Primero había escuchado el chiste. Un peregrino astroso, con el pelo y la barba de muchos meses, se presenta en una gasolinera: “¿Me falta mucho para León?” El dependiente, tras mirarle de arriba abajo, asintió: “Eu creo que sólo che falta a cola”. En Lourdes le preguntaron a un francés barbudo y melenudo: “¿De dónde es vd.?” Nada más apropiado y divertido que su respuesta: “Je suis de Lyon” (soy de Lyon).  Sin duda.


El consejo de nuestros padres resultaba claro y concreto :   
«neniño, júntate con los que se portan bien, con los que estudian ». Por si aprendíamos algo. La Iglesia, como madre buena, nos propone imitar a los santos y, con ellos, vivir la Santidad de Papá Dios, a quien nos “parecemos”. Hacia Él nos encaminamos. ¿Nos faltará mucho?

Jesús es el pobre de espíritu; el que sufre por amor; el hambriento de justicia; el misericordioso; el limpio de corazón; el pacífico; el perseguido… ¡el más feliz y bienaventurado! Nadie quiere ponerse al frente de una comisión de fiestas: “non levan máiscapaus”. Aun así, el Señor se mete en el “lío” de intervenir en la historia para salvarnos. Se arriesga a una indiferencia atroz; nuestros mismos no la soportaríamos.

“León de Judá”. A C. S. Lewis le gustaba ese título aplicado al Señor. Por eso delineó tan bien la figura de Aslan, el rey león de las Crónicas de Narnia, que se entrega a la muerte en lugar de uno de los niños y de aquel amenazado mundo fantástico. Escuchando a Jesús y siguiéndole sin desanimarse ante las dificultades, se experimenta la alegría de estar cerca de Dios: la alegría del Cielo. Ese “país” constituye la principal “morriña” de los cristianos. Más que la de E.T., que ya es decir: “Mi casa…Teléfono…”

Manuel Blanco
Delegado de Medios
de Comunicación Social
Archicompostela
Secciones:

    Web oficial de San Juan de Ávila

    Sobre San Juan de Ávila