Yibuti es un pequeño país situado en el Cuerno de África que cuenta con unos 800.000 habitantes de los cuales el 90% son musulmanes. Allí, rodeado de países en guerra y de niños y jóvenes musulmanes necesitados, podemos encontrar al Padre Mark Desser. El 16º de 17 hermanos que fue ordenado sacerdote en la catedral de este minúsculo país y que junto con otros 4 sacerdotes (incluyendo al Obispo) ayuda a formar en diferentes profesiones a estos niños y jóvenes.
Nos habla de esta labor y de lo importante que es para ellos y para todas las misiones del mundo la Jornada de la Infancia Misionera que se celebra el próximo 24 de enero.
P. Empecemos por el principio… ¿Qué hace un hombre como usted en un lugar como Yibuti?
R. Empiezo por el principio: “un hombre como yo” es ni más ni menos de lo que es a los ojos de Dios, y así es para todos los demás hombres. Y desde la mirada paternal y amorosa del Padre, todo tiene su sentido y su valor. Dios sabe bien de qué materia estamos hechos, y nadie tiene para gloriarse salvo la Cruz de Cristo. Soy uno de muchos mendigos de la gracia de Dios que tiene virtudes y vicios, esperanzas, amores, naufragios, sujeto de toda una historia de intervenciones inmerecidas de la parte de Dios.
Soy el 16º de 17 hijos, estudié la ingeniería eléctrica. Durante unos años trabajé en General Motors, desarrollando los útiles para la programación y diagnóstico de los coches en las fabricas de montaje en Detroit y Alemania. Durante los años de trabajo a Detroit, tenía muchos amigos musulmanes, y siempre discutíamos de los problemas en Medio Oriente.
La gran pregunta era, ¿por qué no hay paz allí, y cómo alcanzarla? Me dí cuenta de que antes de hablar de paz en el mundo, yo tenía que tenerla en el corazón…pues, yo no la tenía. Tras una fuerte gracia otorgada en el confesionario, descubrí la llamada del Señor Jesucristo al sacerdocio, de seguirle. Y, ¡cuánta paz se halla en las palabras de absolución!
Metiendo todo junto, pensé: que bello sería consagrar mi inutilidad para que el Señor Jesús pueda hacer algo bonito conmigo, para que haya paz en el Medio Oriente, en medio de los musulmanes más necesitados de ella. Tras un camino largo y lleno de gracias a través de la Cruz, pasando por Perú, Toledo, Francia, 2 años en Djibouti, y Tarazona, regresé a Djibouti y fui ordenado sacerdote en la catedral el 1 de mayo de 2011.
Ahora, vivo en el pueblo de Tadjourah, al norte del país, donde soy director, profesor (de ética/moral, de la soldadura al arco), sustituyo a los demás profs. cuando faltan, hombre de entretenimiento, etc., en una escuela técnica que se llama “le Centre d’Apprentissage Cardijn”. Tenemos 71 alumnos que aprenden los oficios de la electromecánica, la construcción, y la carpintería.
P.Yibuti es un país muy pequeño, que está rodeado de guerras. ¿Cómo viven esta realidad?
R. La gente de allí me dice constantemente que quiere la paz. “La guerre n’est pas bon”. Hubo mucho conflicto en Djibouti al inicio de los años 1990, y la experiencia dejó a muchos con ideas muy claras a propósito de la guerra como cosa no-deseada. Esto también fue gracias a la seguridad que daba la presencia militar de la Francia y de los EE.UU, y de otros países incluso de España. Esto hizo que que las preocupaciones de la vida cotidiana tomaran más atención que las noticias que llegan de fuera.
“Muchos antiguos alumnos musulmanes ahora son los responsables del país”
P. Allí realiza labores orientadas a la escolarización de niños y jóvenes, la mayoría musulmanes ¿Cómo es la convivencia diaria con estos jóvenes y sus familias?
R. De normal es muy buena aunque hay excepciones, sobre todo si eres extranjero o autóctono. Los auténticos mártires son los musulmanes convertidos al cristianismo porque la conversión conlleva una cierta pérdida de adhesión tribal con todas sus ventajas (trabajo, matrimonio, hogar, identidad).
