vitalidad inexplicable. Entonces el problema no está fuera de la comunidad cristiana, sino dentro.
Cuando el problema es la fe
La historia de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-35) es emblemática sobre la posibilidad permanente en la vida de la Iglesia, de un anuncio frustrado, incapaz de transmitir fe. Estos dos discípulos pretendiendo evangelizar a un extraño (Jesús) le anuncian a un muerto, le comparten su falta de fe y de esperanza, su frustración, su vacío. Esta historia se repite cada vez que un cristiano habla del Evangelio y de Jesús, pero sin fe, sin esperanza, sin vida, sin un corazón que arda de pasión por lo que dice creer. El documento de preparación (Lineamenta) para el Sínodo de la Nueva Evangelización (2012) expresa que el problema de la esterilidad de la evangelización, o de la incapacidad para la transmisión de la fe, no sólo no hay que buscarlo primeramente en los métodos, ni tampoco en los destinatarios, sino en nosotros mismos.
La infecundidad de la evangelización no es por culpa de los otros o por falta de recursos metodológicos, sino por falta de fe de quienes son los encargados de hacer el anuncio. Una comunidad es misionera si vive de la fe. La experiencia de encuentro con Cristo, naturalmente, sin demasiada preparación, empuja a la misión. Cuando no hay dinamismo misionero en una comunidad, el problema no es de motivación, ni de recursos, sino de fe.
En su viaje a Alemania en 2011, Benedicto XVI expresó al respecto: “A muchos les falta la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran un punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que ésta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. En Alemania la Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu.
Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.
En búsqueda de Dios
No es ninguna novedad el crecimiento de toda clase de propuestas espirituales, mientras los templos tradicionales se vacían año tras año. Salvo excepciones donde movimientos eclesiales o iniciativas particulares de nueva evangelización han revitalizado parroquias, la inmensa mayoría tienen problemas para proyectar su supervivencia. Y no es por falta de sacerdotes, sino de fieles.
Para poder ser misionera, la Iglesia ha de ser reconocible como lugar de la experiencia de Dios, donde las personas sedientas de una más profunda vida espiritual vean en la iglesia, no una simple estructura, sino un espacio donde encontrarse con Dios, porque es a Él a quien buscan. Parecería algo obvio, pero no lo es. Hablamos de Dios, pero ¿es Dios para nosotros una realidad viva o tan solo un cliché vacío?
Solo pueden salir a misionar seguros de la propia identidad cristiana, quienes hayan experimentado a Dios en la Iglesia. Porque la crisis de fe es en realidad una crisis de la experiencia de Dios y por lo tanto una ausencia de testimonio de una fe vivida y experimentada. El misionero impacta cuando su testimonio está cargado de peso experiencial, no de motivaciones filantrópicas.
Sin experiencia, es imposible
Cuando Dios no está en el centro, la misma identidad de la Iglesia se oscurece y parece una ONG entre otras, cerrada sobre sí misma, cuyos fines dependen de la ideología de turno. El concepto de “misión” es cuestionado cuando no se entiende el fundamento de la identidad cristiana y se reduce la “misión” de la Iglesia a tareas secundarias. Así encontramos parroquias donde la mayoría de las actividades son servicios sociales o sus salones son ocupados por toda clase de actividades muy solidarias y nobles, pero que no evangelizan a nadie. Si el encuentro con Cristo no es la prioridad, se ha abandonado lo esencial de la vida de la Iglesia.
El teólogo George Augustin, está convencido que el problema de la crisis de fe es el olvido de Dios en la Iglesia, lo que San Pablo llama “el pecado de la impiedad”: hablar de Dios, pero vivir como si Dios no existiera. Una especie de ateísmo práctico entre los creyentes, donde Dios es el gran ausente. Recuperar a Dios en el centro de la vida de la Iglesia, de la pastoral, de la teología, es la respuesta para la renovación.
Augustin escribe: “Sin experiencia de Dios, empero, no es posible hablar de Dios. Quienes viven una experiencia existencial de Dios están en condiciones de hacer esa experiencia accesible a otras personas; para ellos hablar de Dios es una necesidad irrefrenable… El desafío primordial al que se enfrenta la nueva evangelización es la crisis de fe de los propios cristianos y de la Iglesia. El oscurecimiento de la trascendencia en la Iglesia misma es un problema fundamental. Porque hemos perdido de vista lo verdaderamente importante, ya solo nos ocupamos de problemas secundarios. L
a discusión desmesuradamente crítica sobre política intraeclesial, los debates relativos a las estructuras eclesiásticas y las luchas internas y la constitución de banderías eclipsan la verdadera forma de la Iglesia. Todo ello ocasiona que las personas no puedan percibir más que la dimensión horizontal de la Iglesia. Sin embargo, únicamente la dimensión vertical, solo la dimensión divina puede hacer a la Iglesia atractiva a largo plazo y vincular en sentido positivo a las personas con la comunidad de salvación”.
