“Me pilla sin dinero. Lo que tengo se lo doy”. Rotundo y trajeado, el feligrés le dio la limosna a una señora que pedía a la puerta de la iglesia. “Muchas gracias. Dios se lo pague. Mi hija necesita unas medicinas”. Él pasó por la Farmacia, pagó en el mostrador y al salir la vio a ella esperando turno. Esta vez ella ganó en sinceridad.

Dios se fija en los detalles más pequeños hechos por amor: la viuda, maestra de entrega, no saldrá en las noticias. Por fortuna, Él juzga diferente. Esto también nos da mucha esperanza ahora que, durante todo el mes de noviembre, tenemos a nuestros difuntos tan presentes en la oración. ¡Ánimo! No será “Terminator” quien juzgue al mundo.


San Pablo aclara que la reencarnación sólo existe en nuestra mente: “después de la muerte el juicio”¡Qué alivio!: Aspiramos a vivir eternamente, pero no “bichos”. La resurrección es mucho más que una prolongación “cutre” de la existencia. Tal vez Jesús se identifica con la viuda en la generosidad, confiada, generosa, por amor, sin calcular.

En una parroquia, el invierno arreciaba. Un malagueño de mirada melancólica y “nacionalizado” en la calle se acercó a pedir ayuda. Se llamaba Rafael, para que no quedaran dudas de su Ángel, guardián de los caminos. Recibió alimentos. La noche se la arregló él. Cuando le trajeron un par de calcetines, la humedad de sus pies se terminó y comenzó la de sus ojos. Pero no tanto por aquel trozo textil, que lo dispensan a puñados en el mercadillo por un euro. Alguien se paraba un rato a escuchar su historia.

Manuel Blanco
Delegado de Medios
de Comunicación Social
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