La gente es bastante abierta a la presencia de la Iglesia, y apoyan y colaboran en su obra educativa (hasta incluso el Estado mismo, que salió a la ayuda de la Iglesia para asegurar los sueldos de nuestros profesores cuando estuvimos insolventes hace 15 años). Esto, ciertamente, es gracias al hecho de que durante muchos años, no había otras escuelas que las católicas.
Muchos antiguos alumnos musulmanes ahora son los responsables del país, y conservan un alto estima y reconocimiento de la labor que hicieron las primeras generaciones de misioneros. Le gente sabe que no somos musulmanes, pero muchos de ellos no entienden muy bien su propia religión y en consecuencia no entienden las grandes diferencias entre el Islam y el Catolicismo.
No obstante,en el día a día , sobre todo en el interior, la convivencia es como un gran familia: los misioneros no son de ninguna tribu, entonces pertenecemos a todos las tribus. No somos nómadas, pero el hecho de que un misionero se quede allí durante 40 o 50 años o más, es como un pozo que siempre tiene agua…la gente sabe dónde encontrar la “ma-soeur” [sic] o “le père” en tiempos de acequia espiritual o material que es Jesús.
La gente saben que nos preocupa el provenir de sus hijos, y la colaboración es estrechísima para asegurar que los jóvenes en dificultad tomen el buen camino. Hay delincuencia por diversas factores, como el divorcio, el analfabetismo, la seducción del dinero-fácil, la droga o un simple falta de interés por la escuela. Los adultos más agradecidos son los que en su tiempo fueron los peores alumnos.
P. ¿El radicalismo islámico ha llegado a Yibuti?
R. Sí, hubo un atentado perpetrado por al-Shabaab hace un año en un restaurante en el capital. Hay también indicios de una nueva tendencia islámica con. También hay nuevas escuelas y centros “árabes” de índole islámica con financiación y costumbres que vienen de fuera. Generalmente, el interior suele ser más tradicional, tribal, y nómada; en la ciudad y grandes pueblos se ve más de todo (tanto elementos radicalizantes como secularistas o gente moderada).
La Iglesia tiene papel importante por su oración, su presencia, su testimonio y por su apostolado educativo: buscamos la formación íntegra de los jóvenes según el espíritu del Africae Munus 22, para que estos jóvenes estén abiertos a Dios y al vecino, sosiegos del bien común. Así se pueden erigir fundamentos sólidos de paz para las futuras generaciones.
Frente a eso, muchos padres me piden que hable de Dios en la escuela, porque ven (o han experimentado en sus propias vidas) cómo el materialismo o relativismo práctico deja la persona vacía: han cometido sus errores, y no quieren que sus hijos caigan en el mismo camino.
“En nuestras escuelas, trabajamos para que los niños y jóvenes sean más solidarios en la búsqueda del bien común”
P. ¿Cómo es la presencia cristiana allí? ¿Cuantos sacerdotes hay? ¿Hay otras órdenes o congregaciones religiosas?
R. Somos pocos respecto al número de población: alrededor de 5.000 católicos, unos miles de ortodoxos (muy difícil poner una cifra), y cientos de protestantes.
Muchos de los católicos son militares estacionados en Djibouti por un tiempo de entre unos meces hasta unos años. Por eso gran parte de los fieles cambian cada año. Hay católicos autóctonos, tanto recién convertidos como descendientes ya de tres o cuatro generaciones de padres católicos. Hay unos cuantos matrimonios mixtos. La mayoría de católicos son franceses, pero hay también indios y pakistaníes, africanos del sur y del oeste, de libaneses, de americanos, de italianos, de italo-eritreos, de filipinos, un griego que conozco…un poco de todo.
Sacerdotes, somos pocos: 5 incluyendo al Obispo. El Obispo es franciscano, y tanto él ( Padre Tom) como yo estamos incardinados en la Diócesis de Mogadishu. Los religiosos son más numerosos: alrededor de 25.
Hay hermanas franciscanas, hermanas “Filles de la Charité” de San Vincente de Paul, hermanas “Missionaires de Jésus Emmanuel”, hermanas de “St. Joseph de Tarbes”, hermanas de la Consolata, y las hermanas de Madre Teresa de Calcuta. Hay 3 consagradas “Auxiliatrices de l’Apostolat”, y 1 consagrada de Polonia.