Recuperar lo esencial
Ralph Martin, citando a un teólogo inglés, escribió en 1971: “He encontrado un sentido de vacío, pero juntamente con ello un profundo anhelo de Dios (…) Los fieles oyen de la nueva liturgia, del nuevo lugar del laico en la Iglesia, de la colegialidad, de la Iglesia y el mundo, de miles de nuevas ideas excitantes. Quedan debidamente impresionados.
¿Quién sin embargo les hablará simplemente de Dios como de una persona íntimamente conocida, logrando que la realidad de Dios y su presencia tome vida nuevamente en ellos?
Nosotros sabemos tanto de religión, de la Iglesia y la teología, pero nos encontramos con las manos vacías e incómodos al enfrentarnos con la mera hambre de Dios“.
El Card. Ratzinger en 1986 hablando de la catequesis actual afirmaba que la debilidad de la transmisión es un signo evidente de la debilidad de la experiencia vivida y que no puede ser subsanada con el mero recurso a técnicas o materiales didácticos. Invitaba a recordar que en la Iglesia primitiva no contaban con mucha gente, ni con estrategias pastorales, ni manuales de metodología, pero su tiempo fue de un gran éxito misionero. ¿Dónde estaba su fuerza? “La invitación real de experiencia a experiencia, fue, humanamente hablando, la fuerza misionera de la Iglesia antigua“.
Augustin, George (2011). El desafío de la Nueva Evangelización. Santander: Sal Terrae.
Benedicto XVI: –Encuentro con el Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes. Sábado 24 de septiembre de 2011. –Homilía en la misa crismal del 21 de abril de 2011.
Fisichella, Rino. (2012). La nueva evangelización. Santander: Sal Terrae.
Pontificia Comisión para América Latina. (2012). Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en América Latina: Desafíos y Prioridades. Ciudad del Vaticano.
Pastorino, Miguel. ¿Qué es evangelizar? ALETEIA: http://es.aleteia.org/2015/11/29/que-es-evangelizar/
La historia de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-35) es emblemática sobre la posibilidad permanente en la vida de la Iglesia, de un anuncio frustrado, incapaz de transmitir fe. Estos dos discípulos pretendiendo evangelizar a un extraño (Jesús) le anuncian a un muerto, le comparten su falta de fe y de esperanza, su frustración, su vacío. Esta historia se repite cada vez que un cristiano habla del Evangelio y de Jesús, pero sin fe, sin esperanza, sin vida, sin un corazón que arda de pasión por lo que dice creer. El documento de preparación (Lineamenta) para el Sínodo de la Nueva Evangelización (2012) expresa que el problema de la esterilidad de la evangelización, o de la incapacidad para la transmisión de la fe, no sólo no hay que buscarlo primeramente en los métodos, ni tampoco en los destinatarios, sino en nosotros mismos.
La infecundidad de la evangelización no es por culpa de los otros o por falta de recursos metodológicos, sino por falta de fe de quienes son los encargados de hacer el anuncio. Una comunidad es misionera si vive de la fe. La experiencia de encuentro con Cristo, naturalmente, sin demasiada preparación, empuja a la misión. Cuando no hay dinamismo misionero en una comunidad, el problema no es de motivación, ni de recursos, sino de fe.
En su viaje a Alemania en 2011, Benedicto XVI expresó al respecto: “A muchos les falta la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran un punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que ésta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. En Alemania la Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu.
Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.
En búsqueda de Dios
No es ninguna novedad el crecimiento de toda clase de propuestas espirituales, mientras los templos tradicionales se vacían año tras año. Salvo excepciones donde movimientos eclesiales o iniciativas particulares de nueva evangelización han revitalizado parroquias, la inmensa mayoría tienen problemas para proyectar su supervivencia. Y no es por falta de sacerdotes, sino de fieles.
Para poder ser misionera, la Iglesia ha de ser reconocible como lugar de la experiencia de Dios, donde las personas sedientas de una más profunda vida espiritual vean en la iglesia, no una simple estructura, sino un espacio donde encontrarse con Dios, porque es a Él a quien buscan. Parecería algo obvio, pero no lo es. Hablamos de Dios, pero ¿es Dios para nosotros una realidad viva o tan solo un cliché vacío?
