El explorador y biólogo noruego Thor Heyerdahl creyó que, en el siglo sexto, los habitantes de Sudamérica habrían llegado en balsas a las islas del Pacífico Sur para establecerse allí. La mayoría de los antropólogos piensa que la Polinesia se habría colonizado desde Asia. Pero, a veces, los “dogmas” de la ciencia se cuestionan.

Para probar su teoría, Heyerdahl construyó una réplica de las antiguas embarcaciones del Perú y Ecuador, el “Kon-Tiki” (rey sol preincaico), con materiales y estilo autóctonos. Tras 101 días de navegación a lo largo de unos 7000 km por el Pacífico, la tripulación llegó, sana y salva, a las islas Tuamotu el 7 de agosto de 1947.
Vientos alisios, olas, la corriente de Humbolt, tiburones, ballenas, maromas chirriando, hombre al agua, arrecifes de coral… Aunque el viaje de la Virgen María para acompañar a Isabel, embarazada, sucedió en tierra, no estaba exento de riesgo. Alguien debería seguir demostrando que Dios salvó la distancia con el ser humano.

Una barca pequeña, minúscula, completó la travesía. Así Belén de Judá, ínfima, se convirtió en cuna del Mesías. Con nuestros frágiles materiales, alma y cuerpo, navegaremos hacia Dios que llega. Sorteando peligros. Con el soplo del Espíritu. Orientándonos. Somos inmigrantes que, en su camino de conversión, nos fugamos de este mundo caduco, hacia la tierra prometida del Niño-Dios. La del verdadero Amor.

Manuel Blanco
Delegado de Medios
de Comunicación Social
pastoralsantiago.es
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