P. ¿Por qué es importante que nuestros niños de aquí colaboren con Infancias Misioneras?
R. Hay una cierta tendencia muy difundida de acentuar los derechos al olvido de los deberes. Hasta en Djibouti, algunos materiales pedagógicos distribuidos por diversos organismos están marcados por este olvido. A veces pretenden no solamente confundir la naturaleza de la persona como hombre o mujer,sino presentar tal confusión ideológica como si el derecho de escoger no tenga ningún límite.
Esta manera de pensar y obrar nunca llevara a los hombres a la bienaventuranza a la que aspiramos por naturaleza, sino solamente al pesimismo de “homo homini lupus”, o peor aún, el relativismo que termina con la nada.
Frente a este fenómeno, hay muchos elementos de la tradición y de la cultura Afar y Somali que facilita el discernimiento y rechazo de estas clases de errores, pero hay otros factores que lo debilita o lo llevan al otro extremo: costumbres como la poligamia; la escisión de chicas; el culto al dinero con todas sus consecuencias nefastas; una exagerada importancia a las apariencias; el divorcio; el uso de la droga “khat” y las consecuencias físicas, financieras, y sociales.
La apertura a la vida como regalo de Dios, la importancia de la familia, un sentido de acogida, claridad sobre el error de homosexualismo, consciencia de la realidad del juicio final, etc., son valores aún muy arraigados. Ojalá que, un día, la salud definitiva que se nos ofrece en Jesucristo por la Iglesia su Cuerpo, sea reconocida y abrazada por todos y en todo su esplendor.
En nuestras escuelas, trabajamos para que los niños y jóvenes sean más solidarios en la búsqueda del bien común, dejando al lado los intereses desordenadas egoístas o una fijación ciega en solo los derechos. Partiendo de los principios de la ley natural, hablamos de la moral (dónde estoy, hay curso de la ética en la que abordamos estos temas a fondo con jóvenes de entre 16 y 24 años). Para la Jornada Mundial del Niño, día 20 noviembre, Mons. Giorgio, el obispo, quiso que marcáramos el acontecimiento en un sentido que acentúa el aspecto solidario: invitamos a nuestros alumnos a concebir y realizar obras de caridad para con los más necesitados y fomentar el alcance del bien común sin mirar los intereses y ventajas individuales. ¡Y los niños lo hacen muy a gusto! No es una simple distribución de bienes que casi siempre engendra dependencias no saludables; más bien, para que los jóvenes se den cuenta de su responsabilidad delante su hermano.
“De una manera modesta contribuimos también con la Jornada la Infancia Misionera en el mundo entero a través de colectas enviadas a Roma”
P. ¿Allí celebrarán la Jornada de Infancia Misionera 2016?
R. Sí, sobre todo en el marco catequético y litúrgico, o sea, con niños católicos. La celebración está enriquecida por la buena noticia de las misiones del Hijo Unigénito y del Espíritu Santo, enviados por el Padre para salvarnos y santificarnos.
Los catequistas juegan un papel importante para preparar esta celebración, así como los padres de familia. Hacemos colecta de víveres, material escolar, juguetes, etc., que se distribuya entre los niños más necesitados (sobre todo, a los niños de la calle acogidos al centro de Caritas Djibouti). De una manera modesta contribuimos también con la Diócesis a la Infancia Misionera en el mundo entero a través de colectas enviadas a Roma.
P. A propósito del lema de este año de esta jornada “GRACIAS”, ¿a quién da usted las gracias?
R. En primer lugar doy gracias a Dios que me ama a pesar de todas mis tonterías y pecados; Dios que sigue fiel y misericordioso Padre de tantos hijos pródigos; Dios que me ha hecho el regalo del sacerdocio, del que soy indigno.
También a mis padres por la generosidad de su entrega, por la amorosa disciplina en la que fui criado, por todos sus sacrificios: han dado sus vidas por mi vida.