Solo pueden salir a misionar seguros de la propia identidad cristiana, quienes hayan experimentado a Dios en la Iglesia. Porque la crisis de fe es en realidad una crisis de la experiencia de Dios y por lo tanto una ausencia de testimonio de una fe vivida y experimentada. El misionero impacta cuando su testimonio está cargado de peso experiencial, no de motivaciones filantrópicas.
Sin experiencia, es imposible
Cuando Dios no está en el centro, la misma identidad de la Iglesia se oscurece y parece una ONG entre otras, cerrada sobre sí misma, cuyos fines dependen de la ideología de turno. El concepto de “misión” es cuestionado cuando no se entiende el fundamento de la identidad cristiana y se reduce la “misión” de la Iglesia a tareas secundarias. Así encontramos parroquias donde la mayoría de las actividades son servicios sociales o sus salones son ocupados por toda clase de actividades muy solidarias y nobles, pero que no evangelizan a nadie. Si el encuentro con Cristo no es la prioridad, se ha abandonado lo esencial de la vida de la Iglesia.
El teólogo George Augustin, está convencido que el problema de la crisis de fe es el olvido de Dios en la Iglesia, lo que San Pablo llama “el pecado de la impiedad”: hablar de Dios, pero vivir como si Dios no existiera. Una especie de ateísmo práctico entre los creyentes, donde Dios es el gran ausente. Recuperar a Dios en el centro de la vida de la Iglesia, de la pastoral, de la teología, es la respuesta para la renovación.
Augustin escribe: “Sin experiencia de Dios, empero, no es posible hablar de Dios. Quienes viven una experiencia existencial de Dios están en condiciones de hacer esa experiencia accesible a otras personas; para ellos hablar de Dios es una necesidad irrefrenable… El desafío primordial al que se enfrenta la nueva evangelización es la crisis de fe de los propios cristianos y de la Iglesia. El oscurecimiento de la trascendencia en la Iglesia misma es un problema fundamental. Porque hemos perdido de vista lo verdaderamente importante, ya solo nos ocupamos de problemas secundarios. L
a discusión desmesuradamente crítica sobre política intraeclesial, los debates relativos a las estructuras eclesiásticas y las luchas internas y la constitución de banderías eclipsan la verdadera forma de la Iglesia. Todo ello ocasiona que las personas no puedan percibir más que la dimensión horizontal de la Iglesia. Sin embargo, únicamente la dimensión vertical, solo la dimensión divina puede hacer a la Iglesia atractiva a largo plazo y vincular en sentido positivo a las personas con la comunidad de salvación”.
Recuperar lo esencial
Ralph Martin, citando a un teólogo inglés, escribió en 1971: “He encontrado un sentido de vacío, pero juntamente con ello un profundo anhelo de Dios (…) Los fieles oyen de la nueva liturgia, del nuevo lugar del laico en la Iglesia, de la colegialidad, de la Iglesia y el mundo, de miles de nuevas ideas excitantes. Quedan debidamente impresionados.
¿Quién sin embargo les hablará simplemente de Dios como de una persona íntimamente conocida, logrando que la realidad de Dios y su presencia tome vida nuevamente en ellos?
Nosotros sabemos tanto de religión, de la Iglesia y la teología, pero nos encontramos con las manos vacías e incómodos al enfrentarnos con la mera hambre de Dios“.
El Card. Ratzinger en 1986 hablando de la catequesis actual afirmaba que la debilidad de la transmisión es un signo evidente de la debilidad de la experiencia vivida y que no puede ser subsanada con el mero recurso a técnicas o materiales didácticos. Invitaba a recordar que en la Iglesia primitiva no contaban con mucha gente, ni con estrategias pastorales, ni manuales de metodología, pero su tiempo fue de un gran éxito misionero. ¿Dónde estaba su fuerza? “La invitación real de experiencia a experiencia, fue, humanamente hablando, la fuerza misionera de la Iglesia antigua“.
Augustin, George (2011). El desafío de la Nueva Evangelización. Santander: Sal Terrae.
Benedicto XVI: –Encuentro con el Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes. Sábado 24 de septiembre de 2011. –Homilía en la misa crismal del 21 de abril de 2011.
Fisichella, Rino. (2012). La nueva evangelización. Santander: Sal Terrae.
Pontificia Comisión para América Latina. (2012). Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en América Latina: Desafíos y Prioridades. Ciudad del Vaticano.
Pastorino, Miguel. ¿Qué es evangelizar? ALETEIA: http://es.aleteia.org/2015/11/29/que-es-evangelizar/
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