A todos que, de una manera u otra han contribuido a mi formación; a los bienhechores que, con sus propias vidas, con sus medios han colaborado a lo largo de siglos en la edificación de la Iglesia, de ésta Iglesia local, de esta Misión tan bella; doy gracias a los pueblos que supieron acoger a los misioneros, aunque sea con un solo vaso de agua fresca. Doy gracias a los hijos de la Iglesia, niños de toda edad, que hacen posible la presencia cristiana aquí. Doy gracias a la Virgen, nuestra Madre.
P. Empecemos por el principio… ¿Qué hace un hombre como usted en un lugar como Yibuti?
R. Empiezo por el principio: “un hombre como yo” es ni más ni menos de lo que es a los ojos de Dios, y así es para todos los demás hombres. Y desde la mirada paternal y amorosa del Padre, todo tiene su sentido y su valor. Dios sabe bien de qué materia estamos hechos, y nadie tiene para gloriarse salvo la Cruz de Cristo. Soy uno de muchos mendigos de la gracia de Dios que tiene virtudes y vicios, esperanzas, amores, naufragios, sujeto de toda una historia de intervenciones inmerecidas de la parte de Dios.
Soy el 16º de 17 hijos, estudié la ingeniería eléctrica. Durante unos años trabajé en General Motors, desarrollando los útiles para la programación y diagnóstico de los coches en las fabricas de montaje en Detroit y Alemania. Durante los años de trabajo a Detroit, tenía muchos amigos musulmanes, y siempre discutíamos de los problemas en Medio Oriente.
La gran pregunta era, ¿por qué no hay paz allí, y cómo alcanzarla? Me dí cuenta de que antes de hablar de paz en el mundo, yo tenía que tenerla en el corazón…pues, yo no la tenía. Tras una fuerte gracia otorgada en el confesionario, descubrí la llamada del Señor Jesucristo al sacerdocio, de seguirle. Y, ¡cuánta paz se halla en las palabras de absolución!
Metiendo todo junto, pensé: que bello sería consagrar mi inutilidad para que el Señor Jesús pueda hacer algo bonito conmigo, para que haya paz en el Medio Oriente, en medio de los musulmanes más necesitados de ella. Tras un camino largo y lleno de gracias a través de la Cruz, pasando por Perú, Toledo, Francia, 2 años en Djibouti, y Tarazona, regresé a Djibouti y fui ordenado sacerdote en la catedral el 1 de mayo de 2011.
Ahora, vivo en el pueblo de Tadjourah, al norte del país, donde soy director, profesor (de ética/moral, de la soldadura al arco), sustituyo a los demás profs. cuando faltan, hombre de entretenimiento, etc., en una escuela técnica que se llama “le Centre d’Apprentissage Cardijn”. Tenemos 71 alumnos que aprenden los oficios de la electromecánica, la construcción, y la carpintería.
P.Yibuti es un país muy pequeño, que está rodeado de guerras. ¿Cómo viven esta realidad?
R. La gente de allí me dice constantemente que quiere la paz. “La guerre n’est pas bon”. Hubo mucho conflicto en Djibouti al inicio de los años 1990, y la experiencia dejó a muchos con ideas muy claras a propósito de la guerra como cosa no-deseada. Esto también fue gracias a la seguridad que daba la presencia militar de la Francia y de los EE.UU, y de otros países incluso de España. Esto hizo que que las preocupaciones de la vida cotidiana tomaran más atención que las noticias que llegan de fuera.
“Muchos antiguos alumnos musulmanes ahora son los responsables del país”
P. Allí realiza labores orientadas a la escolarización de niños y jóvenes, la mayoría musulmanes ¿Cómo es la convivencia diaria con estos jóvenes y sus familias?
R. De normal es muy buena aunque hay excepciones, sobre todo si eres extranjero o autóctono. Los auténticos mártires son los musulmanes convertidos al cristianismo porque la conversión conlleva una cierta pérdida de adhesión tribal con todas sus ventajas (trabajo, matrimonio, hogar, identidad).
La gente es bastante abierta a la presencia de la Iglesia, y apoyan y colaboran en su obra educativa (hasta incluso el Estado mismo, que salió a la ayuda de la Iglesia para asegurar los sueldos de nuestros profesores cuando estuvimos insolventes hace 15 años). Esto, ciertamente, es gracias al hecho de que durante muchos años, no había otras escuelas que las católicas.
Muchos antiguos alumnos musulmanes ahora son los responsables del país, y conservan un alto estima y reconocimiento de la labor que hicieron las primeras generaciones de misioneros. Le gente sabe que no somos musulmanes, pero muchos de ellos no entienden muy bien su propia religión y en consecuencia no entienden las grandes diferencias entre el Islam y el Catolicismo.
No obstante,en el día a día , sobre todo en el interior, la convivencia es como un gran familia: los misioneros no son de ninguna tribu, entonces pertenecemos a todos las tribus. No somos nómadas, pero el hecho de que un misionero se quede allí durante 40 o 50 años o más, es como un pozo que siempre tiene agua…la gente sabe dónde encontrar la “ma-soeur” [sic] o “le père” en tiempos de acequia espiritual o material que es Jesús.
La gente saben que nos preocupa el provenir de sus hijos, y la colaboración es estrechísima para asegurar que los jóvenes en dificultad tomen el buen camino. Hay delincuencia por diversas factores, como el divorcio, el analfabetismo, la seducción del dinero-fácil, la droga o un simple falta de interés por la escuela. Los adultos más agradecidos son los que en su tiempo fueron los peores alumnos.
P. ¿El radicalismo islámico ha llegado a Yibuti?
R. Sí, hubo un atentado perpetrado por al-Shabaab hace un año en un restaurante en el capital. Hay también indicios de una nueva tendencia islámica con. También hay nuevas escuelas y centros “árabes” de índole islámica con financiación y costumbres que vienen de fuera. Generalmente, el interior suele ser más tradicional, tribal, y nómada; en la ciudad y grandes pueblos se ve más de todo (tanto elementos radicalizantes como secularistas o gente moderada).
La Iglesia tiene papel importante por su oración, su presencia, su testimonio y por su apostolado educativo: buscamos la formación íntegra de los jóvenes según el espíritu del Africae Munus 22, para que estos jóvenes estén abiertos a Dios y al vecino, sosiegos del bien común. Así se pueden erigir fundamentos sólidos de paz para las futuras generaciones.
Frente a eso, muchos padres me piden que hable de Dios en la escuela, porque ven (o han experimentado en sus propias vidas) cómo el materialismo o relativismo práctico deja la persona vacía: han cometido sus errores, y no quieren que sus hijos caigan en el mismo camino.
“En nuestras escuelas, trabajamos para que los niños y jóvenes sean más solidarios en la búsqueda del bien común”
P. ¿Cómo es la presencia cristiana allí? ¿Cuantos sacerdotes hay? ¿Hay otras órdenes o congregaciones religiosas?
R. Somos pocos respecto al número de población: alrededor de 5.000 católicos, unos miles de ortodoxos (muy difícil poner una cifra), y cientos de protestantes.
Muchos de los católicos son militares estacionados en Djibouti por un tiempo de entre unos meces hasta unos años. Por eso gran parte de los fieles cambian cada año. Hay católicos autóctonos, tanto recién convertidos como descendientes ya de tres o cuatro generaciones de padres católicos. Hay unos cuantos matrimonios mixtos. La mayoría de católicos son franceses, pero hay también indios y pakistaníes, africanos del sur y del oeste, de libaneses, de americanos, de italianos, de italo-eritreos, de filipinos, un griego que conozco…un poco de todo.
Sacerdotes, somos pocos: 5 incluyendo al Obispo. El Obispo es franciscano, y tanto él ( Padre Tom) como yo estamos incardinados en la Diócesis de Mogadishu. Los religiosos son más numerosos: alrededor de 25.
Hay hermanas franciscanas, hermanas “Filles de la Charité” de San Vincente de Paul, hermanas “Missionaires de Jésus Emmanuel”, hermanas de “St. Joseph de Tarbes”, hermanas de la Consolata, y las hermanas de Madre Teresa de Calcuta. Hay 3 consagradas “Auxiliatrices de l’Apostolat”, y 1 consagrada de Polonia.
P. ¿Por qué es importante que nuestros niños de aquí colaboren con Infancias Misioneras?
R. Hay una cierta tendencia muy difundida de acentuar los derechos al olvido de los deberes. Hasta en Djibouti, algunos materiales pedagógicos distribuidos por diversos organismos están marcados por este olvido. A veces pretenden no solamente confundir la naturaleza de la persona como hombre o mujer,sino presentar tal confusión ideológica como si el derecho de escoger no tenga ningún límite.
Esta manera de pensar y obrar nunca llevara a los hombres a la bienaventuranza a la que aspiramos por naturaleza, sino solamente al pesimismo de “homo homini lupus”, o peor aún, el relativismo que termina con la nada.
Frente a este fenómeno, hay muchos elementos de la tradición y de la cultura Afar y Somali que facilita el discernimiento y rechazo de estas clases de errores, pero hay otros factores que lo debilita o lo llevan al otro extremo: costumbres como la poligamia; la escisión de chicas; el culto al dinero con todas sus consecuencias nefastas; una exagerada importancia a las apariencias; el divorcio; el uso de la droga “khat” y las consecuencias físicas, financieras, y sociales.
La apertura a la vida como regalo de Dios, la importancia de la familia, un sentido de acogida, claridad sobre el error de homosexualismo, consciencia de la realidad del juicio final, etc., son valores aún muy arraigados. Ojalá que, un día, la salud definitiva que se nos ofrece en Jesucristo por la Iglesia su Cuerpo, sea reconocida y abrazada por todos y en todo su esplendor.
En nuestras escuelas, trabajamos para que los niños y jóvenes sean más solidarios en la búsqueda del bien común, dejando al lado los intereses desordenadas egoístas o una fijación ciega en solo los derechos. Partiendo de los principios de la ley natural, hablamos de la moral (dónde estoy, hay curso de la ética en la que abordamos estos temas a fondo con jóvenes de entre 16 y 24 años). Para la Jornada Mundial del Niño, día 20 noviembre, Mons. Giorgio, el obispo, quiso que marcáramos el acontecimiento en un sentido que acentúa el aspecto solidario: invitamos a nuestros alumnos a concebir y realizar obras de caridad para con los más necesitados y fomentar el alcance del bien común sin mirar los intereses y ventajas individuales. ¡Y los niños lo hacen muy a gusto! No es una simple distribución de bienes que casi siempre engendra dependencias no saludables; más bien, para que los jóvenes se den cuenta de su responsabilidad delante su hermano.
“De una manera modesta contribuimos también con la Jornada la Infancia Misionera en el mundo entero a través de colectas enviadas a Roma”
P. ¿Allí celebrarán la Jornada de Infancia Misionera 2016?
R. Sí, sobre todo en el marco catequético y litúrgico, o sea, con niños católicos. La celebración está enriquecida por la buena noticia de las misiones del Hijo Unigénito y del Espíritu Santo, enviados por el Padre para salvarnos y santificarnos.
Los catequistas juegan un papel importante para preparar esta celebración, así como los padres de familia. Hacemos colecta de víveres, material escolar, juguetes, etc., que se distribuya entre los niños más necesitados (sobre todo, a los niños de la calle acogidos al centro de Caritas Djibouti). De una manera modesta contribuimos también con la Diócesis a la Infancia Misionera en el mundo entero a través de colectas enviadas a Roma.
P. A propósito del lema de este año de esta jornada “GRACIAS”, ¿a quién da usted las gracias?
R. En primer lugar doy gracias a Dios que me ama a pesar de todas mis tonterías y pecados; Dios que sigue fiel y misericordioso Padre de tantos hijos pródigos; Dios que me ha hecho el regalo del sacerdocio, del que soy indigno.
También a mis padres por la generosidad de su entrega, por la amorosa disciplina en la que fui criado, por todos sus sacrificios: han dado sus vidas por mi vida.
A todos que, de una manera u otra han contribuido a mi formación; a los bienhechores que, con sus propias vidas, con sus medios han colaborado a lo largo de siglos en la edificación de la Iglesia, de ésta Iglesia local, de esta Misión tan bella; doy gracias a los pueblos que supieron acoger a los misioneros, aunque sea con un solo vaso de agua fresca. Doy gracias a los hijos de la Iglesia, niños de toda edad, que hacen posible la presencia cristiana aquí. Doy gracias a la Virgen, nuestra Madre.
AgenciaSIC